Mateo Duarte del Castillo

Al igual que la novela, en estos dias de reagetton y bachata, el rock supuestamente también ha muerto. No así, al igual que Homero, Shakespeare o Cervantes quizá tengamos que regresar tarde o temprano a él


Permítanme ir al grano, apreciado lector, llámese Felipe, Camilo, Juan o Andrés: El rock no ha muerto, lo que sí murió fue el rockcito que usted oía, ese que escuchaba en la universidad para tirarse a la única vieja buena que ha tenido en su plana y monótona vida. Lo oía para tener tema de conversación con la mamacita en cuestión, pero a ella le gustaba Def Leppard y Skid Row y a ud entonces le tocó entonces comprarse un CD de ellos y creyó, al igual que ella, que eso era rock.

Terminada la relación (seguramente a usted lo echaron por mal polvo, y seguramente le salieron con la de “no eres tú, soy yo” agradezca que no le dijeron en realidad el porqué), entonces usted guardó los CDs en una caja y no volvió a oír nada parecido, muy probablemente terminó cuadrándose con esa simplona de la universidad, esa que es más aburrida que un domingo a las seis de la tarde y que cuando le dan los arrebatos se toma unos vinitos y pone a todo volumen Andrés Cepeda, Santiago Cruz, para después ya copetona buscar en Spotify “Rock del que ya no se hace, y que fue el inicio de Cepeda”: Poligamia, hágame el hijueputa favor.

Pero bueno ya no estigmaticemos más, al rock lo han declarado muerto más de una vez (ya perdí la cuenta) y lo han hecho porque se reinventa absorbiendo de otros géneros como el rap: Rage Against the Machine, Limp Bizkit) o la electrónica: (The Prodigy), y entonces los puristas salen a decir a grito herido que eso ya no es rock, que el rock viene del blues y debe ser un bajo, una batería, una guitarra con algún pedal o distorsión, un(a) cantante que cante única y exclusivamente en inglés y un compás de 4/4.

Y en parte tienen razón, así nació y no le tomó muchas décadas para empezar a meterse en listados de ventas, facturar millones y ser escuchado masivamente en emisoras de radio y conciertos, entonces veíamos cómo Led Zeppelin hacía obras maestras de blues-rock, como la canción Since I’ve loving you. Y viajaba por el mundo en un avión propio con jacuzzi en su interior, o los The Who destrozando suites en hoteles de lujo. Pero todo esto tenía un techo o límite creativo, los acordes y la fórmula se agotaron. Llegaron entonces las distorsiones o pedales para guitarras y bajos, los teclados, los sintetizadores y Pink Floyd compone álbumes eternos como el Dark Side of the Moon o Animals (y de paso abre la senda junto con King Crimson del rock progresivo).

Las letras, ya en los finales de los sesenta inicios, con Black Sabbath, empiezan a hablar de temas más oscuros como el satanismo, la bomba atómica o la heroína, pero me quiero detener un poco en esto de las letras: ¿Cuántos géneros musicales tango, bolero, salsa, vallenato o plancha cantan todos sobre el amor? Exploran hasta la saciedad el despecho, el primer amor y su euforia, las traiciones etc, etc. ¿Por qué toda la temática debe ir por ese cauce? Bueno y el reguetón da su definición de amor en una letra que me quedó sonando: “Mi corazón hace bum bum bum, cuando estamos en mi cama y suena trac tac trac”.

El hip-hop y el rock hablan y muestran otras cosas, especialmente a los que estamos hartos del mismo sonsonete temático, de estar en una fiesta y tener sí o sí que buscar pareja para bailar y que nos manden al carajo por feos o mechudos. Nada, acá cada uno baila solo o acompañado, o poguea y sanseacabó.

En este punto Andrés, Camilo y comapañía ya estaban entregados al perreo con casi 50 años destrozándose la cadera para hacer videos en Tik-Tok y cuando por pura casualidad oyen una banda como Megadeth o Tool (las cuales abandonaron hace décadas su influencia del blues), pues obvio no entienden, ni les interesa entender, ellos se quedaron en el pseudo-rock eroticón de Def Leppard con su éxito Pon azúcar sobre mí, y solo atinan a decir: “Esa vaina es puro ruido, definitivamente el buen rock está muerto”. Es decir, se fueron de parranda o a perrear.

Acá no quiero plantear ninguna superioridad ni que Juan, Camilo y compañía sean unos imbéciles (bueno, un poco) y yo un putas (bueno, un poco) solo cuento que el rock no muere, se transforma, agrupaciones de hoy como Gojira o Tool responden a otras dinámicas, metafísica, ecología de línea dura o en contra de la sociedad de consumo. Es más, bandas colombianas como Systema Solar que no son rock, son más rockeras o más contracultura en sus letras que ciertas “Power ballads” de Metallica.

Para terminar, no le hagan caso a estereotipos y prejuicios inculcados desde los medios sobre el rock o el metal, exploren, busquen o pregunten, hay tantos géneros y subgéneros que es probable que les guste alguno, y vuélvanlo la banda sonora de su vida, tal como yo lo hice y hasta ahora va bien, muy bien.


Mateo Duarte del Castillo es artículista, es de los pocos colombianos que escriben sobre música y ha trabajo en cine y medios audiovisuales. Reside en Bogotá, Colombia y ahora nos entretiene y nos engalana con sus notas.