Por Claudia Jaramillo

En palabras de nuestra Editora Asociada en Madrid, el cine documental es una mirada atenta de alguien que no quiere tocar lo que ve para no dañarlo. Por ello, se pusó el tapabocas y abrió bien los ojos para traernos sus impresiones sobre la última versión de la fiesta de los documentalistas en la capital española


Lavarse las manos, llevar una mascarilla, mantener la distancia, un año obligados a mirar a los ojos y olvidarnos de las sonrisas, ya no vas al cine de forma espontánea, ahora hay que reservar la silla con antelación, una persona y un espacio de por medio, pero apagan la luz y empieza Documenta Madrid, unos meses después de la última versión intentando retomar la normalidad, ese tiempo que éramos antes. Un año más el festival se celebra para conservar la costumbre e intentar seguir siendo los de siempre. Este año, como siempre, la programación es una oportunidad para ver unas películas que es no circulan en las pantallas comerciales, porque el cine documental es lo que es, atendido por una comunidad pequeñita como si fuera un pueblo en el que todos se conocen en un mundo de más de siete mil millones de personas. 

Alguien en la puerta con una tarjeta que dice Staff te toma la temperatura y le enseñas la entrada que ahora vienen numeradas, hay que respetar el protocolo y nadie se queja, llevamos un año en lo mismo y en las mismas, respetando protocolos. Unas palabras de los responsables del festival, apagan la luz y comienza The House is Black, la única película de Forugh Farrojzad (1935-1967), por la cual fue reconocida como directora. La película o cortometraje o poema largo, fue un encargo de la Sociedad de Ayuda a los Leprosos y son 20 minutos de poesía pura, de silencio de palabras y de imágenes en los se puede entender por qué se lo encargaron a una poeta, a alguien que siente con los ojos, que aunque invisible, te muestra una colonia de personas con una enfermedad que nadie quiere ver sin que notes su presencia, ella no se ve, la oímos y nos presenta a un grupo de personas que la sociedad solía confinar en el olvido y The House is Black está ahí, para que no nos olvidemos de ninguno.

Y el fundido a negro llega cuando los espectadores tenemos el corazón en un puño, es entonces cuando empieza, Où gît votre sourire enfoui? (¿Dónde yace tu sonrisa escondida?), otra película encargo y esta vez a Pedro Costa. Una cámara estática que graba en una sala de montaje el ajetreo de dos cineastas mientras trabajaban en la película “¡Sicilia!”: se trata de Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, conocidos como los cineastas materialistas, y es como estar en el salón de casa de una pareja y sentirse incómodo con la intimidad de esos dos y empezar a sentir la silla y la mascarilla y no querer irse porque estás metido en la mitad de algo y quieres, y necesitas saber cómo acaba. No es la típica película que el espectador espera de Costa, pero es una película de Costa. Según el catálogo de Documenta Madrid, es una película godardiana “porque Danièle y Jean-Marie comienzan siempre con las ideas; son gente de convicción. Creen en muchas cosas”.

The House is Black y Où gît votre sourire enfoui? Hacen parte de la selección llamada Back and Forth, “titulada así en honor a una película de Michael Snow y en la que reunía nuevos trabajos, minirretrospectivas y restauraciones de películas históricas, clásicas o desconocidas de cineastas como Pedro Costa, Forugh Farrojzad, Abbas Kiarostami, Jocelyn Saab o Frederick Wiseman, con la intención de poner en cuestión aquello que separa lo histórico de lo contemporáneo y con la idea de forjar vínculos entre diferentes tradiciones cinematográficas e historiografías de todo el mundo que se extienden desde el pasado hasta el 2021”.

Varias piezas llamativas podían verse en Back and Forth, como Querida Chantal, un corto de cinco minutos del mexicano Nicolás Pereda y es una carta, una video carta, algo viejo y nuevo, ya casi nadie escribe cartas y mucho menos cartas a desconocidos y menos cartas a cineastas desconocidos del otro lado del charco cuando ya están muertos y en parte es que Chantal se nos fue muy pronto y no nos dio tiempo a despedirnos y probablemente no es la carta que yo le hubiera escrito, pero es la carta que tenemos para despedirnos y Nicolás lo hace por sí mismo. Una mujer hace tareas en una casa que quiere abandonar porque está llena de recuerdos que no quiere tener, la voz en off es un hombre que no siempre está narrando lo que hace la mujer de la escena. Es una carta que a mí me hubiera gustado recibir. 

Otra de las secciones de esta edición del festival Djibril Diop Mambéty + Mati Diop: Diferentes versiones del mismo sol, tío y sobrina cineastas, dedicados al mismo oficio con años de diferencia y desde diferente punto cardinal, con Dakar en lugar de encuentro. Porque Djibril Diop nació en África y Mati Diop en Europa “Además de las relaciones familiares, un fuerte interés por la ciudad de Dakar, sus calles, su atmósfera, sus colores, su luz, sus patrones, sus esperanzas y sus anhelos, forma otra línea de parentesco entre ambas filmografías, incluso aunque las películas de Mati Diop apenas hayan pasado por Senegal.” Una excelente oportunidad para acercarse a esos otros cines que son esquivos para las salas y solo encuentras en festivales especializados. En esta retrospectiva, ver la relación de dos cines distintos pero que dialogan, la película de Mati Diop Atlantique (2019) no es un documental al uso, es una amalgama que circula entre el documental y la ficción, lo concreto y lo espectral.

Dentro de la programación especial, cuatro pases especiales, en los que se encontraba uno de los nuestros, El ojo del turista: XIII piezas fáciles, película de Luis Ospina (Cali, 1949 – 2019), quien se murió antes de saber que nos iban a encerrar, y que teníamos que esconder la cara para protegernos de un enemigo invisible. Un turista es alguien que está de paso, como cualquiera de nosotros por la vida. Es una película compuesta de fragmentos, pequeños episodios en la vida de otros en un país ajeno, desconocidos que se encuentra el cineasta en un viaje. Unos peces en el agua, alguien que come, personas haciendo ejercicio al aire libre, episodios de lo cotidiano con la imagen alterada, ya sea la velocidad, o doblando la pantalla, como dejando evidencia del impostor, la realidad alterada en el tiempo y el espacio, tal vez porque el turista mira con otros ojos, con otro tiempo y hace énfasis en ello con los efectos reflejos, dejándose ver reflejado también, con una aparición del voyeur reflejado en el cristal y se delata a sí mismo, y ahí está Luis Ospina mirando su reflejo y mirándonos a nosotros. También hay algunas sorpresas guardadas para el espectador en los créditos finales. 

El cine documental es una mirada atenta de alguien que no quiere tocar lo que ve para no dañarlo. Este año de eventos discretos, de estarnos cuidando de otros para cuidar a los otros no parece el año perfecto para los festivales masivos y tal vez por eso tenía que pasar el Documenta Madrid del 2021 apenas con la resaca del anterior, recuperando su fecha habitual y siendo híbrido, mitad en salas de la ciudad, mitad en casa, con enlaces a películas, y con ese potencial que tiene lo virtual, Documenta de este año salió de casa, es decir, salió de Madrid y se pudo ver casas de otras ciudades de España, y quien sabe, si este mundo de híbridos on/offline nos dé la oportunidad de que los festivales se vean no importa el lugar, porque para eso es el cine, para que alguien lo vea. 


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