Por Ricardo Sanín Restrepo.

Es universalmente aceptado que la verdad científica es una cuestión de método. Menos conocidos son los falsacionistas: aquellos que ven a los científicos como artistas proponiendo ideas audaces para luego tener que someterlas a rigurosos experimentos y comprobaciones. Y ya que la filosofía es la única disciplina capaz de contravenir a la ciencia, les ofrecemos un fragmento de Las tantas y extrañas muertes de Pedro Echavarría, novela escrita por este filósofo y prosista colombiano


El arte no puede salvar al mundo, pero que sí es la única forma de entenderlo y, por tanto, de crear alternativas, pues el arte puede hacerlo todo sin límites. El arte no está preso por ninguna realidad, por lo que, es la única forma de anticipar lo novedoso y que la novedad en la ciencia nunca será novedad realmente hasta cuando deje de ser científica, pues ya el método científico programa, como una gran máquina del tiempo, lo que puede o no aparecer y de acuerdo con cuál contexto. No, la ciencia no hace nada por sí misma, eso es fanatismo, atribuirle un carácter o una dirección, pensar que la ciencia, al no depender de opiniones y, ya que su lenguaje es público y neutro, pueda expresar algo por encima de sí misma, esa es la fantasía más siniestra del poder moderno. La peor fantasía de todas, pues terminamos exterminando todo tipo de vida a nombre de una ciencia que es el tribunal supremo e inapelable de la verdad. Y es eso, es inapelable, somos criaturas que aman la obediencia. Seguíamos los designios de Dios a través de sus pontífices y no ha cambiado nada con la ciencia, excepto que ya obedecemos una disciplina que se dice infalible a nombre de la falibilidad y que dice ha exterminado toda subjetividad a nombre de una objetividad oculta. Una ciencia conducida por una política sin escrúpulos define impunemente unas zonas vastísimas del mundo ético y estético. 

Lo que ustedes sustentan de la ciencia es una falsa creencia, no solo sobre las posibilidades políticas de la misma, que ya es bastante, sino sobre su verdadero significado. Así, lo que están sosteniendo es precisamente lo que buscan combatir, es decir, fetichismo, dogmatismo e ideología. Ustedes todavía están discutiendo la ciencia newtoniana clásica como si Einstein, la física cuántica, la sociología de la ciencia y la termodinámica no hubiesen ocurrido y, por lo tanto, están bajo el embrujo místico de dogmas caducos, ya superados hace mucho tiempo.

La premisa de esa ciencia que ustedes defienden es que sus leyes son autónomas, universales, eternas, y eso, se ha probado, que es una ilusión, pura metafísica mal condicionada, mal digerida. Disculpen, pero eso es simplemente creer en un Dios y sus dogmas, lo que supuestamente están combatiendo. Se trata del mismo Dios y sus acólitos y todo su sistema libidinal de poder, simplemente disfrazados, vestidos con otros ropajes. La naturaleza no es un autómata, ni los seres humanos los depositarios de un saber directo sobre ella. Ustedes todavía están bajo la falsa creencia de que hay un sentido y una finalidad enfrascada en la naturaleza y que nada pasa por acaso y eso es pensar en Dios por otros medios y en la providencia con otros nombres; yo no soy filósofo, pero creo que tienen que despertar al hecho de que el universo es indiferente ante nuestras bagatelas y, creo yo, por ejemplo, los grandes creadores en el arte han entendido eso con valentía y no han querido regresar al útero complaciente de la predictibilidad y la finalidad del universo, al cerramiento lógico de lo posible y lo probable.

Ese método científico que ustedes defienden funciona porque es forzado a funcionar pues el acuerdo entre modelos preconcebidos y sus resultados experimentales son impuestos por el observador. El método científico, como sostuvo con certeza Niels Bohr, demuestra lo que el científico quiere demostrar y cómo el científico quiere demostrarlo. Verán, en su creencia de la ciencia moderna y su papel liberador, están siendo incluso premodernos (poniéndose una palmada en la frente), ¡premodernos!, pues ignoran incluso la crítica que Kant hiciera precisamente a ese aspecto de la dogmática cartesiana.

Su gran prejuicio es una paradoja y en esa paradoja yace todo el problema. ¿Cuál es? Que creen en una ciencia liberada de todo prejuicio cuando el gran prejuicio es pensar exactamente eso, pues nos paraliza el olfato y la curiosidad científica, nos frena en seco y nos exonera de nuestras propias atrocidades. ¿No ven? Están reviviendo una ideología más corrosiva, una obediencia más rígida bajo la excusa pueril de que su método y resultado no depende de nosotros, de que es supuestamente público y universal. Pamplinas. La “gran” ciencia, esa que ustedes admiran y coronan, realmente es más poética que otra cosa, depende más de imaginación y libertad conceptual, de romper la tradición que de preservarla, es lo opuesto a lo que ustedes creen y, en general, como demostraron Kuhn y Fayerabend, funciona de manera contraintuitiva a los que ustedes mantienen».

Yo sé, yo sé, hay toda una corriente de estos nuevos dogmáticos que se llaman «progresistas», en mi país se forran los bolsillos con eso, se comportan como filósofos públicos, pero son mercenarios de la ideología, y lo peor es que no saben ni de ciencia ni de filosofía, sino solamente de pontificar por beneficio propio. Tienen una agenda, y no han leído a Prigogine o Eddington, a Varela o a Badiou y de verdad ni les importa, se quedaron con un repertorio anticuado y falaz.

