Los Bárbaros es la revista literaria fundada y dirigida por el escritor Ulises Gonzales desde Nueva York. Desde marzo de 2014, el equipo editorial se ha dedicado a la titánica tarea de publicar poesía, narrativa y crónica, y este 2016, entrega su séptimo número. El aspecto común entre los autores publicados a la fecha es que, entre otras cosas, todos han recorrido, o por lo menos imaginado, las calles de la Gran Manzana; de modo que, en solo dos años, la revista tiene el mérito de haber recogido decenas de voces narrativas con ecos de distintas partes del mundo hispanoamericano. Al lado de voces consagradas, como las de Antonio Muñoz Molina, Juan Villoro o Edmundo Paz Soldán, se encuentran escritores y escritoras jóvenes, avezadas, talentosas y, sobre todo, constantes. Están también las que transitan entre el mundo académico y la creación literaria, muchas de ellas estudiantes y profesoras del doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad pública de Nueva York o alrededores. Por esta riqueza, se podría decir que Los Bárbaros, pese a los altibajos de los que seguramente no está libre, tiene la importancia de un evento que, sin duda, nutrirá el archivo y el registro de la literatura contemporánea en español.

Quienes han seguido el trabajo de Los Bárbaros de cerca, coincidirán en que la tarea no es simple. Publicar con rigurosidad, seriedad y calidad  literatura en español, en una ciudad como Nueva York, conlleva la doble hazaña de quienes, por una parte, se atreven a trazar nuevos derroteros para la literatura hispanoamericana contemporánea y, por otro, renegocian los imaginarios que se tienen sobre el mundo hispano desde uno de los “centros” del mundo, con la aparente ventaja que tiene el afinar la mirada desde una ciudad dual como Nueva York: el ser simultáneamente privilegiados y periféricos, observadores y observados, creadores y creados.

Otro de los logros de esta publicación periódica radica en su capacidad para innovar en cada entrega. La consiga es no repetirse o, mejor dicho, no quedarse en el asombro de la primera mirada de quien llega a Nueva York, porque, precisamente, este no es un punto de llegada. Todo lo contrario, la ciudad-centro es tan solo el punto de partida para imaginar desde la mirada del “bárbaro”, del que está afuera, ya sea el migrante, el indocumentado, el periférico, el otro humanizado o deshumanizado, o la mujer. Desde esta perspectiva, el volumen seis ofreció una edición particular, Las Bárbaras, dedicada a destacar el trabajo inédito de poetas y narradoras hispanoamericanas contemporáneas. Y el último número, que hoy me propongo reseñar, nuevamente sorprende con una entrega especial dedicada a la ciencia ficción y lo fantástico.

Esta apuesta resulta fascinante, un verdadero reto, porque, como se sabe, la ciencia ficción resulta ser el terreno más cultivado y predilecto de la ficción estadounidense. Sin embargo aquí, como todo lo que es tocado por Los Bárbaros, la llamada ciencia ficción colinda con lo fantástico, para operar como una etiqueta lista para ser apropiada por los imaginarios de escritores que escriben y respiran en español.

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En esa línea, la propuesta del director de Los Bárbaros resulta sugerente: los escritores y escritoras, en su origen común “barbárico” —extranjero y migrante— no necesitan recurrir a Marte ni a un futuro lejano para imaginar las distopías del siglo XXI o posteriores. Basta con enunciarse desde sus propios centros-periferias, como puede ser Nueva York, Madrid o Buenos Aires, escenarios de algunos de los doce relatos que componen esta edición. Sin importar cuál sea el centro, estas historias no dejan de atravesar los distintos campos de la tradición literaria en lengua hispana, usando lo fantástico y la ciencia ficción como espacios maleables, quizás alternos.

La apuesta en este número, así vista, es doblemente interesante porque retoma un viejo diálogo entre norte y sur, centro y periferia. Como se sabe, desde principios del siglo XX, en Estados Unidos, la literatura de ciencia ficción invadía los imaginarios del norte, buscando soñar las posibilidades de la “raza humana” en otros contextos, a través de expediciones colonizadoras a planetas lejanos, posibles o imaginados, o escenarios distópicos y sociedades cyberpunks. Esa estética resultaba tan sugerente como aquella literatura fantástica y neofantástica que crecía simultáneamente, en Hispanoamérica, bajo la venia de autores como Julio Cortázar o Jorge Luis Borges. Baste recordar las palabras que Borges dedica a Wells y Bradbury en su prólogo a la versión en español de Crónicas marcianas: “Hacia 1909 leí, con fascinada angustia…Los primeros hombres en la Luna, de Wells. Por virtud de estas Crónicas, de concepción y ejecución muy diversa, me ha sido dado revivir, en los últimos días del otoño de 1954, aquellos deleitables terrores”. Angustia, fascinación, deleite y terror: la solidaridad entre science-fiction, popular en el norte, y lo fantástico, en el sur, encuentra una explicación en su intención compartida por ofrecer relatos de situaciones y personajes fantasmagóricos que, desde cierta distancia, descascaran la pátina de la realidad.

Sin embargo, quizás, definir el género no resulte tan importante como el hecho de entender de qué manera estos relatos pueden generar “deleitables terrores” en tiempos como los de hoy. Es decir, hoy en día, cuando todo parece posible, ¿qué situaciones, hoy, aterrorizan al punto de llevarnos a imaginar escenas terribles y fantasmagóricas, pero cercanas y posibles? ¿Qué estimula lo ominoso contemporáneo en nuestras mentes quizás más insensibles? Tratando de conseguirlo, muchos de los doce relatos de Los Bárbaros recurren a las distopías del siglo XXI en tiempos de globalización. Entre líneas proponen reflexiones políticas en torno a los desplazamientos masivos, los Estados represores, el levantamiento de grupos rebeldes, la intolerancia cultural, los tiempos suspendidos del migrante; otros, no menos ominosos, a situaciones cotidianas verdaderamente terroríficas y desconcertantes.

