Por Pilar Alberdi
Según Cicerón «filosofar no es otra cosa que disponerse a la muerte» y Montaigne, quince siglos más tarde, lo corroboraría afirmando que «filosofar es prepararse para morir». Esta breve nota desde Málaga, nos recuerda cómo Martin Heidegger —un pensador tan controvertido como influyente— atendió y se preparó para ese llamado
¿Quién es el hombre cuando llega al final de su camino? Es el hombre con consciencia, me atrevería a decir: con mayor consciencia.
Dicen los entendidos en traducción que Heidegger no dijo aquello de «el hombre es un ser para la muerte», sino que hay que «estar para la muerte». No es igual una cosa que otra. En el primer caso es la entrega de un cuerpo, en el segundo, es una rendición de cuentas. El que está para la muerte, la espera con consciencia de sí y de los otros; configura el encuentro, lo imagina y se prepara.
Heidegger falleció el 26 de mayo de 1976; repentinamente, porque la muerte a la que él se preparaba e intuía ocurrió de tal modo. Dos años antes ya había elegido a la persona que diría unas palabras en su funeral; era un joven profesor nacido en su mismo pueblo: Messkirch. Dos hechos esenciales les unían: el terruño y la docencia. Todavía dos días antes de que el deceso aconteciese, Heidegger le envió una nota.
Bernhard Welte, que este es el nombre de la persona encargada de formalizar las palabras de despedida al viejo filósofo, señala el inmenso tesoro que supuso para aquél, su «tierra natal», la mater por excelencia. Su pequeña cabaña en la montaña, a donde se retiraba, y el trato con los campesinos, lo atestigua. Soledad de soledades, acompañado de los suyos, espacio intermedio de soliloquios y diálogo, entre la cuna y la tumba.
Recuerdo la primera vez que leí Ser y tiempo. Una obra reflejo de los pensamientos de tantos filósofos (Parménides, Platón, Hegel…) y, a la vez de uno solo. Sentí que describía la vida desde lo alto, que su mirada se volcaba desde la cima de la montaña, y que no es lo mismo mirar el mundo desde la altura que desde el llano.
Teniendo en cuenta lo expresado por el joven profesor, me preguntó: ¿pudo Heidegger influir sobre las palabras que deberían decirse? ¿Quizá las conversaciones que ambos mantuvieron influyeron?
Hay en ese texto unas palabras que llaman la atención. Se pregunta quien despide al filósofo: «¿Es adecuado enterrar cristianamente a Martin Heidegger?» Insiste: «¿Es conforme al camino de pensamiento de Heidegger?» Anuncia: «En todo caso, él lo ha deseado».
Me sorprende. Finalmente, matiza: «Por otra parte, él no interrumpió nunca su relación con la comunidad de los creyentes».
Y yo me pregunto: ¿Para quién fueron dichas estas palabras? ¿Para el mundo? Un hombre que muere cristianamente no necesita el perdón del mundo. Quizá, fue su última enseñanza.
Pilar Alberdi es Licenciada en Psicología y cursó estudios en Filosofía. Entre sus últimos ensayos publicados están El chivo expiatorio y el círculo de la muerte, (2019) y En el principio, la duda que fue ganador de la VI edición del Premio Diderot de Ensayo en 2022. Ella reside en Málaga y algunos más de sus escritos pueden leerse en http://www.pilaralberdi.com/