Por Miravel Ladino

No podíamos finalizar el año sin ofrecerles a nuestros lectores un artículo conmemorativo del último álbum conceptual del rock, una re-invención musical que sorprendió al mundo y que salvó a U2 de la autoparodia y de ser recordada como una banda evangelizadora y no como una de las agrupaciones más sofisticadas del rock


Casi exactamente diez años después de que U2 -la banda de rock dublinesa que llegó a converstirse en el producto de exportación número uno de una república marnorteña, católica y dividida- publicara Achtung Baby una fría noche de noviembre de 1991, el artísta inglés Martin Creed recibió en diciembre del 2001, de manos de Madonna, el Turner Prize for su instalación Work No. 227: The lights going on and off. Según los jueces, Creed ganó el Turner por tener la audacia de producir una instalación donde las luces tan solo se prenden y apagan. Y si a algunos eso les parece una absurda parodia del mundo de las artes plásticas, baste entonces recordarles la obra de ese otro gran modernista irlandés, Samuel Beckett cuya pieza teatral de 1969 sin diálogo ni actores llamada Breath (Aliento). La sala está completamente a oscuras y se empieza a escuchar el llanto de un bebé recien nacido, luego oímos a alguien inhalando y exhalando aire. Y mientras ese «actor» invisible respira, la luz sobre el escenario comienza a cambiar de intensidad brevemente para luego despararecer del todo. Breath dura tan solo 35 segundos. Y si Beckett y Creed pueden ser considerados exponentes del llamado «absurdismo», Achtung Baby puede entonces considerarse el último álbum conceptual del rock precisamente por carecer de un concepto tangible.

Y ¿cuál es ese «concepto» cuya ausencia hace que Achtung Baby sea un álbum conceptual? La respuesta es la ironía y las inherentes contradicciones de la «villa global». Es también quizá el haber caido en cuenta -en el caso específico de U2- de que el mundo «no es como lo pintan» y después comunicárnoslo con todo el entusiasmo de un neófito. En la era dominada por MTV los U2 demostraron que ellos tenían más de una vida y lo hicieron subvirtiendo lo que la fama ya les ofrecia al igual que su propia imagen. En la década precedente U2 había llenado estadios y arenas estadounidenses pontificando con canciones como I Still haven’t Found What I’m Looking For hasta auto-parodiarse. La reinvención no podía darse grabando un disco más en Nashville, Los Angeles o Nueva York predicándoles a los conversos. No, Bono y The Edge sabían muy bien que lo que ellos necesitaban era una inyección de introspección, enajenamiento, mofa epigramática, contrariedad e ironía y todo eso acompañado de un nuevo ritmo. Esos atributos no son, por supuesto, exclusivos de la cultura europea pero sí abundan mucho más en el viejo continente que en el Nuevo Mundo, simplemete por ser sociedades bastante más autocríticas. Pero ¿cómo, dónde y con quién reinventarse? No hubo de ser una decisión muy difícil. La búsqueda comenzó en el amalgamiento de la escena musical de Manchester con la historia reciente del rock périferico, alternativo y hasta industrial; eso más ideas prestadas o robadas del arte conceptual. Y no podía ser en otro sitio que Berlín ni con otro productor que no fuese Brian Eno.

En Inglaterra, en ese momento, la droga por excelencia era el ecstasy y la música que lo acompañaba era el rave. No por nada ellos decidieron incorporar ritmos de música semi electrónica y bailable al estilo de los Happy Mondays y The Spiral Carpets pero para demostrar que no eran apostatas del rock introdujeron guitarras y voces distorsionadas así como densos acompañamientos del bajo mientras sazonaban ritmos y acordes de la house music. En otras palabras: la base rítmica de Adam Clayton y Larry Mullen Jr iban a tener que trabajar un poco más por sus millones. El resultado fue una música que combinaba el compás rítmico del rave inglés con acordes superpuestos de guitarras y sintetizadores, añadiéndole sonidos extridentes de la llamada «música industrial» como es el caso en Zoo Station que es el primer tema del álbum o The Fly, una de las canciones más emblemáticas de Achtung Baby.

Tanto como o más que Abbey Road en Londres, Hansa Tonstudio en Berlin es un punto geográfico ya legendario en los anales del rock. Por sus amplios salones cuasi-neoclásicos y sus consolas han pasado nombres ya imperecederos como David Bowie, Iggy Pop, Nick Cave, Depeche Mode, REM, Pixies y por supuesto U2. La lista es extensa e ilustre.

