Por Miravel Ladino

Nuestra crítica musical de cabecera regresa con una nota celebratoria a raíz del trigésimo aniversario de la aparición de un álbum que cambió la historia del rock


Son contados los momentos en nuestra vida emocional en que recordamos el sitio y la ocasión precisa en que escuchamos una canción por primera vez. Más raro es aún de que esa canción nos haya gustado desde esos primeros acordes y nos siga gustado con igual intensidad después de tres décadas. Al menos en mi caso eso fue lo que sucedió con Nirvana en 1991 y su magnun opus Smells Like Teen Spirits. En esa entonces el siempre controvertido Michael Jackson era número uno en las listas de ventas con Dangerous y Nirvana lo destronó, como también decapitó de manera robesperiana a un sin número de bandas californianas con mucho más pelo y ropa latex que ideas o buenas canciones. Se ha dicho que Nevermind fue «The kiss of death and the death of Kiss» en alusión a Kiss, una banda supuestamente metalera que había tenido la osadia de producir en serie muñecos de plástico de cada uno de los miembros de la agrupación a manera de ordeñar aún más a sus despistados seguidores.

El caso es que el mundo nunca volvió ser el mismo desde que el larga duración de Nirvana salió a la luz pública. El único otro disco que podría compararsele sería Never Mind The Bollocks Here’s The Sex Pistols. Y hay cierta correlación entre la escena punk británica de 1977 y el llamado grunge de Seattle a comienzo de la última década del pasado milenio. Y no solo es en el título de ambos álbumes.

En Inglaterrra la crisis petrolera creada por ese nefasto aliado de Occidente que es Arabía Saudi, la subsecuente inflación que esa crisis produjó, eso junto con la presencia de misiles nucleares a ambos lados del Muro de Berlin, el fracaso del gobierno laborista de James Callaghan y el advenimiento inminente del tatcherismo crearon un estado de tedio y hastio colectivos que encontraron eco en las letras nihilistas de Johhny Rotten y en canciones como I’m Pretty Vacant. El sueño hippy se había ya desvanecido por completo y el rock había internalizado su propia agresión dentro de la música pero no en sus letras que seguían siendo en su mayoría himnos de duendes y hadas o de mujeres traicioneras según las canciones del anglo-vikingo Robert Plant. Lo opuesto y contemporáneo al punk fue esa otra forma de escapismo hedonista con ropa brillante y tacones que fue el género disco. Ambos -punk y disco- dinamitaron en 1976 de una vez por todas ese monolito musical que era el rock. Poco después aparecería un forma musical todavía mucho más democrática que el punk: el rap, pues prescindia por completo del virtuosismo e inclusive del uso de instrumentos musicales. No por nada es un género áun muy en boga.

Después de esa metamorfosis forzosa generada por el punk, el rock no alternativo se refugió en una parodia de sí mismo, particularmente en California. En los 80 hubo amagos de resurreción con agrupaciones como Van Halen y Guns and Roses pero en realidad esos actos sucumbieron ante el peso de su propio exceso e inhabilidad de modificar y revivir el cuerpo bastante moribundo del rock. George Bush padre llega a la presidencia en 1989 y con él se continuan las absurdas y recalcitrantes políticas republicanas. Seattle es una ciudad en la costa oeste de los Estados Unidos con un clima mucho más parecido a la a veces lluviosa Londres que a la perennemente soleada Los Angeles. Según testimonio de los dos miembros sobrevivientes de Nirvana y de otras bandas grunge de Seattle como Alice in Chains y Soundgarden, no había mucho que hacer en esa ciudad. La heroína y ser vástagos de paternidades irresponsables fueron una especie de denominadores comunes entre esas bandas que en verdad pasaron a ser los reacios predecesores del punk inglés.

Todos sabemos las trágicas circunstancias de la muerte de Kurt Cobain con esa mezcla faustiana de heroína, balas y paranoía. Lo que muchas personas no saben es que grunge ya andaba pateando la lata de su música y aunque está el ya reconocido precedente de The Pixies, fue Smells Like Teen Spirits y su video de MTV de tarde en las noches lo que de un solo empujón los envió de cara a un éxito totalmente insospechado. Tan insospechado que dentro de la extraña lógica darwinista del grunge no se debería ser tan exitoso pues una vez se llega a ese punto de fama y adulación el mercado corporativo de la industria musical es dueño de ti. Cobain detestó varias de las cosas asociadas con su canción más famosa. Su título por ejemplo, que él inicialmente intepretó como un canto de guerra cuando, en realidad era de una publicidad de desoderantes para chicas adolescentes y el recuerdo de haberse sabido ignorante frente a mucha gente se sumó a su lista de tormentos. También despotricó del vídeo, que hoy por hoy es -y de lejos- el más visto en la historia del rock, con más de 1.3 millardos de visitas. A mi personalmente, no me disgustan las bailarinas de negro que casi es el único toque femenino. En el vídeo aperece solo una joven tratando de moverse en medio de una marea agresiva de chicos. Es todo un oleaje de pelo lacio y testosterona lo que domina las imágenes de Smells Like Teen Spirit. Y su disgusto por su propia creación se extendió hasta el punto de rehusar incluir esa canción en sus conciertos.

Pero Nevermind es mucho á que una canción monumental, todo el álbum es una descarga de alto voltaje que logró revivir el cuerpo comatoso del rock. Temas como Come As You Are, Territorial Pissing, Lithium, Something in The Way y Lounge Act están llenos de ternura y empatía pero también de enajenación mental, patetismo y embeleso. Una cosa más: escuchando de nuevo las canciones para escribir esta nota me percato por primera vez del número de veces que Cobain habla de armas de fuego «Memoria, memoria / And I swear I don’t have a gun / I don’t have a gun» repite en en el coro Come As You Are y las primeras palabras de Smells Like Teen Spirit son «Load up on guns, bring your friends» Al parecer el letrero ya estaba escrito en el muro para usar esa metáfora inglesa. Un poco antes del suicidio de Cobain en 1994, recuerdo haber leído en Melody Maker una declaración del ex-drogadicto más famoso del mundo y amante también, como mucho estadounidenses, de las armas de fuego, William Burroughs, quien declaró tras un encuentro con Kurt Cobain: «Ese joven tiene muchos problemas.» Y si lo dijo alguien como Burroughs, quizá las personas más allegadas a Cobain debieron haber sido un tanto más resueltas, aunque siempre es fácil decir eso desde la restrospectiva de los hechos.

Nirvana brilló caotica e incandecesntemente por tan solo siete años. Fue una supernova musical que nos seguirá iluminando por mucho más tiempo. El sufrimiento público de Cobain se ha convertido de alguna manera en nuestro goce y adulación y eso, creo yo, lo hace un artísta fatídico en el término más cabal de la palabra. Fueron 27 años de una existencia que, al igual que esos otros famosos miembros del club como Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones y Jim Morrison, dejaron un legado que millones de vidas más longevas nunca dejaremos.


Miravel Ladino es madre de familia y profesora de música en una escuela secundaria de Nottingham. Escribe sobre música y literatura infantil para esta y otras revistas.