Por Claudia Jaramillo / Fotografías de Juan Cristobal Cobo y Alex Berg


 

[Basado en hechos reales a propósito de Un tigre de papel (2007)]

Luis Ospina está de moda. Es un cineasta colombiano que al dedicarse a un género considerado (para algunos) menor, el documental, había pasado desapercibido para el público masivo, pero que desde hace algunos años está gozando de reconocimiento: su cine ha sido exhibido en países como EE. UU., México, Ecuador, España y, ahora, en Colombia, y será el primer director colombiano al que se le dedica un tributo en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). ¿Quién es profeta en su tierra?

El cine de Luis Ospina es un cine militante que busca la reflexión del espectador desde múltiples facetas. En Agarrando pueblo (1978) simula una película dentro de otra, tomando como ejemplo a «cineastas que explotan la miseria con fines mercantilistas», como dice en la sinopsis de la película, en la que ponía en evidencia al espectador sobre cómo entender lo que se muestra y lo que se ve. En Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos (1986) emprende la búsqueda de un hombre desde su entorno, intentando dibujarlo lo más fiel posible y, tal vez, buscando las razones de su muerte; en La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo (2003), en la que muestra la figura de un escritor controversial volviéndolo cercano, deja en el espectador una sensación de inverosimilitud: ¿Vallejo es en realidad cómo lo pinta Ospina? En Un tigre de papel (2007) aborda la idea de un hombre fuera de la realidad, y se vale de estrategias como los hechos históricos para enmarcar los acontecimientos y, de esa manera, darle validez a trama.

De una película documental el espectador espera un retrato del mundo, una cierta representación de lo real y, sobre todo, que no sea falso, ya que el documental, en las definiciones tradicionales, se caracteriza por ser un cine de no ficción. Por lo tanto, el falso documental es un cine de no ficción basado en un hecho no real. Un tigre de papel es una película liberada de la ficción, porque todo lo que a ella pertenece genera una posibilidad de mundo, de modo que el director juega entre las fronteras de la ficción y la no ficción: mientras que la ficción busca un símil para el concepto de verdad, el documental es una representación de una verdad. Argumenta Nichols en su libro La representación de la realidad que “el documental parte de una verdad estructuralmente determinada para reivindicar una correspondencia entre su representación de los acontecimientos y la verdad de una realidad externa”. Ospina no puede cambiar los acontecimientos que sucedieron en la historia colombiana, en los que enmarca la película —los hechos reales—. Puede suprimir los acontecimientos, incluso ignorarlos, pero no cambiarlos, y se sirve de esa verdad externa para darle validez “histórica” al personaje creado para la representación de una posibilidad de mundo en la figura de un hombre efímero, Pedro Manrique Figueroa, testigo de la “realidad” que no depende del argumento, sino del espectador. Recordemos a Sloterdijk: “La verdad ya no se entiende por aquello que se muestra a sí misma”.AFICHE_TIGRE_alta copy_1024Simulacro no es fingir, el concepto de verdad tiene, por fuerza, otra sintaxis. Ospina toma materiales filmados para su parodia de mundo, en la que lo que se dice no es lo que es. Además, tiene un tono característico en su filmografía, ya que es un cine militante que busca la reflexión del espectador desde múltiples facetas. Ospina no miente: construye, como si fuera un demiurgo, un mundo posible.

Con esta película, el director propone la sospecha como una noción de realidad: Un tigre de papel es la reconstrucción de unos hechos con la excusa de la construcción de un personaje, simula la vida de alguien como objeto de pensamiento —lo que se dice no es lo que es, simula, desde una puesta en escena, unas tesis desde un ser creado—; carga de significado la aparente vida de Pedro Manrique Figueroa, quien, al ser ficticio, se convierte en otro modelo de mundo, parodiando el esquema de lo que se entiende como realidad, y persuade al espectador a través del juego con la frontera entre ficción-no ficción. El referente existe como representación de un objeto deseado, y Ospina propone todos los elementos necesarios para establecer un significante y, con ellos, la existencia de Pedro Manrique Figueroa basado en hechos reales.15Crédito título subt inglesLa construcción de un personaje de ficción es un ejercicio de creación en sí mismo, y esa fabricación del hombre nuevo parte no de su infancia, sino de su obra y de los acontecimientos históricos que rodean la misma. La mentira termina siendo una realidad construida, una posibilidad. Es así como Luis Ospina ha construido los falsos documentales, la posibilidad de una historia alternativa.

El cine documental se ha caracterizado por ser un cine de no ficción. Lo que se dice en él tiene valor de verdad, de una realidad que pasa en algún lugar. Un tigre de papel construye una verdad posible, en la que lo real no depende del argumento o de la vida de Pedro Manrique Figueroa, sino del espectador (“La verdad ya no se entiende por aquello que se muestra a sí mismo”), y simular la existencia y simulacro no es mentir. Un tigre de papel plantea, precisamente, una realidad que pretende ser verídica.

Después del documental se han sucedido elementos metatextuales o intermediatextuales que dotan al personaje Pedro Manrique Figueroa de existencia: exposiciones en museos y salones de arte, página web y un perfil de Facebook de Pedro, el artista, haciendo que sea un poco más persona.