Muchos están preparados a padecer la pesadilla de ingresar ilegamente a Estados Unidos para supuestamente alcanzar el cada vez más escurridizo sueño americano. Este es el génesis de una de esas alucinaciones


Hacía fresco pero no llovía. En Medellín al no haber estaciones, todo el año parece lo mismo, solo diferenciamos los recuerdos por si llovía o hacía calor. No sé qué día fue la última vez que la vi, venía desde su casa a la mía con una faldita roja y sin zapatos, sonreía de tal manera que era imposible disimular la felicidad. Se iba, por fin, cambiaba de vida, iba a ser millonaria y feliz. Esa tarde caminaba diferente, no sé si practicaba sus pasos de pasarela para un público imaginario en unas gradas ficticias.

A Catalina su mamá le dijo que iba a trabajar en Estados Unidos de modelo. Tenía 14 años y se le llenaron los ojos. No sabía una sola palabra de inglés, pero eso no le quitó las ganas. Todo el día lo repetía por todas partes; quería ser famosa, ¡y quién no! A mi mamá no le gustaba que me juntara con ella, me decía que era una ‘sinoficio’ y qué otra cosa iba a hacer si la habían sacado del colegio. Vivía a tres casas de la mía, era la primera persona que conocía que se iba para los Estados Unidos y no lo hacía de cualquier manera, se iba a modelar, a salir en las revistas. Su madre, en cambio, se fue por el ‘hueco’. Cuando uno dice: “me voy a la USA por el hueco”, es que ya no hay vuelta, es el todo por el todo.

Cuando era pequeña, mucha gente de mi barrio tenía algún familiar en Estados Unidos y en diciembre llegaban regalos caros, imposibles para la hija de una maestra y un contador, la Navidad marcaba la diferencia entre unos y otros. Los de un familiar en el otro mundo y los que no. A nadie le importaba cómo habían emigrado, si de legales o no, a la gente solo le importaba la plata.

Irse por el ‘hueco’ es irse de ilegal por la frontera con México, un camino que hacen cada día cientos de personas que prueban suerte en el maletero de una furgoneta, escondidos en las ruedas de camiones, o con un ‘coyote’ que los lleva a padecer el desierto o a morir en el Río Grande. La mamá de Catalina se fue un par de días después que ella, dijeron que se había ido en avión a San Andrés, una isla colombiana a media hora en barco de Nicaragua, y desde ahí emprendió camino por Honduras, Guatemala, después lo normal es atravesar México hasta a la frontera, que ahora le han puesto un muro que separa el país de los sueños por cumplir. Un paso fronterizo al que cada día acuden más personas de todas las nacionalidades con el hambre bajo el brazo y la ilusión en los bolsillos.

Tenía el pelo hasta la cintura, unos dientes alineados que no pasaron por la ortodoncia y un cuerpo que no era niña, daba la sensación de haber crecido demasiado rápido. Ella me enseñó a chupar la tapa de los yogures, Catalina no las tiraba con asco, se las lamía y eso a mi mamá le parecía vulgar. También aprendí que dos personas que crecen juntas, no siempre tienen las mismas oportunidades.

En el barrio nunca supimos si la mamá de Catalina consiguió vivir el sueño ‘americano’ de nadar en dólares, tampoco volvimos a saber nada de ella. Uno oye todo tipo de historias, uno lee todo tipo de testimonios y uno ve todo tipo de cosas que pasan en esa frontera a cada rato, como niños abandonados, violaciones como peaje, cabezas rodantes, huesos en el desierto.

Catalina tenía 14 años en 1991, era la niñera de su hermano pequeño y ninguno de los dos conocía a sus padres biológicos; ese mismo año en la ciudad de Medellín hubo 6.658 homicidios por violencia callejera, ese mismo año el Montpellier recibió 43 millones de pesetas(€258.435,20), por el jugador de fútbol estrella de la selección Colombia Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, lo que pagaron por Catalina* nunca se supo.


*Catalina es el nombre ficticio de una historia real que sucedió en mi barrio y sucede todos los días en el mundo porque es una actividad lucrativa con el dolor del otro.

Claudia Jaramillo es cofundadora y Editora Adjunta de Revista Perro Negro en Madrid. No sabemos si esté de acuerdo con su descripción, pero es madre, poeta, escritora y diseñadora. En ese orden