Por Gonzalo del Rosario y Elena Chavez Goycochea / Foto: Nora Curonisy Lostaunau

Roger Santiváñez nació en Piura en 1956. A los veinte años decidió trasladarse a Lima para estudiar literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, siempre con el propósito de convertirse en escritor a tiempo completo. Determinado, se inició en la escritura iconoclasta, primero, frecuentando a poetas reunidos en torno al histórico bar Palermo y, luego, en reuniones con amigos más cercanos en el café Wony, ambos locales situados en el corazón de Lima. El poeta participó activamente como miembro de colectivos poéticos-políticos de neovanguardia, como La Sagrada Familia, Hora Zero y el colectivo Kloaka, quizás el más importante por ser uno de sus miembros fundadores. Lo acompañaron en esta aventura contra-cultural de la década del setenta y ochenta amigos poetas como Dalmacia Ruiz Rosas, Domingo de Ramos y Mariela Dreyfus.

Después de publicar más de diez poemarios en Perú, entre los que recordamos con especial asombro Symbol (Asalto al Cielo Editores y Princeton, 1991), decide retomar el camino incesante del migrante, pero esta vez rumbo a Estados Unidos. Ahí trabaja como catedrático en las aulas de la Universidad de Temple, en Filadelfia, y continúa escribiendo y publicando libros “raros” como Roberts Pool Crepúsculos (2012), poemario que explora los bordes de la memoria del autoexilio y la asimilación de un nuevo lenguaje, mucho más cercano al neobarroco latino.

A veces Roy, como lo llaman sus amigos, visita Nueva York; otras está impartiendo (mejor decir “predicando”) la palabra poética en Lima. El pasado julio, le tocó regresar a Lima invitado como expositor en el “Primer Congreso de Teorías, Crítica e Historias Literarias Latinoamericanas Antonio Cornejo Polar”. Además, participó como panelista y tallerista en La Casa de la Literatura Peruana; y, lo más importante, presentó Sagrado (Peisa), su último libro de poesía reunida entre 2004 y 2016, en el marco de la FIL 2016. Pese a su apretada agenda, Roy nos brindó una tarde para disfrutar de una conversación en el café Haití, frente al parque Kennedy de Miraflores.

G&E: ¿Se podría afirmar que existe una poética de la Memoria en el Perú? 

Partiendo de que viví esa época (la década del ochenta), lo que recuerdo y te puedo decir en cuanto a la poesía es que hay poemas de gente de la Generación del 80 (la más impactada por lo que sucedió) que trasuntan esa experiencia. Por ejemplo, Raúl Mendizábal en su libro Dedeadalé tiene un poema emblemático titulado Pucayacu, que habla del descubrimiento de aquella fosa común en Pucayacu. José Antonio Mazzotti también tiene poemas alusivos a la situación de la violencia política, y yo mismo en mi libro Symbol.

En el poema Guerra.

Sucede que cuando escribí Symbol estaba sometido a tres violencias

¿También interseccionales?

Exacto. Primero la violencia de la guerra que vivía en carne propia todos los días porque a cada rato habían atentados: volaban comisarías o almacenes comerciales. La otra violencia era la de la droga, porque yo estaba metido en la pasta básica de cocaína y esa es una violencia muy grande. Finalmente, tenía la violencia de una relación sentimental, el amor de juventud.

La violencia del amor que debe ser la peor de todas.

Claro. Toda la razón, porque esa es la que da la línea central al libro [Symbol].

Es por eso que Symbol viene a ser tu bisagra entre el conversacionalismo de El chico que se declaraba con la mirada y los trabajos actuales en el neobarroco como Robert’s pool Crepúsculos o Virtú.

Escribí Symbol porque yo nací a la poesía en el conversacionalismo, en lo coloquial. Cuando empecé a escribir poesía era el tono que imperaba y como me adscribí a él, anduve escribiendo varios libros en esa onda. De pronto, llegó un momento en el que quería salir del conversacionalismo pero no sabía cómo. Entonces, un camino que vi en esa época era extremar el coloquialismo. Me preguntaba ¿y dónde está el mayor coloquialismo? En las calles. ¿En qué parte? En las esquinas de los barrios. ¿Y dónde más? En el lenguaje lumpen.