Inicia el séptimo volumen la escritora española Nuria Mendoza, quien nos introduce a lo fantástico apenas como un anuncio de lo que nos espera: una playa vacía, un cuerpo femenino, una situación normal y, de pronto, un giro de tuerca que nos deja con la sensación de descolocación absoluta. Esa sensación de familiaridad y terror nos vuelve a golpear en “La mujer del jinete”, del mexicano Sebastián Antezana. Lo que se insinúa como la relación feliz de una joven pareja, de pronto, da un giro completo cuando el esposo parece apartarse por completo de la realidad. Cabe preguntarse, tras leer este relato, si es nuestra incapacidad para recordar los que más nos petrifica en estos tiempos.

Empezó como una curiosidad. Una noche estaban cenando en casa y sin ningún aviso, sin nada que mediara entre el ritmo normal de la comida y la abrupta llanura que entonces sobrevino, Juan comenzó a jugar con la milanesa y el puré y empezó a mirarla extrañado, sin reconocerla. Hola…, le dijo dubitativo, ¿qué haces aquí? La miraba con desconfianza, tratando de encontrar en su rostro indicios de quién era. (“La mujer del jinete”15).

Sin embargo, otro relato nos sugiere que, para algunas, también existe un cierto alivio en el olvido, tal vez como punto de fuga de la modernidad híper estimulante, o así lo sugiere “Lo conservable”, de la escritora madrileña Sara Cordón. Un hombre mayor, pero bueno, atrapado en un cuerpo deteriorado y tullido, desea olvidar cómo terminó donde ahora está. Pareciera que el pasado condenara al personaje mental y físicamente a enfrentar lo que, muy a su pesar y quizás como castigo, prevalece, retorna y se conserva como, por ejemplo, los afectos.

Pero quién más nítidamente retoma el antiguo diálogo entre la tradición de ciencia ficción y el relato fantástico es Salvador Luis en “Una historia”. Un sujeto llamado Borges, quien reside como preso de un laberinto distópico, conserva la capacidad de narrar –cualidad que además le facilita mantener cierto grado de comunicación con otros presos— con el fin de preservar cierta libertad. Cuando el descubrimiento de una suerte de Dédalo o pájaro alado aparece como promesa de libertad real, un verdadero escape del laberinto, su última visión, sin embargo, colapsa con la realidad. Parece no haber salida.

Otra vertiente de relatos, como “El mirador de muertos” de Yuri Herrera o “Takj” de Pablo Brescia, explora lo distópico de cerca, palpando los límites a los que puede llegar el aislamiento y la invisibilidad que, sin ir lejos, podrían decirnos bastante acerca de la soledad y la marginación actuales, así como las nuevas relaciones entre los espacios íntimos y las esferas públicas:

Los únicos a los que se podía ver eran a quienes su trabajo exigía visibilidad pública: repartidores, plomeros, pintores, etcéteras. Se prendían un gafete y al ponérselo eran lo que debían ser y sólo lo que debían ser: repartidor, plomero, pintor, etcétera, cada uno cubierto por una silueta de neón. El resto de la gente deambulaba sin ser vista, protegida por un amortiguador que bloqueaba sonidos, olores, y ponía los cuerpos a distancia.”  (“El mirador de muertos” 51).

Por último, llaman la atención los relatos “Traducción de un encuentro violento”, de Alex Levine y  “Temblor-del-cielo”, del boliviano Edmundo Paz Soldán. El primero narra el encuentro de una expedición en busca de seres extraterrestres con quienes la comunicación es imposible. Todo lenguaje fracasa y retrocede como si, de ese modo, esos seres extraños resistieran la colonización. “Toda comunicación implica un nivel de violencia. Para entender al otro hay que rendirse a su sistema de comunicación”, reflexiona el narrador  hacia el final.  El segundo nos relata la marginalidad en un lugar tipo villa miseria que da nombre al relato. En él, el personaje más vulnerable, una niña con facultades de santa, es reclamada por el “monasterio de niños defectuosos” a donde dan a parar los sujetos residuales que no son útiles al sistema o, peor aún, representan un peligro para su Estado totalitario.

Aunque la colección destaca por la variedad de registros y préstamos tanto de la ciencia ficción estadounidense como del relato fantástico latinoamericano, sería insuficiente afirmar que estamos frente a escritores “universales” o “cosmopolitas” que pasan por Nueva York. Resulta más acertado plantear que nos encontramos con narradores y narradoras dueños de una mirada percolada por la globalización que, por un lado, descentran y recolocan el idioma, el español, en un territorio que quizás no es seguro ni feliz, pero donde su presencia difícilmente podría ser invisible, como nos deja saber el terror en el relato de Yuri Herrera, o extinguible, como relata con aprensión Alex Levine. Por el otro, sin duda se trata de un grupo de escritores que reifica la tradición de la ciencia ficción y lo fantástico en el campo de las distopías que depara el siglo XXI, fértil incluso cuando parecía que ya nada podría sorprendernos.

 

Dato

-Los Bárbaros (Vol.1, Núm. 7) estará pronto disponible a la venta en las librerías Ibero.

Es posible adquirir la revista a través de la web https://losbarbarosny.com/ (EE.UU. y Puerto Rico)

-Los Bárbaros también se puede adquirir a través del fan page en Facebook.