Una entrevista de Gonzalo Silva Infante

Fotografías de Allison Valladolid


Francisco Ángeles  (Lima, 1977) vive en Filadelfia donde está terminando un doctorado en Estudios Hispánicos. Es fundador de la revista literaria El Hablador y tiene dos novelas publicadas. La primera,  La línea en medio del cielo (2008), no tuvo el éxito que él considera debió tener, pero su redención llegó con su segunda novela, Austin, Texas, 1979 (2014). A partir de esta publicación, que está por agotar su segunda edición, ha tenido mayor participación en el medio literario y se ha acercado más al Perú, a donde incluso pensó no regresar.  Sobre sus novelas, su posicionamiento en el medio literario peruano y su interés por convertirse en agente literario conversamos en esta edición de Perronegro.

A raíz de tu segunda novela, Austin, Texas 1979, has tenido una presencia mediática bastante fuerte, actividad en ferias y muchas entrevistas. Esto te ha puesto, de alguna manera, en una posición privilegiada en el escaso mercado literario del país. Se te da a los casi 40 años (Francisco aclara que no tiene 40, que no sea malo, que tiene 37). En una de esas entrevistas mencionas que desde muy chico te interesó escribir, que fue cuando leíste La ciudad y los perros que pensaste en hacerte escritor. Y ahora puedes dedicarte a escribir sin más preocupaciones. ¿Cómo te sientes de poder estar en esa posición tan privilegiada y sobre todo tan deseada, que incluso podría considerarse un punto de partida real?

Bueno, me hace sentir muy nervioso y me pone una gran presión, porque esta es una situación temporal. Es un paréntesis de la vida académica porque estoy dedicado a escribir mi tesis, pero requiere ciertas horas al día. No estoy metido diez o doce horas haciéndola. Sé que, por lo menos, quiero terminar un libro en un periodo de tiempo determinado, lo que también es una presión, algo que no había sentido nunca: publicar otra cosa. Lo que quería era seguir con este libro porque siento que todavía tiene un camino largo por recorrer. Sobre La ciudad y los perros, me marcó en el sentido de la escritura, de la técnica, de la estructura, de la forma de literatura, pero también por la vida como escritor, no solo de ser alguien que escribe, sino también tener una vida pública. Después te das cuenta, con el tiempo, que Vargas Llosa ha sido una excepción y que nunca va a haber nadie como él y no porque no pueda haber mejores escritores, sino por su presencia pública. A mí me quedó esa idea del escritor: un tipo que sale en medios, que da charlas, no como un iluminado que para solo en su cuarto escribiendo. Ese fue mi modelo y hasta ahora sigo viendo las dos actividades muy cercanas, la de la escritura como algo solitario, y la difusión, la promoción, la venta. Lo segundo puede ser una motivación de lo primero.

Y que de alguna manera has conseguido a partir de Austin, Texas 1979. Ahora eres un escritor admirado por el trabajo que hace; eres valorado como alguien de la cultura. Esto en contraposición con aquellas personas ajenas a la cultura, pero con mucho éxito haciendo dinero.  austin texas 2da edicion

A mí esto otro también me parece bien. De hecho yo estudiaba Economía en la Universidad del Pacífico. No me parece mal ni lo condeno. Creo que en la vocación de casi todos los que pretendemos dedicarnos a la literatura, a algo artístico, siempre hay dudas. Me he arrepentido muchas veces de dejar Economía para estudiar Literatura. Me he planteado muchas veces qué sería de mi vida si hubiera estudiado Economía. En la relación con la literatura, tipo Vargas Llosa, que de muy joven gana un premio internacional y vive de sus libros, son muy pocos los que tienen esa suerte. Creo que no la voy a tener tampoco. Y tampoco la quiero porque me parece un poco aburrido. Eso es otra cosa: ahora que tengo bastante tiempo para escribir me parece bastante aburrido. No me parece ideal lo que algunos escritores esperan, que es vivir de sus libros y dedicarse a escribir todo el día. Hay que tener una vida fuera de la escritura para que esta se alimente. A mí me gusta mucho la vida literaria, pero creo que hay muchas formas de vida que podrían disfrutarse. Ahora lo que estoy pensando hacer es una cosa intermedia, actividades literarias que no tengan que ver necesariamente con la escritura. Me gustaría ser agente literario, hacer una revista, pero no de literatura, sino que tenga que ver con expresión, transmisión de ideas, de experiencias… La misma base que la literatura, pero que no sea una revista de literatura. Son actividades que tienen que ver con el mercado, con buscar patrocinios y clientes. En la literatura no te lo planteas así, aunque el lector es un cliente, por supuesto, pero lo planteas como lector; en el caso de un suscriptor a una revista ya lo puedes ver como cliente.

