En colaboración con el Instituto Cervantes de Utrecht y como parte de una trilogía de entrevistas, hablamos con el historiador y profesor titular Raymond Fagel sobre la llamada Guerra de los 80 años que cambió la historia de Europa y subsecuentemente del mundo


De manera coincidencial, Raymond Fagel enseña en una universidad cuya fundación está históricamente ligada a la heroica defensa en 1574 que Leiden hizo contra el asedio español al comienzo de la Revuelta Neerlandesa o Guerra de los 80 Años entre España y sus colonias noreuropeas. Ante el valor y la determinación de los habitantes de la ciudad, Guillermo de Orange decidió premiar a sus ciudadanos con la creación de la Universidad de Leiden en 1575, la primera en existencia de las provincias unidas. 

Hay algo realmente simbólico en el hecho de que Guillermo de Orange fundase esa universidad al comienzo de un conflicto que se prolongaría por casi un siglo y teniendo en cuenta que el gran poder global del mundo es ese momento, España, contaba ya con la presencia de al menos diez universidades. Esto quizá contribuyó a ubicar a Leiden en el mapa cultural e intelectual de Europa pues por esa ciudad pasaron y hasta fue hogar de figuras como Descartes, Rembrandt, Hugo Grotius y Baruch Spinoza entre otros; todos ellos figuras del Siglo de Oro Neerlandés cuya existencia fue contemporánea al también Siglo de Oro Español. Así que no deja de ser una de esas ironías históricas que esos dos siglos de oro coincidieran con un conflicto tan prolongado entre esas dos naciones.

Fagel es un historiador que no tiene problema en discutir sobre los mitos que alberga toda narrativa oficial y nacional. En el caso de La Guerra de los 80 Años es la idea de que fue un conflicto entre los protestantes liberales neerlandeses y los recalcitrantes contrarreformistas católicos españoles. Fagel lo describe como una guerra civil, de coterráneos, de neerlandeses luchando al lado de españoles contra otros neerlandeses. De una Leyenda Negra maniquea que sirvió y aún sirve como texto histórico oficial en los Países Bajos pero que poco a poco ha empezado a ser cuestionada por catedráticos e investigadores. 

Una de los aspectos más reveladores de la conversación fueron sus comentarios en torno al lenguaje. Hay que recordar que fueron los románticos ingleses y alemanes quienes concibieron al lenguaje, junto al paisaje, como las dos bases sobre las cuales se puede empezar a construir la idea de nación y esto es algo que la Revuelta Neerlandesa de alguna manera anticipó. Carlos V fue el último rey español cuya lengua materna no fue el castellano. Fagel, nos recuerda que en el siglo XVI, los países como tal no existían y que fue la Revuelta donde se inició la exigencia de hacer que los monarcas y regentes hablaran el lenguaje de sus súbditos.

Felipe II, hijo de Carlos V, prácticamente no habló francés -la lengua predominante de la diplomacia y de la gente culta de la época- ni inglés a pesar de haber estado casado con María I de Inglaterra por cuatro años, ni tampoco neerlandés, una lengua que por cierto se estandarizó en el siglo XVI. Ese obstinado monolingüismo de Felipe II fue usado en su contra por las provincias protestantes calvinistas enfrentadas a él y la corona española. 

Fagel también observa, agudamente, que el inglés no era un idioma importante en los 1500s.  Esta es quizá la explicación más plausible de por qué Cervantes fue leído por Shakespeare en una traducción de El Quijote hecha por Tom Shelton y publicada en Londres en 1612  -y de cuya lectura salió Cardenio, una obra teatral shakesperiana ahora perdida que se sabe fue representada en 1613- mientras que muy posiblemente Cervantes murió sin nunca haber leído una línea del dramaturgo y poeta inglés. Y es que al parecer, en las jerarquías lingüísticas del siglo XVI, el castellano era bastante más importante que el inglés. De hecho, mucho del teatro que se representaba en Amsterdam eran obras españolas, particularmente del ultra prolífico Lope de Vega.

Cuestionado de la razón por la cual una guerra que tuvo tantas consecuencias políticas, territoriales  y culturales dentro de Europa y el mundo no es más conocida por el público en general, Fagel responde que comparado con la labor épica del imperio español que fue el descubrimiento y la conquista de las Américas, la Revuelta Neerlendesa nunca pudo tener la misma magnitud histórica.  

No así, es en el siglo XVI cuando se da ese nexo entre los conflictos pontificio-imperialistas, provenientes de la Edad Media y las guerras religiosas en el seno de una Europa cristiana que -liderada por España- combatía al mismo tiempo al imperio otomano. Y es en medio de todos estos conflictos y tensiones donde, indudablemente, surge el nacimiento de la modernidad tal y como la concebimos y la vivimos hoy en día. Fue el siglo que anticipó al estallido de la ciencia pero fue un período crucial, políticamente hablando. Es el siglo del inicio de esa visión global de la cual hoy ya no podemos escapar. Bertrand Russell en su A History of Western Philosophy declara que el Siglo XVI es el siglo de Lutero, Calvino y San Ignacio de Loyola; pero el caso es que después de entrevistar a Raymond Fagel uno se atrevería a decir que a esa lista hay que sumar a Carlos V, Felipe II y Guillermo de Orange. 


Raymond Fagel es catedrático e historiador de la Universidad de Leiden. Es especialista del siglo XVI y autor de varios libros en castellano, ingles y neerlandés; entre ellos Early Modern War Narratives and the Revolt in the Low Countries -co-escrito con Leonor Álvares Francés, Het land van Don Quichot: De Spanjaarden en hun geschiedenis co-escrito con Eric Storm. Para ver más de sus títulos pulsa aquí.

Esta serie ha sido hecha con el apoyo del Instituto Cervantes de Utrecht cuya labor cultural puede consultarse aquí