Una excursión niuyorkina a cargo de Mayra Chipana


Estoy en Nueva York y en mi lista de lugares por visitar está el Central Perk, aquel icónico café en donde, en la ficción, se reunía el elenco de Friends. Pensé que era suficiente con dar la vuelta al Central Park para verlo en algún punto del recorrido, pero no tuve éxito. Felizmente, sin tener que alejarme mucho, encontré el Museo de Historia Natural y el MET que son enormes, tanto que es imposible recorrer y ver todo lo exhibido en un solo día. En esta ciudad, los festivales van y vienen durante todo el año, y hay para todos los gustos: arte, comida, música, cine, libros, autos, pelea de almohadas, etc. Para muchos, sin embargo, el mayor atractivo de este mes es el Tribeca Film Festival, y después de llegar y pasar por uno de los ocho teatros disponibles, ¡empiezo a sentir la fiebre del cine!

La dinámica es la siguiente: eliges una de las películas, tratas de llegar temprano para ubicarte en un buen lugar, la película empieza, disfrutas de las cómodas salas y cuando termina, aparece el director o productor con ganas de compartir su experiencia y responder a las inquietudes del público. Entonces, siguiendo esta línea, revisando el horario y mirando el tiempo que me quedaba disponible, elegí unas 14 películas para aprovechar mi visita al festival.

Estaba decidida, no había manera de que dejara Manhattan hasta terminar de ver las seleccionadas. Es más, pensé en comprar todas las entradas de una vez y luego pasar por la tienda Tribeca y llevarme un polo con la TFF más grande que hubiera. En la caja repasé mentalmente cómo iba a decir lo que tenía que decir en inglés, lo dije, ellos colocaron todos los datos necesarios y me dieron el número final para cerrar la transacción. Al recibir dicha cifra pensé en todos los DVD’s piratas que podría comprar en lima, la misma suma equivalente al costo de tres meses de un buen menú o simplemente un mes de alquiler en la capital peruana.

Mis expectativas bajaron. Era temprano así que decidí replantear el programa dentro de una sala de cine. El día empezaba con Aloft (No llores, vuela), película de la directora peruana Claudia Llosa, producida en Canadá, 97 minutos de puro inglés sin subtítulos.

El lugar estaba repleto y los colores del Perú aparecieron entre los créditos. La película dio inicio y el viaje comenzó. A primera vista, deslumbrantes paisajes, escenas hermosamente rodadas y un elenco muy comprometido, mientras la historia avanzaba con constantes saltos en el tiempo y un excesivo uso del simbolismo: halcones y un lago congelado que, claramente, no era solo un lago congelado. Disfruté el filme a pesar de tener un final predecible. Al terminar la película, Claudia Llosa salió y las preguntas empezaron, algunas muy técnicas como ¿Cuando escribes un guión lo haces pensando en el actor que vas a poner?, o ¿Cómo haces para dirigir a los actores y que lleguen a ese compromiso que se ha visto a lo largo de la película? Claudia Llosa respondió con mucho entusiasmo, dejando en claro que primero fue el guión, y que un amigo suyo al leerlo inmediatamente supo qué actores podría interesarles participar, se rio al contarnos sobre su primera reunión con la bellísima Jennifer Connelly: Me habían dicho que teníamos solo 20 minutos y terminamos conversando como dos horas. La misma comodidad sintió al reunirse con Cilian Murphy y Melanie Laurent: Desde un comienzo existió química, felizmente, y ya no tuvimos que pensar en nadie más. En cuanto a la dirección de actores, dijo: Pasar de dirigir a personas que nunca habían actuado a actores profesionales fue completamente diferente.

Las preguntas continuaron y la moderadora, que estaba al lado de Claudia, dejó en claro que había tiempo para solo dos preguntas más y luego daba por terminado el evento. Esta indicación hizo que levantara el brazo como un resorte, pero la penúltima pregunta estaba destinada a otro: ¿A qué se debe, por lo general, que las historias que presentas en pantalla sean tan tristes,  tan sombrías? Claudia Llosa se quedó en silencio, parecía que buscaba las palabras correctas, o quizá simplemente estaba tomando impulso. ¿Por qué no?, respondió decidida, ¿A qué le tenemos tanto miedo? ¿Por qué solo reírse está bien? Es como si no quisiéramos aceptar que el dolor está ligado directamente con la vida y que si uno resalta el dolor hace que la felicidad brille más.

Al término del conversatorio, salí corriendo a ver si me encontraba con Claudia Llosa en el camino. La vi, ella estaba conversando con un canadiense que compartía su experiencia de lo que es filmar en el frío. Mientras esperaba pacientemente que terminaran de hablar, me gustó descubrir que el lugar se había escogido porque a pesar del clima y las bajas temperaturas a las que llega, el sol se encuentra tan cerca que esas zonas de Canadá mantienen su luminosidad durante todo el año. Habló con alguien más y luego fue mi turno. La felicité y con un par de brincos le conté que también era de Perú. Ella se alegró mucho y, estoy casi convencida, dio un par de saltos conmigo. Conversamos rápidamente sobre la edición de la película y las decisiones tomadas en la fotografía. Para que no me acusen de acaparadora tuve que despedirme y le agradecí por su tiempo, ella me sonrió y agarrándome la mano como una amiga me deseó suerte y que me ponga hacer cine.

Pasé nuevamente por la caja, muchas de las entradas que hace un momento quedaban disponibles estaban ahora agotadas, compré para ver en la noche la película El Cinco de Talleres, del director argentino Adrián Biniez.

Liga de futbol división C. El capitán del equipo decide retirarse del club y buscar una nueva vida junto a su esposa. Una película sobre el matrimonio, por momentos dulce, por momentos empalagosa, donde los estereotipos de barrio quedan en segundo plano y la intención general es hacer reír al espectador. El director creció en Escalada, provincia de Buenos Aires y siempre fue hincha del Club del Atlético de Talleres, la historia que se ve en la película es de un amigo de Adrián que justo estaba pasando por esos momentos. Cuando empezaron las preguntas estas se dividieron en dos grupos: el fútbol y la relación del protagonista con su pareja. Cuando se respondió que la química era buena porque en la vida real estaban juntos, se volvió rápidamente al fútbol, tanto así que muchos que estaban de espectadores, y que solo hablaban español, se pusieron de pie y pidieron que por favor alguien los traduzca, porque creían poder explicar mejor que cualquiera la pasión que despierta el fútbol como deporte en Sudamérica.

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Dentro de la guía oficial del Festival y de las once fechas, existe un día donde todas las películas son gratis, me enteré a tiempo felizmente, a pesar de tener que estar horas antes y tolerar las largas colas hubo una variada selección de películas. El bloque de competencias eran dos: World Narrative Competition y World Documentary Competition, del primero proyectaron Bridgend, que ganó a mejor actriz, mejor edición y mejor fotografía. También estaba programada la película que abrió el festival Live From New York! (resumen de los 40 años del programa de televisión Saturday Night Live).

Así que, finalmente, pude ver la cantidad de películas que tenía pensado ver en un principio.