Es así que me relaciono con el lumpen, de la calle. Así llego a adquirir su lenguaje. Fue el deseo de extremar el lenguaje coloquial lo que me hace escribir Symbol, además de extremar mi propia experiencia vital, porque yo vivía en el precipicio en esos momentos. Todo eso se siente en el libro. Lo que pasa es que al meterme en el lumpen pretendía sacar mi voz primordial, la voz primera, una voz más profunda, y aquel viaje interior me da un salto de 180 grados que me conduce a unas playas, así como el peregrino de las Soledades de Góngora, a unas playas inusitadas en las que el lenguaje no era ya un conversacionalismo estándar, sino que era un lenguaje que llegaba a autoiluminarse a sí mismo con el lenguaje.

Ahí comienzo a experimentar con el lenguaje y con un poemario llamado Lauderdale, que sale en la antología Sagrado. Al comienzo, me voy a encaminar en una elaboración así del lenguaje, en una especie de poesía del lenguaje que es un trabajo en el lenguaje y sobre el lenguaje. Cuando llego a Estados Unidos me doy cuenta de que estaba cerca de la experimentación de los neo-barrocos. Ahí me encuentro con los autores incluidos en la antología del Medusario, quienes son como los hijos de Lezama Lima, la primera llamada de atención sobre el neobarroco.

¿Encuentras una especie de divorcio entre el significado y el significante?

Sí, el trabajo que yo hago actualmente está muy vinculado a lo que acabas de decir. Desde Symbol planteo un lenguaje que no necesariamente plantea una necesidad entre el sentido y la forma.

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¿Crees que este tipo de poesía genera un texto que siempre se va a leer?

Claro, porque es un trabajo en el plano del lenguaje.

Entonces, ¿por qué apelar a la combinación de palabras todavía coloquiales como “putina” o “putita”?

Porque quiero demostrar que el lenguaje es arbitrario: que no necesariamente el significante tiene que ver con el significado. Es como ya un trabajo con significantes puros.

Eso convertiría a la poesía en un cuadro lleno de imágenes.

Por supuesto.

¿Te consideras parte de esta corriente neobarroca?

Te puedo decir que soy muy amigo de los poetas neobarrocos y un gran admirador de la poesía de José Coser, Eduardo Espina, Reynaldo Jiménez, los adalides del Neobarroco. Y me gustó que cuando llegué a Estados Unidos me di cuenta de que yo, en la soledad de mi cuarto, en Pueblo Libre, había llegado a este tipo de expresión que coincidía con la aventura de los neobarrocos. Después de leer el Medusario tuve la oportunidad de conocer a Espina en un congreso de literatura y allí entablamos una gran amistad. Poco después Espina hace un “cónclave” neobarroco donde llega desde Uruguay Roberto Echavarren, y estaba Coser y él, y los poetas jóvenes españoles de la poesía del lenguaje como Benito del Pliego, Marcos Cantelli, Andrés Fisher, los poetas más jóvenes españoles o latinoamericanos que tenían esta onda y todos nos reunimos.

¿Qué te dijeron al saber que tú habías llegado al neobarroco sin haberlos leído antes?

Saludaron la intuición y el olfato. Por eso desde un inicio me acogieron como uno de los suyos.

¿Y esta nueva etapa no te ha traído críticas de antiguos compañeros de ruta como Hora Zero o los mismos Kloaka?

Me enteré que mi gran amigo Jorge Pimentel, fundador de Hora Zero, a quien le tengo un gran cariño y mucha estima, andaba diciendo: “Oe, Santiváñez anda escribiendo ahora como Rubén Darío”. Yo le respondí a quien me contó: “Puta qué bacán, ya me gustaría escribir como Rubén Darío” (Risas).

A propósito de tus amigos, hace poco se fue Oswaldo Reynoso, ¿cómo lo considerabas?

Lo recontra consideraba. Nos hicimos grandes amigos en la bohemia de los años 90, en el Queirolo de Quilca. Sin embargo, yo lo había leído desde que era prácticamente un niño quedándome fascinado con Los inocentes. En este libro se muestra por primera vez el lenguaje poético salvaje y urbano que tiene que ver mucho con mi poesía.

Es la mezcla del lenguaje callejero con la poesía, la causa de que Martín Adán le haya dicho a Oswaldo Reynoso tras leer Los Inocentes: “Usted va a sufrir mucho”.

Tenía que ver con eso y con todo lo que significa ser un adelantado.