Al parecer en Hansa hay una composición molecular ligeramente diferente en el aire que allí se respira que hace que en su recinto hayan podido grabarse discos clásicos como Heroes de Bowie, Lust for Life de Iggy Pop o Bossanova de Pixies. En ese amplio edificio en lo que era Berlín Occidental, y que se asemeja más a una tienda de departamentos que a un estudio de grabación, aterrizó U2 a comienzos del invierno de 1991. Aterrizaron sin muchas ideas sobre lo que querían hacer aparte de que no querer seguir haciendo lo que hasta entonces habían hecho y que los había hecho multimillonarios.

Bono alguna vez dijo que las bandas de rock inglesas habían ido a las escuelas de arte mientras que ellos en cambio habían tenido que ir a Brian Eno. Y es que Eno es ya un referente inevitable en la música popular de nuestros días. El ex-cantante de Roxy Music ha producido y re-editado más de 100 álbumes entre propios, trabajos originales de otras bandas y hasta recopilaciones de músicos como Johnny Cash y Talking Heads.

No obstante lo que mucha gente desconoce es que la relación entre los dublinenses y Eno data de 1984 y la grabación de Unforgettable Fire. Eno también produjó ese evangelio musical de los irlandeses que fue The Joshua Tree. Así que en 1991 la relación y la metodología de trabajo entre ellos y el mega-productor inglés era familiar. Según el guitarrista la mayor e incuantificable contribución de Eno fueron sus técnicas aleatorias y oblicuas (como que los integrantes intercambiaran instrumentos) así como interminables conversaciones sobre arte, política y sociedad que sostenian en esas largas horas cuando no grababan, algo que se nota inmediatamente al prestar atención a las letras de las canciones. Y es que Brian Eno es de esos casos bastante raros: un artísta/productor de música pop con ideas y opiniones propias e informadas. De ellos hay demasiado pocos. El comentario de Bono implica que la relación profesional con Eno ha sido, entre muchas otras cosas, pedagógica. Cabe añadir el hecho curioso que en el documental que conmemorativo de los 30 años de Achtung Baby el nombre y la imagen de Brian Eno están totalmente omitidos. Esto tal vez pueda explicarse en el hecho de que la producción general de la grabación fue supervisada no por Eno sino por Daniel Lanois quien sí aparce en el documental.

Y ¿qué le enseñó Brian Eno a U2 en Achtung Baby que no les había enseñado aún en Unforgettable Fire o The Joshua Tree? A juzgar por la nueva dirección musical y las letras de las canciones, podriamos especular que les demonstró la validez de aceptar la hibridación, el cambio, la incertidumbre y relatividad de eso que llamamos «verdades». Es como si Eno les hubiera dado a leer libros del filósofo Richard Rorty. También les debió de haber comentado cómo subvertir el sistema ya que durante Zoo TV, la gira que sucedió al Achtung Baby, de simple plancartas y una iluminación relativamente mínima, U2 transformó la tarima en un teatro del absurdo con un caudal inasible de imágenes, letreros y epigramas. La subversión estaba justamente en el hecho de que la gira mundial fue financiada por no otra compañia que MTV. De hecho U2 reconoció el uso de la obra del artísta David Wojnarowicz -quién falleció de SIDA un año después mientras Zoo TV andaba rodando por el mundo- pero los aforismos proyectados uno tras de otro fue un efecto usado previamente por Jesus and Mary Chain y muy posiblemente prestado a su vez de la artísta americana Barbara Kruger. Entonces, en vez de paredes universitarias y París en mayo del 68, teníamos pantallas de televisión diciéndonos: «La rebelión está empaquetada / La Biblia es una obra de ficción / Los estereotipos son divertidos / Mira más TV / La manipulación es un arte / Todo lo que sabes es un error» y el juego de palabras dentro de una sola palabra que es «BELIEVE.»

Recuerdo haber asistido al Wembley Stadium, a regañadientes, a ver Zoo TV y quedar impresionada con la forma tan extraordinaria y el gusto con que U2 abrazó, sin tapujo alguno, el arte de la artificialidad. Y todo esto mientras se escuchaba un bajo funky, una percusión que parecía una maquína preprogramada con la velocidad a tope y The Edge haciendo chillar y gemir sus guitarras mientras mantenía compás tras compás de manera prolongada y precisa. The Edge pertenece a un grupo ultra selecto de guitarristas del rock cuyos acordes no solo son imitados sino identificados casi de forma inmediata por ese público amorfo, global y entusiasta que disfruta del rock en todas sus manifestaciones.

