El auditorio del Museo de Arte de Lima (MALI) es, quizá, uno de los espacios con mayor carga nostálgica para los cinéfilos de esta ciudad. La Filmoteca de Lima funcionó ahí desde mediados de la década del ochenta hasta su muerte definitiva en el 2003. Definitiva, sí, porque de ella, la Filmoteca, solo queda un fantasma: incorpóreo e insustancial. Pero ese es otro cantar, así que volvamos al cine que nos convoca.

La nostalgia que representa esta sala es similar, en su atmósfera, a parte de la obra de Luis Ospina (Cali, 1949). Por eso la elección de este espacio para darla a conocer es sintomático. Los primeros documentales del colombiano miran hacia el pasado, procuran reconstruirlo y fracasan, no sin humor. Es, por ejemplo, el caso de En busca de “María”, que vuelve sobre los fragmentos que quedan del considerado primer largometraje colombiano, una película silente de 1922, y registra el testimonio de algunas de las personas que participaron en él. Ospina va mostrando, a través de entrevistas y recreaciones, el deterioro y desaparición del material fílmico de María, del cual queda tan solo un pasaje muy breve. Esta nostalgia se vuelve evidente en Adiós a Cali, pues si en la anterior existe una búsqueda y una intención de reconstruir la memoria, aquí ese gesto se asume con resignación. De la búsqueda a la despedida. La protagonista aquí, en cambio, es la ciudad de Calí y su devenir arquitectónico. Ospina presenta la película en dos partes, la primera meramente contemplativa y puntual en su registro de edificios y labores de destrucción y construcción. Formalmente hermética y experimental (los momentos más inasibles de la película, sin duda), para dar paso luego a un Ospina autoreferencial y al testimonio de artistas caleños y personajes vinculados a la demolición, intercalando con citas hipertextuales a poetas y fragmentos de películas. Desde aquí se establecen dos bandos: los obreros, que destruyen el patrimonio; y los artistas, que procuran su conservación. El documental de Ospina, entonces, funciona como una declaración ética del arte, cuyo compromiso alcanza el documento de una ciudad que ya no es más lo que fue. Y este, sin duda, es su fortaleza.

Este “mirar atrás” y la intención de retratar y reflexionar en torno al artista está presente también en Ojo y vista: peligra la vida del artista, en donde Ospina vuelve, diez años después, sobre la vida de un artista caleño callejero que había participado en Agarrando pueblo, un documental en clave de sátira a la imagen colombiana propia de muchas producciones realizadas en los setentas, que tenían en la miseria de sus habitantes su principal caldo de cultivo. El artista callejero se convierte en el abanderado de esta “miseria” y todo el exotismo que de Colombia se vende fuera de ella. El humor, la memoria, la crítica social y la relevancia del arte son, finalmente, los principales elementos en estas primeras producciones de Ospina.A-punto-de-despegar

Del lado peruano, más tarde, se ha estrenado A punto de despegar (Lorena Best y Robinson Díaz, 2015) un largometraje documental que muestra cómo los habitantes de una vieja hacienda agrícola limeña (la última que quedaba en pie), son desplazados debido a los planes de expansión del aeropuerto contiguo a ellos. En medio del tronar que produce el vuelo de los aviones sobre sus cabezas, los personajes se dejan grabar en el proceso de demolición de sus casas y su paulatino éxodo. Con poquísimos testimonios directos, el documental se preocupa más en exhibir la labor cotidiana de destrucción y momentos en comunidad (la preparación de la comida, la charla de viejas amigas, la celebración navideña), que en discursos de denuncia, lo que convierte al relato en un documento fiel del espacio y el proceso que viven, sin caer en la narración lastimera de los hechos.

A pesar de cierta torpeza técnica de su realización (o quizá precisamente por ello), A punto de despegar consigue un retrato naturalista de una serie de personajes que destacan por su amabilidad y su buen talante, a pesar del inminente desalojo. Un retrato de la vida en comunidad, tan impensado en las ciudades de hoy, que se pierde, una vez más, por el desarrollo económico de un país. Y todo esto, en la cinta, dicho así, sin ser dicho.