Por Reina Roffé

Esta nota nos remite no solo al capítulo XXXVIII de la primera parte de El Quijote -aquel donde Cervantes discurre si es mejor ser un hombre de acción o de letras- sino también a esa idea de cómo la ortodoxia marxista mata la novela. En Semprún -novelista, espía, político, exiliado y sobreviviente de Buchenwald- ambas ideas convergen


En 1939, sobre el bulevar Saint-Michel de París, un adolescente madrileño decide que nunca más se lo identificará como extranjero. El joven se llama Jorge Semprún. De ahí en adelante, no se detendrá hasta sentirse en posesión de la lengua francesa. Así, el español pasará a ser su idioma clandestino, un nexo de comunicación para el militante comunista que luchó contra el franquismo y desde la Resistencia durante la ocupación alemana en Europa. Esa lengua de la infancia que, ineludiblemente, también cultivará en secreto visitando las voces de los grandes poetas en castellano. Aquel joven obligado a madurar deprisa hasta convertirse en el hombre que fue: un combatiente expulsado del Partido Comunista español por alinearse en la llamada corriente crítica, un escritor que se abstuvo de practicar el realismo socialista frecuentado por otros autores de su generación y prefirió autobiografiar o novelar su experiencia poniendo en cuestión los vínculos entre historia y literatura, entre verdad y ficción. 

como ocurre en las historias que giran en torno al confinamiento en el campo de concentración de Buchenwald, donde Semprún fue deportado en 1943, que allí “siempre se es extranjero de alguien”

Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001) es una novela traducida al castellano, como la mayoría de sus obras. Porque Semprún escribe en francés, y cuando habla en español, lo hace con las inflexiones de alguien que ha sucumbido para siempre a la fascinación de la lengua de Gide, Giraudoux y Baudelaire, según él mismo reconoció. De todo esto trata el libro citado y de un muchacho con apenas 20 años que, recluido en un campo nazi, puede ser fusilado en cualquier momento. Sus camaradas buscan un muerto para sustituirlo. Los recuerdos del narrador planean sobre este episodio para mostrarnos una realidad embrutecida y violenta en la que nadie llegará a explicarse jamás «el silencio de Dios» y el de los hombres.

En su obra, compuesta por autobiografías, ensayos y novelas, destacan la trascendencia individual y social que este autor le otorga al compromiso político y una pulsión fuertemente evocadora que nos indica, como ocurre en las historias que giran en torno al confinamiento en el campo de concentración de Buchenwald, donde Semprún fue deportado en 1943, que allí “siempre se es extranjero de alguien”. La voluntad del memorialista impera en cada uno de sus textos, que conforman una incesante biografía del pasado como arma punzante contra el olvido.


Reina Roffé es una reconocida novelista, cuentista, ensayista y periodista argentina. Bonaerense de nacimiento, ha publicado las novelas Llamado al Puf (1973), Monte de Venus (1976), El cielo dividido (1996) y Lorca en Buenos Aires (2016) entre otras. También es autora de Juan Rulfo, Autobiografía armadaJuan Rulfo, biografía no autorizada (2017) y Voces íntimas. Entrevistas con autores latinoamericanos del siglo XX (2021).