Sería una herejía mayor hablar sobre un larga duración sin pasar comentario alguno sobre sus canciones. Bueno, Achtung Baby es uno de esos álbumes que como Led Zeppelin IV o The Dark Side of The Moon se pueden y se deben escuchar de principio a fin sin deternerlos. Sabemos que son clásicos en el momento en que no hay un concenso general de cuál es la mejor canción o inclusive, de manera más personal, qué tema es supuestamente nuestro favorito. Una de los detalles más distintivos del séptimo álbum de U2 es el tono introspectivo y de gentil antagonismo que adopta Bono en sus canciones. A menudo su voz es mucho más discursiva, más vulnerable y menos bombástica o evangelizadora que en los discos precedentes.

Se ha dicho que One es la mejor canción de amor en la historia del rock. Posiblemente sea cierto pues su mensaje es el del amor para nuestra era de agencias de citas y perfiles virtuales perfectamente pre-editados. «Did I disappoint you / Or leave a bad taste in your mouth» canta el dublinés con todo el estilo de un amante desilusionado, para luego añadir «Have you come here for forgiveness? / Have you come to raise the dead? / Have you come here to play Jesus / to the lepers in your head?» Es imposible ignorar la potencia poética de las letras de Bono. A lo que él le canta es un amor alejado del idealismo hippy y la ramplonería pero que al mismo tiempo continua lleno de optimismo a pesar de la desilución. «We’re one but we’re not the same / Well we hurt each other then we do it again» para al final de la canción recordarnos que «We get to carry each other.»

Y en Acrobat, Bono pone en escena uno de sus momentos más combativos y panfletarios. La canción abre con dos líneas que anticiparon perfectamente estos días en los cuales hasta la validez de los avances científicos son invalidados. «Don’t believe what you hear / don’t believe what you see» Es el mundo de la incertidumbre, sin causa en la que podamos creer y de iglesias de puertas cerradas. «And I’d join the movement / if there was one I could believe in / Yeah I’d break bread and wine / if there was a church I could receive in» Hoy todos nosotros, más que nunca antes, nos vemos obligados a movernos como acrobatas entre las miríadas de opiniones, atajos y callejones sin salida que es el mundo de la política, de la religión y de las relaciones personales. La canción contiene también una de las líneas más citadas de W.B. Yeats «In dreams begin responsibilities» (En sueños comienzan las responsabilidades).

The Fly es sin duda la canción más ruidosa, grandielocuente y abrasiva del disco. Es igualmente el tema que despertó en Bono su lado histriónico, creando el personaje Mefisto muy a la David Bowie con su Ziggy Stardust. Un alter ego que proveyó al cantante irlandés de un nuevo vocabulario. Fue su «respuesta y protección contra las acusaciones de megalomanía» hechas en contra suyo. De nuevo, la letra está llena de patetismo y contradiciones. Contiene uno de los versos más memorables jamás grabados: «It’s no secret that a conscience can sometimes be a pest /It’s no secret ambition bites the nails of success / Every artist is a cannibal, every poet is a thief / All kill their inspiration and sing about the grief«. Son todos estos y otros momentos lo que hace de Achtung Baby una pieza única. Y si ponemos cuidado encontramos que está plena de pequeña reminiscencias. No solo hay un guiño a la teatralidad de Bowie, sino al despliegue de luz y de objetos colgados de Pink Floyd (el marrano fue remplazado por dos autos colgados), el asalto visual de Jesus and Mary Chain y hasta los pantalones de Jimmy Page en The Song Remains The Same a juzgar por el vestuario de The Edge en las fotos de la portada.

Recientemente escribí para esta misma publicación sobre los 30 años de Smells Like Teen Spirit de Nirvana pero los contrastes entre los dos álbumes dificilmente podría ser mayores. Ambos, es cierto, están alimentados por un sentimiento de desencanto pero mientras que lo de Nirvana es un acto de agresión pura cargado de nihilismo y rabia; con U2 ese desencanto se torna gesto irónico y reconciliatorio con lo paradójico y lo contraditorio y de esa manera puede llegar a vislumbrar momentos de empatía y esperanza. U2 fue formada el mismo año en que nació el punk, 1976, y ese género musical fue parte importante de su sonido y estética originales. No debe asombranos por lo tanto que 45 años más tarde los dublineses no estén ya en su ápogeo creativo y musical, pero lo que sí debe asombranos es la cantidad de música emotiva, inteligente y bien hecha que han producido en casi medio siglo de existencia. Ese logro podrá no ser celebrado por todos pero no puede ser ignorado por nadie.


Miravel Ladino es madre de familia y profesora de música en una escuela secundaria de Nottingham. Escribe sobre música y literatura infantil para esta y otras revistas.

Para ver el documental sobre los 30 años de Achtung Baby pulsa aquí