A partir de Porta 9 entrevistaste a muchos escritores peruanos que no necesariamente tienen exposición mediática, ¿qué tal la experiencia? 

No me gustó por algo muy sencillo: el año anterior, en 2007, tenía un blog de literatura de una revista que se llama El Hablador. Duró pocos meses, pero fue una experiencia de puta madre. No era tan joven, tenía 29 años, pero no tenía muchos amigos en el medio literario. Era la época de los blogs y había ganas de decir que todo es una mierda, que todos los escritores son malos, que todo está mal, que no hay crítica, no hay novelistas, no hay poetas, no hay nada. Tenía esa actitud y me sentía bien, pero por supuesto me gané muchos problemas, antipatías, broncas, lo que a mí me gustaba porque sentía que me hacían caso. Cuando empecé Porta 9 cambié totalmente. En el blog hice entrevistas con preguntas faltosas, medio jodidas, pero me abrí porque choqué con mucha gente, algunos de los cuales eran amigos de los miembros de mi revista; la gente de El Hablador me decía que tal persona se ha incomodado por tal comentario. Porta 9 llamó la atención muy rápido porque el video era algo nuevo, así que me hice muy amigos de escritores, de editoriales; me llamaban, me regalaban los libros, de pronto tenía contacto con el mundo literario. Sentía que tenía que ser más responsable, más serio, portarme bien y hacer un rol de difusor cultural. Me sentí muy controlado, que no era yo, que no era lo que quería hacer. Por eso no me gusta. Ahora, la idea era dar a conocer escritores que no se conocían y no solamente en Lima, por eso viajé a bastantes provincias a buscar escritores, a darles un espacio. Pero es difícil. Ahora, ya con el paso de los años, entiendo el reclamo por la falta de espacio. El asunto es cómo te enteras. No creo que sea del todo falso que hay círculos. Eso no es mentira, pero es normal. No en el sentido de hacer argolla, sino que un tipo X publica un libro y yo cómo sé que lo publicó. El tipo puede ser un genio, pero no puedo leer las mil publicaciones que hay al año, ni yo ni nadie. Lamentablemente, si no se hace un poco de autopromoción es muy complicado que se les conozca. No por argolla, sino porque nadie los leyó.

Sobre todo en un mercado que ha crecido a partir de las editoriales independientes. ¿Cómo se puede generar un espacio donde realmente se lea y se comente las obras que se producen? Ahora parece haber más compañerismo para la promoción del otro sin descuidar la de uno mismo.

Siento que se habla de un mercado con un espacio oficial y uno alterno que habría que construir. Yo soy ese espacio alterno. Estoy en contacto con mucha gente a partir de mi libro, con poetas, narradores que me han escrito, gente que quiere ser escritora y a todos les hablo hasta que veo que me insultan por otro lado. Lo he visto varias veces: gente que me escribe, que me dicen que quieren publicar.

¿Lees lo que te mandan? 

Siempre lo intento. Por lo menos leo un par de párrafos. Hay gente buena. Pero te decía que hay gente más joven, que no ha vivido la época gloriosa de los blogs literarios (2005-2008), esa etapa cuando tenía 28 años y yo era uno de los que disparaba en contra de la oficialidad. Ahora siento que sigo en lo mismo, pero hay gente más joven que recién ha llegado y piensa que yo ocupo ese lugar de oficialidad. Hay cuestiones objetivas que lo contradicen: haber publicado en Animal de Invierno, una editorial independiente en la que yo puse de la mía para publicar ese libro, como muchos otros escritores. Incluso puede verse como un retroceso porque mi primera novela fue financiada por la propia editorial que la sacó. Esta división entre lo alternativo y lo del centro es muy ambigua. La gente que quiere entrar siente que hay argollas que quieren arruinar su talento. Si tuvieran un poco de interés en acercarse con amabilidad, como lo hacen algunas veces, verían que hay gente de puta madre en el medio literario, pero tampoco es grato ver que por un lado te dicen -como a mí me han dicho- que los ayude a publicar o que le dé una chequeada al libro y por Facebook están mentando la madre.

