Por Julio Cascavita Camacho

Es uno de esos casos de fama póstuma. En vida muy pocos apreciaron sus gentiles e íntimas interpretaciones llenas de melancolía y desazón. Es ahora, muchos años después de su suicidio, que ha pasado a ser un cantautor de culto. Y ahora ese culto a Nick Drake se extiende a los oídos hispanohablantes con la versión al español de Time of No Reply hecha por el también cantautor argentino Pedro Aznar


Dentro de la industria literaria una de las labores más reconocidas pero peor pagadas recae en el papel del traductor, sin ellos no existiría los llamados éxitos globales y por ello las editoriales comparan el impacto de una obra con la cantidad de idiomas a las que esta ha sido traducida. 

Así mismo, el idioma es un elemento de gran interés para el lector, muchos estudiantes de literatura, y lectores que viven fuera de la academia, deciden mejorar su inglés para leer a Dickens en sus propias palabras, o empiezan a estudiar ruso para comprender correctamente a Tolstói. Este deseo de leer a un autor en su lengua original también nace de la continua fricción que existe entre el traductor y el lector, pues siempre existe el miedo de que el primero no haya comprendido la idea del texto o que su versión esté contaminada por algunas libertades, así se vivió en Bogotá durante 1930, cuando los lectores colombianos no compraron las primeras traducciones de  Mrs Dalloway al considerar que el trabajo de traducción había producido una obra totalmente distinta a la de Woolf. 

Esta distancia entre traducción y original también puede actuar en sentido contrario, es decir, que el lector considere que la adaptación supera a la primera versión, así lo expuso Jorge Luis Borges, quien aseguró que “la versión en inglés de El Quijote de La Mancha era mucho mejor”. El ubicuo y travieso Borges quizá estaba defendiendo sus propias traducciones de Orlando, también de Virginia Woolf y de los cuentos de Poe, donde el autor argentino se tomó la libertad de condensar relatos y así omitir párrafos enteros por considerarlos “aburridos”. 

De acuerdo a lo anterior, el ejercicio del traductor se presenta como un papel sumamente escudriñado en la literatura, que si bien puede hacer que una novela encuentre nuevo público, también puede hacerla cultural e idiomáticamente “ilegible”.

Sin embargo, aunque pareciera que hoy en día la literatura, y en particular la poesía,  se haya trasladado del papel impreso al mundo de la música popular, pues músicos ya han sido galardonados con los más prestigiosos premios de literatura, la labor del traductor en estos casos no ha evolucionado, y cuando alguno de estos trabaja la obra de un cantautor, estos mantienen las mismas dinámicas como si estuvieran traduciendo a un ensayista o a un novelista de renombre.

En este caso el traductor resulta ser diferente al comúnmente conocido. Ahora esto depende totalmente de la rima, casi como en la poesía, pues a la hora de trabajar los cantautores la letra no solo hace parte del mensaje, sino también de la música. Hay una especie de doble musicalidad: la de la composición melódica y también la música implícita e interna de toda lengua. 

Así mismo, en estos casos el traductor también debe ser fiel a la música, pues no se trata de hacer versiones cumbia de Bob Dylan, lo cual daría como resultado un híbrido totalmente diferente, sino por lo general hacer una versión fiel a la original, siendo consciente que la mayoría de los cantautores no escribieron para grandes orquestas, sino que sus canciones resultaban casi siempre de un trabajo íntimo entre guitarra y voz,  así se puede apreciar al escuchar a Joni Mitchell, Simon & Garfunkel o Vashti Bunyan.

Ahora, ahondando en la letra de este tipo de canciones, cabe rescatar que este elemento se presenta como fundamental dentro de estas representaciones artísticas, pues muchos de sus exponentes no son sólo reconocidos como músicos, sino también como poetas. Sin embargo, la traducción de estas letras difícilmente pueden ser interpretadas literalmente, pues, al ser tan dependientes de la rima y la métrica, quien está haciendo una nueva versión privilegia el mensaje que traduce a la forma en que este fue presentado originalmente. Tal es el caso de la versión que alguien como David Bowie hizo de Jack Brel y su majestuosa Dan’s le port d’Amsterdam.

En este punto cabe rescatar a uno de los traductores que, mediante sus trabajos, demuestra el reto que representa traducir este tipo de literatura. Hago referencia al argentino Pedro Aznar, músico reconocido por sus discos solistas y por haber sido el bajista de Serú Girán. Una de las obras que Aznar tradujo del inglés es la canción Time Of No Reply, del inglés Nick Drake, traducida como Tiempo Sin Respuesta. 

En este caso la música resulta ser totalmente fiel a la original, pues mantiene el formato puramente acústico y el arpegio que distinguen a Nick Drake. Así mismo, la letra de la canción mantiene la métrica y rima que planteó el inglés. Sin embargo, lo que destaca de esta adaptación al español es su letra, pues, como fue expuesto anteriormente, el traductor en este caso no es literal con las palabras ni con el orden que utilizó Drake, sin embargo, sí resulta evidente el esfuerzo para que la idea de la canción se mantenga. 

Esto es notorio al considerar el tercer verso de la primera estrofa y el primer verso de la segunda estrofa, donde, aunque los elementos que componen la oración se presenten en un orden diferente, las ideas se mantienen: 

Sin embargo, el tiempo, personaje principal de esta canción, sí adquiere características diferentes en la traducción de Aznar, pues, en la versión en español este decide no responder a quien lo cuestiona, mientras que en el original el tiempo simplemente no es capaz de responder, no tener respuesta es una de las cualidades que lo distingue. 

Esto mismo sucede con los árboles expuestos en el relato, quienes son distintos al considerar las dos versiones: español e inglés. Mientras que en la primera los árboles no saben qué decir, en la segunda estos no tienen nada que decir, asemejándose al tiempo que ya propuso Drake anteriormente. Así mismo, en este caso Pedro Aznar especifica los árboles con pinos,  mientras que Drake no los especifica. 

Lo expuesto anteriormente evidencia los primeros intentos de traducción de cantautores al español, sin embargo, las pocas críticas que han caído sobre Aznar solo demuestran que el interés del público hispano parlante sigue centrado en la novelas, ensayos y poemas de escritores de una lengua extranjera, obviando el valor que ya ha sido reconocido por la academia a los cantautores. 


Julio Cascavita Camacho es un comunicador social de Bogotá y actualmente está concluyendo una maestría en literatura en la Universidad de Los Andes, el centro de educación superior donde Borges recibió en 1963 el grado Honoris Causa durante una de sus tres visitas a Colombia y que luego el cuentista argentino inmortalizaría en su relato Ulrica.