Y así como Oswaldo Reynoso abrió un nuevo camino en la narrativa peruana con Los inocentes, ¿es Symbol el libro que abrió un camino por donde antes no se había transitado en la poesía peruana?

Obviamente sería muy pretensioso de mi parte afirmar eso, pero yo siempre he andado experimentando y buscando nuevos caminos, me mantengo en estado de creación todo el tiempo.

Sí, nos queda constancia. ¿Cuántos libros lleva publicados?

No los he contado sinceramente pero deben ser más de quince, ya perdí la cuenta (risas).

Eso me recuerda que hace poco George R. Martin le preguntó a Stephen King en un encuentro: “¿Cómo haces para escribir tan rápido?”. Como son best-sellers no hay problema pero, ¿en el caso de la poesía? Muchos poetas dicen que es mejor no publicar muy seguido y dejar reposar a los versos.

Eso que dices es cierto pero yo empecé a escribir poesía a los quince años, cuando estaba en cuarto de media en el colegio San Ignacio de Loyola en Piura, un día que me sentía mal porque estaba en plena crisis adolescente, y de repente comencé a escribir algo que llamé un poema. Luego me sentí muy bien, como curado de la angustia que tenía. Así descubrí cuál era mi camino: voy a escribir poemas. Y decidí ser poeta de una vez y para siempre, y de allí no he parado hasta ahorita. Me dije que entregaría mi vida a la poesía y la he entregado.

Entonces cuando asumes esta actitud tienes que investigar mucho, trabajar con lenguajes, estudiar y leer mucho. Eso es lo que he hecho toda la vida: estudiar los lenguajes de la poesía y escribir, escribir mucho también. Por eso ya con los años aprendes un oficio. Y cuando adquieres ese oficio ya puedes escribir los libros. Pero cuidado porque tampoco te puedes repetir. Si adquieres un oficio y te repites, ahí mancas como creador. Tienes que estar en una permanente negación de ti mismo. De crítica de ti mismo, tratando de buscar sonidos que te lleven a nuevas playas.

¿Qué opinas sobre la crisis del neoliberalismo? ¿Cómo afecta a la producción artística?

El neoliberalismo, en Perú, comienza a entrar con fuerza a partir del segundo gobierno de Belaúnde. Cuando vivía en mi juventud vimos cómo se aplicaba el capitalismo salvaje. Me acuerdo del caso de Zenobia Palomino, quien en un pueblo joven asesinó a sus cuatro hijos para luego suicidarse. Esa clase de cosas nos impactaron muchísimo. Un ‘pata’ que estaba cerca de Kloaka, llamado Frido Martin, realizó una performance sobre dicho tema en un recital de Kloaka. Ahora lo que viene después es muy difícil saberlo. Lo que puedo decir es que tengo la esperanza de que haya movimientos sociales y culturales que promuevan la liberación del ser humano, en contra de ese oprobio tremendo que es el capitalismo como lo conocemos actualmente.

Y dentro de este panorama desolador, ¿qué papel tiene la poesía?   

La poesía siempre tendrá el mismo papel: la crítica; pero no la crítica ideológica sino desde el punto de vista humano. La poesía, o el arte en general, siempre será subversiva, no en lo político sino en lo humano. En el sentido de cuestionar, de negar lo ya establecido, de plantearte otra cosa y otra posibilidad para el mundo, de sacarte de cuadro, ponerte en otra situación. Al menos para mí esa es la contribución de la poesía y el arte verdadero.


1. [Dríades]
A la sombra selvaggia canto silente
Quietud amena transparencia de
La orilla su son en avanzada sol

De súbito sobre la grama en
Soledad & la corriente hacia
Dónde va todo es verde en trozos

Refulgentes melódicos silbidos
Que no acierto a descifrar los
Gansos-bebé en fila india surcan

La clara superficie marrón & la
Canción se hace brisa en los
Guijarros translúcidos al repliegue

De las ondas mínimas concéntricas
Mientras la estela vibra imper
Ceptible una pequeña bahía es

Luz inusitada sobre el césped
Arboles plenos de verdor aves
De pecho naranja iluminación oh

Diminutas albas mariposas a ras
Del colibrí sombra otra vez aca
Ecida en la Natura que me in

Vade el corazón & lo paltea

[de Sagrado. Poesía reunida 2004-2016]

Enlaces de interés:

Poesía de Roger Santiváñez traducida al inglés 

Blog de Roger Santiváñez