«…la ciencia que se hace hoy de la cual ustedes toman la punta del iceberg para hacer de ella una espada sangrienta es humilde, al menos, de dientes para dentro, sabe que necesita de múltiples visiones y aproximaciones para revelar algo parecido a la verdad.»

Si algo demuestra la ciencia contemporánea es todo lo opuesto a lo que ustedes están sosteniendo como los puntales para acabar con la superstición. Primero y más importante, demuestra que es incompleta, que no sabe todo, que tiene puntos de fuga y lados ciegos y por ello entiende que no puede tener la última palabra sobre las cosas del mundo como ustedes quieren, pues lo que ustedes quieren es un Dios que les salde los problemas y que al hacerlo, los someta a su obediencia; no, la ciencia de verdad sabe que siempre hay más que descubrir, más que integrar y que los vehículos para hacerlo no se restringen a un aparato árido llamado «método científico». Segundo, que la predictibilidad es una ilusión, pues todo, no solo las relaciones como cree la ciencia clásica, sino incluso las partículas más singulares y aisladas son complejas, es decir, no se le puede echar el manto de lo predecible ni siquiera a una partícula de polvo flotando en el aire pues no hay nada simple y necesario ni en su estructura ni en su comportamiento. Tercero, todavía creen que el tiempo es una parámetro absoluto e independiente de los acontecimientos, un cuadro en blanco y absolutamente neutral que sirve como telón de fondo para la aparición y desaparición de los fenómenos, de sus imbricaciones y transformaciones y eso, eso mis queridos amigos, es absurdo. La entropía nos muestra que las relaciones y verdades del orden y el caos, tal como las hemos apreciado tradicionalmente son un error pues realmente se trata de una relación inestable y compleja donde además interviene la perspectiva, el nombrar que siempre entraña un acto de poder.

El tiempo es no lineal y transparente, es múltiple, inestable, fluctuante. La física clásica desde Aristóteles solo consideró relaciones o interacciones de elementos homogéneos en un plano simple de existencia o superficie y no relaciones complejas donde los elementos crean diferentes formas de equilibrio y formas de ser que transforman su ambiente y viceversa». «¿Dicen gustar de la ciencia pues llama las cosas por su nombre, sin amagues? No existe relación necesaria en absoluto entre las cosas y sus nombres ¿No se dan cuenta? Las cosas solo pueden llamarse por su nombre dentro de un contexto definido y ese contexto es un acto de poder que no es objetivo, ni mucho menos natural. A ustedes solo les sirve un mundo paralizado de cosas simples, estáticas, pero no ven que solo nombrar ese mundo como tal, es ya la enunciación de una complejidad, de un continuo inestable, de un flujo sin comienzo ni fin.

Sin embargo, solo piensen, a ver, piensen realmente en qué es lo que están buscando cuando quieren encontrar completitud en las cosas del mundo, quieren es cerrarles las posibilidades a otros encuentros, clausurar otras formas de percibir y constituir el mundo, de nombrarlo y transformarlo, es un movimiento netamente reaccionario en manos que se dicen progresistas. Pero Dios si están muy equivocados porque la ciencia contemporánea trabaja con los supuestos contrarios, no hay una forma de cerrar o eclipsar el mundo y declarar su final abrogándose un discurso o un teorema que lo describa todo, ¿no ven lo absurdo de ese postulado? Quieren predecir, pero ¿predecir qué? Eso es lo grave, predecir la novedad, el cambio, la posibilidad de que haya múltiples articulaciones de saberes y sentires. Lo más excitante del mundo es su incompletitud, nuestra ignorancia, su misterio, su complejidad y la ciencia que se hace hoy de la cual ustedes toman la punta del iceberg para hacer de ella una espada sangrienta es humilde, al menos, de dientes para dentro, sabe que necesita de múltiples visiones y aproximaciones para revelar algo parecido a la verdad y que su verdad no agota el mundo en sus confecciones y posibilidades. Pero, además, lo que está implícito en la búsqueda que ustedes proponen es que solo quien abrace la creencia podrá ser salvado y con ello están diciendo que solo hay una forma correcta de ser en el mundo y nadie más puede pronunciarla y por esa espantosa tangente reviven el racismo y el clasismo (pensando, poniendo su mano en la quijada en forma reflexiva como quien descubre una verdad que le era esquiva) ¡ah! Entiendo, eso es precisamente lo que quieren, claro, perdonen mi ingenuidad. La próxima ronda la convidamos nosotros.


Ricardo Sanín Restrepo es profesor en varias universidades de Las Américas. Autor de Being and Contingency (Rowman and Littlefield 2020) traducido y publicado en castellano como Ser y Contingencia (Tirant lo Blanch 2023). Asimismo es autor de una lista extensa de artículos especializados. Aquellos interesados en comprar el libro El cuerno de Gabriel puede adquirirse aquí

La imagen principal es la de la famosa «Ecuación de Dirac» que anticipó la existencia de la antimateria y precedió, de manera lógica hay que decirlo, la llamada «Ecuación del amor».