Todo gran creador es el producto de sus propias limitaciones. Así, escribir en otra lengua -ya de adulto- equivale a aceptar una especie de ceguera y convertir en virtudes el defecto y las limitaciones. Lo dice Jhumpa Lahiri, ganadora de un Pulitzer y cuyos trasiegos lingüísticos la han llevado del bengalí al inglés y de ahí a su lengua adoptiva: el italiano


Hija de indios bengalíes nacida en Londres aunque criada en Estados Unidos, Jhumpa Lahiri decidió —tras haber publicado tres obras de ficción que fueron recibidas elogiosamente por crítica y lectores— prescindir del inglés para pasarse al italiano. En la lengua de sus admiradas Elena Ferrante y Lalla Romano, Lahiri ha escrito dos colecciones de ensayos y una luminosa novela, Dove mi trovo

Adentrarse, no sin vértigo, en un segundo idioma con el que no tenía familiaridad alguna, en vez de hacerlo con el bengalí que creció hablando con su madre, es algo que suscita la curiosidad entre muchos de sus interlocutores. La perplejidad, incluso. “¿Por qué el italiano?”, le interrogan con frecuencia a esta novelista que en 1999 recibió el Pulitzer por su libro de debut, Interpreter of Maladies

Para dar respuesta a esa pregunta y justificar la adopción de un idioma que ahora siente tan suyo como el inglés, esta profesora de literatura de la universidad de Princeton escribió en 2015 un breve ensayo titulado, precisamente, Why Italian?. El texto forma parte de una colección de piezas muy inteligentes publicadas hace unos meses en Estados Unidos, donde Lahiri reflexiona, siempre en clave personalísima, sobre la escritura y la traducción literaria. Su dos pasiones.  “Escribo en italiano para sentirme libre”, comenta Lahiri.

Pocas acciones son, en efecto, más libres y soberanas que aquellas que se emprenden sin una circunstancia propicia que las avale, o sin contar con un punto de partida favorable. Sin una razón más allá de las que somos capaces de pergeñar. Sin un motivo sobrevenido.

“Enfrentarse a una lengua extranjera de adulto es un desafío enorme”, razona la escritora. “Y sin embargo, las muchas puertas que he tenido que abrir en italiano han acabado haciéndolo de par en par,  para dar paso a una vista espléndida y dramática. El italiano no solo ha cambiado mi vida; me ha proporcionado una vida extra”.

Hay en Why Italian?, compuesto como el resto de los ensayos del libro con un estilo liviano y conciso, una metáfora provocadora. Para Lahiri, escribir en una lengua que no se domina, o que solo se acaba dominando costosamente, después de un esfuerzo arduo, equivale a aceptar una ceguera. Haciendo del defecto y la limitación virtudes, Lahiri se ha valido de un experiencia que caracteriza como un “injerto” para cultivar un punto de vista disímil, marginal . “¿Por qué el italiano?”, se vuelve a preguntar. “Para desarrollar otro par de ojos, para experimentar con la debilidad”.

“Leyendo, escribiendo y desenvolviéndome en italiano en el día a día, me siento una lectora, una escritora y una persona que es más observadora, más activa y más curiosa”, dice Lahiri, quien para poder sumergirse en la cultura del país transalpino ha residido durante largas temporadas en Roma.

El italiano no solo ha cambiado mi vida; me ha proporcionado una vida extra”.

“No dejo de admitir que el italiano no es mi lengua, sino algo que amo y que uso sin poseer del todo. Al mismo tiempo, me pregunto: ¿quién posee una lengua, y en qué sentido? ¿Es algo que depende de tu herencia? ¿De su dominio? ¿Del afecto? ¿Del apego? ¿Qué significa, en resumidas cuentas, ser parte de una lengua?”.


Sergio Sotelo es Editor Asociado de Perro Negro. Ha tenido varias ocupaciones en la equívoca industria de los contenidos periodísticos, pero lo que de verdad le apasiona es hacer preguntas y hacérselas.