El compositor inglés Edward Elgar arguía que los vicios innaturales son un engendro de nuestro heroísmo y, de manera similar, el ubicuo Borges aseguraba que hacemos un gran esfuerzo para crearlos. Y para este cuentista y poeta los vicios son también construcciones sociales y entre ellos se cuenta uno muy de este momento que, de manera imprevista, está lejos de ser una gran virtud


Los vicios son construcciones sociales, son excusas para señalar a alguien, pero por lo general se conforman por el desarrollo de hábito. Por ejemplo, aquel que se toma porque se acuerda de su padre, que cuando se emborrachaba se ponía bueno. O el caso del que chupa porque de esa manera logra reunir gente a su alrededor, chupado se pone creativo, sagaz, y recibe caridad emotiva.

Otros vicios son penalmente perseguidos, y pareciera que a mayor persecución mayor consumo. Siempre ha habido desbarranco de excesos, pero todos inicialmente son muy simples, como proponerse tomar un vaso de coca cola y, al cabo de una comida, haber tomado un litro. Así se van sumando litros por día, y al cabo de los años, la piel logra la tensión de un globo estirado de tanto desarrollo de tejidos adiposos. Pero eso permite el desarrollo de toda una industria, que va desde las operaciones de reducción de estómagos, a las dietas, los que escriben sobre qué comer, a los productos de baja calorías, son vicios positivos, porque son agregativos.

Así podríamos seguir con otros más obvios: los que consumen cocaína, de la buena, siguen funcionando a la perfección; los cagados son los que no pueden pagarla y les queda el rezago. Y después están los que simplemente van por pegamentos, porque son muy buenos para esconder el frío y el hambre.

Cualquiera de ellos son conversores de intimidad, es un mundo al que se elige entrar y luego hay descubrimientos y camaraderías que atrapan, a veces con gusto, es un territorio ambivalente, algunos navegan muy bien.


Otros vicios son penalmente perseguidos, y pareciera que a mayor persecución mayor consumo

Pero alejándonos de los vicios más obvios, los establecidos, ¿qué hay sobre los recientes? Parafraseando a Umberto Eco… ´el internet hace que cualquier idiota tenga opinión´. Las sumas de estupideces soltadas a la red en milésimas de segundos crean tendencias, y estas generan un laberinto que en tiempos de pandemia se presentan como la única actividad excitante, consumidas por millones de privilegiados que tienen un ordenador.

Pero, ¿qué hay de las nuevas conspiraciones, que hacen hablar a millones de idiotas y que lentamente van creando nuevos filtros de compresión de la vida?

Recientemente revisé la estadística de mis lecturas en un diario: ‘en lo que va del año usted ha leído 738 artículos…´ a razón de 1000 palabras, son 738.000 palabras, como unas 70 tesis doctorales… ¿Cómo fue vivir ese tiempo? En principio, está el placer no declarado y la curiosidad que dan un título y una bajada. Luego uno se sumerge como en cualquier otro vicio, diría, hay semejanzas con las establecidas porque todas comparten casi lo mismo. La curiosidad, un sentido conocido, esperado, pero con una expectativa de que al adentrarnos encontraremos algunos destellos inesperados.

Este vicio, el de leer aleatoriamente, como un cazador que sale a la búsqueda y no sabe con lo que se va a encontrar, es adentrarse a las redes y a la lectura en ella, es un nuevo vicio en el sentido de que nos abstraemos de otras tareas reconocidas como útiles. La lectura aleatoria es, antes que nada, un nihilismo estúpido del que sólo se puede salir si se lo reconoce como tal. No tomar después de una borrachera, es por lo general una medida compositiva; en cambio, un vicioso es capaz de soportar las consecuencias de agarrarse otro pedo el día después de una borrachera.

Leer en el internet es lo mismo, pero sin dolor de cabeza, o sin sales alcalinas.


José Zavala es arquitecto y urbanista de profesión. Reside en Hemel Hempstead, Hertfordshire, Inglaterra. Esta es su primera colaboración para Perro Negro y esperamos no sea la última.