Las desigualdades sociales, la necesidad de entretener a una población empobrecida y la pasión por el color de una camiseta son solo tres de las tradiciones que se remontan al mundo grecolatino. Y a menos que seas un situacionista acérrimo, vas a encontrar esta nota tanto entretenida como informativa


En 1950 Octavio Paz describió el despilfarro de los escasos recursos en un poblado vecino a Mitla, zona arqueológica en el estado de Oaxaca. Al averiguar la suma total de los recaudos anuales se entera de que reciben tan solo unos tres mil pesos y que además dependen de ayudas adicionales de parte del estado. «¿Y en qué utilizan esos tres mil pesos?». «Pues casi todo en fiestas señor. Chico como lo ve, el pueblo tiene dos santos patronos». Lo sorprendente es que Octavio Paz no se sorprende sino que explica que la pobreza mexicana puede medirse por el “número y suntuosidad de las fiestas populares. Los países ricos tienen pocas: no hay tiempo ni humor. Y no son necesarias; las gentes tienen otras cosas que hacer y cuando se divierten lo hacen en grupos pequeños … pero un pobre mexicano ¿cómo podría vivir sin esas dos o tres fiestas anuales que lo compensan de su estrechez y de su miseria?” ¿Hasta qué punto se puede extender esta idiosincrasia mexicana al resto del mundo hispanohablante? 

Colombia por ejemplo cuenta con un sinfín de fiestas, de hecho cada mes se puede asistir a un festival distinto en el octogésimo-noveno país más rico del mundo mientras que Qatar, el país más rico, cuenta con su día nacional, Eid y Ramadán. Octavio Paz contrasta las fiestas patronales mexicanas con las recepciones de la burguesía sajona destacando la distinción entre el entorno público y el privado, lo cual no es exclusivo de México a mediados del siglo veinte sino que se remonta a tiempos lejanos de la historia universal. Se puede trazar una línea de influencia cultural directa desde el mundo grecorromano a la Latinoamérica de la actualidad y un enfoque en ese período quizás nos explique el origen de esta particularidad muy nuestra.

En 1940 los clasicistas Cary y Haarhoff fueron criticados por recalcar las similitudes más que las diferencias entre Grecia y Roma en su libro La vida y el pensamiento en el mundo grecorromano. Probablemente Octavio Paz no leyó a Cary y Haarhoff antes de escribir El laberinto de la soledad pero estos clasicistas describen las fiestas públicas para la muchedumbre y las privadas y exclusivas que ofrecían los grecorromanos adinerados donde la gula desvergonzada de los invitados llegaba a tal punto que se atiborraban y vomitaban para luego seguir hartandose. Eran sociedades patriarcales, esclavistas y desiguales pero en el ámbito público sí que gozaban de una abundancia de eventos culturales, deportivos y espectáculos para la plebe (quienes posiblemente se portaban menos mal que los susodichos ‘gente de bien’). Según explican Cary y Haarhoff las entradas eran asequibles o gratuitas mas no hace falta una pesquisa profunda para entender que su legado cultural es innegable e incalculable, pues estos eventos para la chusma helénica del quinto siglo antes de Cristo nos dejaron grandes figuras como Esquilo, Eurípides, Sófocles y Aristófanes, cuyas historias aún persisten en nuestra consciencia colectiva. 

No obstante, unos seiscientos años después, el satírico romano Juvenal se mostró disgustado por la decadencia de sus paisanos al escribir que “este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos… ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y circo”. (Cabe destacar que se refería más al deporte que a los festivales de teatro). En 1995 Eduardo Galeano afirmó que el fútbol se parece a Dios en la devoción que le tienen los creyentes y en la desconfianza que le tienen los intelectuales. Pone como ejemplo la burla sutil de Jorge Luis Borges al dictar una conferencia sobre la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en que la selección argentina disputaba su primer partido del Mundial del 1978. Galeano le sigue el hilo a Juvenal contandonos que los intelectuales de izquierda no soportan el fútbol porque distrae a la clase obrera de una meta de más valor, “pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase”. Tal vez Galeano tenía razón; mientras la selección mexicana se enfrentaba a la selección salvadoreña en el proceso eliminatorio del Mundial del 2010, la administración de Felipe Calderón aprovechó el descuido general del pueblo para liquidar la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro. 

Eran sociedades patriarcales, esclavistas y desiguales pero en el ámbito público sí que gozaban de una abundancia de eventos culturales, deportivos y espectáculos para la plebe

La brecha entre ricos y pobres es otra similitud entre los grecorromanos de antaño y la Latinoamérica de ahora; alrededor del año 150 d.c Roma tenía una población de unos 60 millones de los cuales unos 40,000 eran dueños del 80% de la riqueza total, del 99% restante la mayoría eran pobres mas no importaba ya que la élite les ofrecía circo. En las carreras de cuadrigas, los aurigas se fueron organizando en equipos de colores – blanco, azul, verde y rojo – y así nació el amor furibundo y apasionado del proletariado por un color aleatorio, un amor tan intenso como del que fuimos testigos en la final de la Copa Libertadores del 2018 cuando los hinchas de River Plate atacaron el autobús de Boca Juniors dejando a varios jugadores heridos y causando el desplazamiento del partido a Madrid. (¿Qué dirían San Martín y Bolívar de tal decisión?) Plinio el Joven asegura que los hinchas se apasionaban solo por el color del equipo, y para nada por el auriga quien arriesgaba el pellejo en las carreras de cuadrigas, dándole importancia a una inutil camiseta colorida. Indudablemente, estas sabias palabras de Plinio el Joven le ofrecieron consuelo a Luis Figo cuando este decidió cambiar la camiseta azulgrana del Barça por la blanca del club merengue luego de su traspaso hostil y polémico al Real Madrid en el 2000, o posiblemente fueron los €62 millones que pagaron por él los que lograron suavizar el golpe de esas hirientes acusaciones de «traidor, judas y mercenario» por parte de sus antiguos aficionados. 

¿Octavio Paz acierta al comparar las fiestas populares con la pobreza? ¿Juvenal tiene razón al criticar el acatamiento ciego del pueblo con tal de que reciba pan y circo? Puede ser, pero entonces me tocará aceptar mi condición de borrego porque falta poco para las eliminatorias del Mundial de Qatar 2022 y no me las pienso perder.


Gustavo García reside en Londres, es profesor de lenguas y jefe de departamento. Es licenciado en Civilizaciones Clásicas de la Universidad de Leeds, con una Maestría en Educación. En la actualidad está traduciendo al inglés al filósofo colombiano Estanislao Zuleta. Es padre y, al igual que Eduardo Galeano, un futbolista frustrado.