En este tiempo pasando por ferias, ¿es la primera vez que tienes la oportunidad de asistir a tantas en un tiempo no tan largo? 

Sí. A la primera que fui fue a la de Santiago en 2006, como editor, como director de El Hablador. Después estuve en la Feria del Libro de Lima de 2008, presentando mi primera novela; en 2009 fue la de Trujillo y el 2012 presenté a Diego Trelles, la reedición del Círculo de escritores asesinos y nada más. En seis o siete años esas fueron mis participaciones: una en Trujillo, una en Chile y dos en Lima. Fueron cuatro en seis, siete años, y después entre el 2014 y 2015, en menos de un año ha sido mucho más que eso.

¿Cómo manejarse en el sistema representando a Perú en ferias internacionales? 

Quiero retomar la idea de que yo soy el antisistema. Si alguien no me ve así, ya no es mi culpa. Si publico mi novela poniendo mi plata en Animal de Invierno y a la novela le va bien y me quieren entrevistar 30 veces, no voy a decir que no. Si me escribe Alonso Cueto diciéndome que ha leído mi novela y que le parece de puta madre, y después coincidimos en Guadalajara y presenta mi novela ahí, no creo que esa sea la prueba de que hay una argolla; al contrario, es una prueba de que se puede acceder a más lectores, de que te pueden invitar saliendo desde abajo, que no necesitas tener agente. En esta época con Facebook, te puedes dar a conocer. Veo gente que no sé quién es pero que escriben bien. En sus post, quiero decir; no sé si escribirán literatura, pero escriben bien en el sentido de que tienen voz, estilo. Respecto a las ferias, que te inviten es un honor, pero no un premio. Es una posibilidad de ponerte en vitrina. En una feria internacional que te conozcan tres o cuatro personas es mucho. Lo normal es que nadie te conozca. Conocen a Vargas Llosa, pero sé de grandes escritores con grandes trayectorias en Perú que son desconocidos en otro país. No te tienen que invitar porque eres bueno, sino que te invitan en la medida que le puedas dar realce a la presentación peruana. Los están llevando a exponer. Van a escuchar lo que hablas, no lo que dice tu libro porque al final van a escuchar a 20 escritores peruanos y cada uno leerá a uno o a dos máximo. Lo que se van a llevar es cómo te comportas en la entrevista, las ideas que dejes.

Leí que sentías que la novela que estabas escribiendo es mejor que Austin, Texas 1979.

No, me refería a mi primera novela, que se llama La línea en medio del cielo. No sé si mucho mejor, pero creo que no le fue bien. La publiqué a fines de 2008, tuve buenos presentadores, gente conocida como Jeremías Gamboa y Fernando Ampuero. Tuve buenas reseñas de José Güich, Javier Ágreda, Ricardo González-Vigil, entrevistas en Correo, La República, Expreso, El Peruano, etc. Tuve todo lo que tiene un libro que uno piensa que le fue bien, pero ahí quedó. Eso duró mes y medio y nunca más se habló del libro. No fue un libro que pegara con los lectores. Esa ha sido mi frustración durante muchos años. Un libro que yo sabía que era muy bueno, que pienso que es muy bueno, otra gente también lo piensa, y quizá mejor que el otro, pero era un libro raro, que no es para identificarte, donde haya afecto, sentimiento. Es un libro mucho más intelectual, hasta más inteligente. Es diferente. Austin, Texas 1979 es un libro que lo ha leído mi familia, mi papá, y le gusta; el otro libro también lo leyó y no entendió nada. Siempre sentí que me hubiera gustado reivindicar esa novela. Es curioso hablar de esto porque en estos días estoy pensando en una probable reedición, cambiarle muchas cosas.

_MG_1719 Intuyo que la manera en la que está escrita, fuera del tema, es enredada, más densa.

Sí, totalmente. Como que no entiendes qué pasa.

Mientras que Austin, Texas 1979 va fluyendo. ¿Con cuál te sientes más cómodo?

