Del otro lado es otra película sobre el conflicto colombiano, pero no es otra película sobre el conflicto, es la historia de dos hermanos que inician un viaje hacia el perdón, al otro lado de la ira.

Beatriz, la madre de Iván y Papeto Guarnizo es secuestrada mientras está de vacaciones. Fueron 603 días de cautiverio y, a diferencia de muchas tragedias en la guerra en Colombia, la madre de Iván fue liberada, vuelve a casa, a sonreír, a lo cotidiano. En cautiverio, Beatriz llevó un diario y escribió cada uno de los días que duró su secuestro. Unos cuadernos escritos con lapicero azul que trazan la cronología de sus emociones, de su crecimiento y su hundimiento como persona.

El diario personal es la transformación del pensamiento en palabras para uno mismo, y tal vez está escrito para no ser leído, como aseguran los hijos en la presentación de la película, pero ellos leyeron los diarios de Beatriz, tal vez tratando de entender por qué ella, antes de morir, aseguró que lo había perdonado todo.

¿Quién? A veces la pregunta no es por qué, ni cómo, sino quién. Quién es Güérima, ese nombre que aparece tantas veces en los diarios de Beatriz, Y a eso van Iván y Papeto, a buscar a ese hombre del que su madre habla con cariño, sin rencor. Güérima, el exguerrillero, el hijo adoptivo, el hombre que tejió una relación prohibida con una madre que no tuvo.

Me acordé mucho de los poemas de Diana Carol Forero que habla de los niños de la guerrilla y que soy incapaz de quitármelos de la cabeza desde que la vi leerlos en el Hay Festival de Medellín este mismo año, de ese otro lado de la historia que nadie nos cuenta y sobre todo me acordé de Mochilas:

No tuve padres
ni hogar
ni hermanos
Aquí al menos no paso hambre
no ando con harapos ni descalzo
y nadie me golpea
No tengo adonde volver
ni qué extrañar
Recuerdo que hasta los ocho
vivía en la finca de doña Joaquina
tenía que cargar leña
atizar el fogón
alimentar gallinas
recoger los huevos
A veces no llevaba ninguno a la cocina
Los devoraba crudos a escondidas
con la misma leña que cargaba
la dulce señorita Joaquina

me reventaba el hambre y las costillas

No tengo adonde volver

ni qué extrañar

no conozco otra vida

que sea vida

Diana Carol Forero, Mochilas (Alexander, 17)

Aunque la película no va de los niños de la guerra ni de cómo llegó Güérima a ser guerrillero ni de por qué no tuvo otra alternativa, otra vida, esa historia personal está ahí. La tragedia de vivir en un país en pie de guerra, en el fuego cruzado de los que tienen y los que no.

El hilo conductor es a través de una aguja de tejer que le fabrica Güérima a Beatriz con lo que tiene a la mano, balas de fusil, un objeto para matar que se convierte en una herramienta para crear. Antes del fundido a negro, vemos a Beatriz con una sonrisa interminable cantando De colores, esa canción que dice que de colores son los pajaritos, el arco iris, la primavera, como si ella, a pesar de todo, quisiera conservar la parte bonita del mundo.

No es fácil hacer una película de este calibre, desde el corazón del protagonista como víctima del conflicto y su camino de reparación personal en el que necesita mirar a los ojos a ese otro, a Güérima y buscar en ellos aquella humanidad que pudo ver su mamá. Tal vez para sanar una herida y dejar la cicatriz.