Por Claudia Jaramillo

No se sabe con certeza dónde nació pero si exactamente dónde y cómo murió. Nuestra Editora Asociada en Madrid nos recuerda no solo que fue enterrado dos veces sino también cómo y por qué fue su última y postuma gira


Para mí siempre fue normal ver aviones, era como una de esas cosas que hacía por inercia. Crecí al lado de un aeropuerto y los aviones estaban siempre saliendo hacia alguna parte o llegando de algún lugar. Sabía que había gente que venía a verlos de cerquita, como acercándose a una maravilla irremediable o al lugar de los sueños perdidos, después supe lo de Gardel. A lado de la entrada al aeropuerto pusieron una estatua del cantante, sin pedestal, más pequeña que yo y nunca he sabido si fue por tacañería o porque realmente Gardel era así de chiquito, uno se imagina los mitos de estatura desproporcionada, gigantes e inalcanzables.

Carlos Gardel nació en alguna parte y murió en un accidente aéreo en Medellín en 1935, de pequeña pensaba que Gardel era nuestro porque sonaba siempre en las casas. Murió un lunes 24 de junio a las 3 de la tarde, el cuerpo había quedado calcinado por la furia de las llamas, se pudo reconocer por su dentadura, vestimenta y tal vez, porque era él, Gardel, una leyenda en vida. La ciudad veló y enterró el cadáver en el cementerio de San Pedro, pero poco tiempo después las autoridades argentinas lo reclamaron y pidieron su repatriación.

La República Argentina estaba acosada por terribles escándalos de corrupción, el presidente necesitaba un circo para desviar la atención y encontró en Gardel la excusa perfecta. Para llevarse el cuerpo, el viaje fue largo, duró dos meses y recorrió en continente de norte a sur, pasó de Colombia a Panamá, de ahí a Estados Unidos, después viajó a Brasil, de ahí a Uruguay y finalmente a Argentina. Salió de Medellín el 19 de diciembre de 1935 y por fin llegó a Buenos Aires el 5 de febrero de 1936, mientras tanto, la prensa informaba de todos los pormenores del viaje y nada sobre corrupción.

Llegada del féretro de Gardel

La vuelta de Carlos Gardel a su Buenos Aires querido fue un viaje descomunal, abrupto y digo de una vida intrépida como la suya, salió del cementerio en un coche fúnebre, muy elegante, de ahí lo subieron a un tren hasta que se acabó el riel, continuó en camiones de carga hasta que se acabó la vía, de ahí lo trasladaron en mula hasta que encontraron otra carretera y lo subieron a un carro hasta otro trayecto en tren y del tren pasó a un barco que salió de Buenaventura rumbo a Nueva York porque no había ruta directa Colombia-Argentina en barco. Pero tampoco había viaje desde Buenaventura a Estados Unidos, por lo que desde el puerto de Buenaventura embarcó hacia Panamá –la buena noticia es que ya había canal–, y de ahí el féretro cambió de barco rumbo a Nueva York, y como no zarpaba barco hacia Argentina hasta una semana después, pusieron una capilla ardiente hasta que por fin sale rumbo a Montevideo haciendo escala en Río de Janeiro y de ahí llega a Buenos Aires, a su eterno descanso en el cementerio La Charita.

Salió de Medellín el 19 de diciembre y llegó a Buenos Aires el 5 de febrero. Allí lo acompaña una multitud que lo seguía esperando casi dos meses después de salir de su sepulcro en Medellín, la ciudad en la que siempre hay gente viendo despegar o aterrizar aparatos, sin más razón que sentarse a mirar los viajes que no se hacen.


Claudia Jaramillo es nuestra Editora Asociada. Y que quede claro que sin ella esta revista no saldria al público.