Ahora con el de Austin, Texas 1979, por supuesto. La tercera novela también se parece más a Austin, Texas 1979. En La línea en medio del cielo tenía una aproximación un poco más intelectual a la literatura y era muy fanático de David Lynch, entonces quería hacer un libro lyncheano, que sorprenda, que se pueda disfrutar a pesar de que termina y te deja esa interrogante de no saber qué pasó, cuál es la historia. Eso cruzado con Piglia, con la idea del cuestionamiento sobre cómo contar una historia. En La línea en medio del cielo no se puede contar una historia, es imposible, no tiene principio, no tiene fin, no sabes cuáles son sus límites, qué entra y qué no entra en la historia, porque toda historia es como un relato mucho más simplificado de lo complejo de lo que podemos abarcar. La novela pretendía ser una puesta en escena de esa idea. Creo que salió bien, pero para el 99% de lectores era un pajazo.

Por tu formación como profesional en literatura, por el trabajo que has realizado y más aún con el doctorado que llevas, ¿consideras que de no tener ese conocimiento podrías tener un estilo más libre o procuras regresar a la teoría, a los cánones, a la innovación al momento de escribir?

Creo que al revés. Cuando estudiaba en San Marcos me sentía escritor. Obviamente la escuela de Literatura en San Marcos no te prepara para ser escritor, sino para ser académico, investigador literario, cosa por la que no estaba muy interesado. La crítica literaria (y puede ser muy osado decir esto) a mí no me ha interesado mucho. Me interesa la escritura de ficción y me interesa la teoría política. Me gusta la crítica literaria como blog, periodística, pero no la académica, dura. Me parece aburrido. Prefiero leer más sobre el mundo que sobre el libro. Hay una relación de negación u oposición entre haber pasado acá (Filadelfia) unos años con lecturas muy duras, densas, complejas, de teoría (no literaria, sino básicamente política) y la novela que escribí, casi en paralelo, una novela más bien de emociones, que no tiene la densidad de la primera, de cuando no era intelectual. Es como si la literatura que escribo no fuera un reflejo de lo que estoy haciendo, sino el complemento. Por eso, cuando no era muy académico, mi literatura era más densa; y estando acá, que soy académico, escribo con una voz más personal.

Una voz más personal. ¿Te refieres a la narración en primera persona o al estilo y a la comodidad que sientes al escribir historias como las de Austin, Texas 1979? 

Las dos cosas. Hablar de cosas que conozco más de cerca porque en la primera novela había una cuestión con Fujimori, que nunca se mencionaba, pero que estaba por mi época en San Marcos en el 2000, la época de la dictadura, pero estaba todo muy lyncheanamente. Entonces no tenía que ver directamente conmigo; la segunda novela sí tiene que ver conmigo, no en el sentido de que sea autobiográfico, sino porque conozco bien de qué se está hablando: la depresión, la frustración, los temas que están ahí…

Estás bastante activo en Facebook. Vienes de la época de los blogs, pero con Facebook se ha democratizado bastante, entonces ¿cuál es el rol del uso que le das a esta plataforma como Facebook?

Para mí es clave porque a mí me gusta escribir y me gusta que me lean. La literatura es muy lenta porque demora dos, tres, cinco años en escribir y otro tiempo más en publicar, y no sabes cuántos te leyeron. Lo otro es inmediato. Creo que la “obra” en Facebook es tan o más importante que la otra. No necesito leer la novela para saber si es buena o mala, eso se nota en Facebook.

¿Cómo valoras eso? ¿Con likes?

No, no… Leyendo. Los likes son muy engañosos porque la gente tiende a ponerle like a lo que ellos piensan. Hay temas seguros que tienen un nicho de gente que los va a apoyar, como atacar a Castañeda, apoyar la Unión Civil, estar a favor del aborto, ir contra la Iglesia… Son cosas que apoyo, pero no escribo sobre eso porque me parece demasiado obvio. No necesito que se tenga que ser enfático en esos temas. Hay gente que cosecha likes escribiendo con énfasis o energía, como si estuviera descubriendo la pólvora con huevadas que son muy evidentes. Obviamente va a tener 500 likes porque a la gente le gusta que le digan bonito lo que ya sabe. Me parece peligroso porque es la contradicción del intelectual, que debería abrir el cerebro a perspectivas nuevas que no habías pensado o que no tenías y no decir en clarito lo que ya sabías. Hay gente que no tiene likes, pero que escribe bien. Pienso que deben ser escritores, gente desconocida.