Desde Cambridge, Massachussets, nos llega esta reseña del último documental de Errol Morris sobre Steve Bannon; quizá el lugarteniente más vociferante de Donald Trump y una figura tan controvertida como preocupante. Eso sí, muy a tono con estos aciagos y extraños tiempos que vivivmos

American Dharma

El patio de butacas del Brattle Theater, un cine de repertorio localizado en las inmediaciones de Harvard Square, en la progresista localidad de Cambridge, está al completo en este viernes de primeros de 2020. Hay una expectación notable entre la concurrencia por ver la última película de Errol Morris, uno de los documentalistas más influyentes y provocadores dentro y fuera de Estados Unidos. La anunciada presencia del autor de The Thin Blue Line (1988), todo un hito en el documental contemporáneo, explica que —cosa cada día más anómala en estos tiempos de Netflix y cinefilia de living room— se hayan agotado con antelación los tickets. También lo explica, cabe presumir, el interés y la pareja animadversión que suscita en la opinión pública el protagonista de American Dharma, Steve Bannon. En un país donde la ideología gruesa y las filiaciones partidistas dividen a la gente más que nunca, el mañoso estratega político que catapultó a Donald Trump a la Casa Blanca es un personaje controvertido como pocos. Demagogo y soberbio, Bannon parece estar en su salsa cuando le toca impersonar al polemista. Lo muestran bien la hora y media de metraje de un documental donde Morris repite el esquema de dos de sus anteriores títulos dedicados también a retratar a sendos personajes turbios de la política yankee, como era el caso de Donald Rumsfeld en The Unknown Known, o de Robert S. McNamara en The Fog of War

Básicamente, aunque con un grado de preciosismo en su cinematografía raro para el género, American Dharma puede resumirse como un vis a vis teatral entre el propio director y el entrevistado. Así, al hilo de una conversación donde se alternan preguntas incómodas con respuestas más o menos complacientes, el ex militar y antiguo ejecutivo del banco de inversión Goldman Sachs elabora, con retórica amanerada, su ideario nacionalpopulista. Ello, al tiempo que descodifica con didactismo las presuntas razones detrás del auge del mercurial Trump. Ese cara a cara tiene lugar en una localización escenografiada con mucha deliberación simulando una base aérea militar, mientras en la pantalla se alternan capturas de Twitter o titulares periodísticos con escenas de archivo de películas clásicas de Hollywood. Títulos como Twelve O’Clock High, con Gregory Peck; o The Man Who Shot Liberty Valance, con James Stewart y John Wayne. Breves secuencias seleccionadas por el mismo Bannon en un ejercicio de exégesis cinemategráfico-patriotera, y que le sirven para ilustrar las fuentes de las que bebe una ideología, la suya, imbuida de feromonas y maniqueísmo.

La crítica de Estados Unidos ha sido severa con American Dharma, un filme que tuvo su premier en el Festival de Venecia de 2018, pero que por razones nada aparentes se demoró un año en llegar al público norteamericano. Será lo primero a lo que aluda Morris en el coloquio, transmitiendo un punto de perplejidad ante las acusaciones de tibieza con las que la prensa especializada ha recibido su acercamiento a un personaje tan abrasivo como Bannon. “¿Soy el único a quién aún le queda sentido de la ironía?”, dirá. 

Aunque sin ocultar un desacuerdo esencial con Bannon, el cineasta aclarará enseguida que, más que el ánimo de rebatir sus ideas y el discurso capcioso de la derecha populista estadounidense que las ampara, el disparador que puso en marcha la que constituye su decimotercera película fue, sencillamente, intentar entender la psicología de un individuo al que Morris describe como belicoso. “¿Quién demonios es este tipo? ¿Qué coño está pasando aquí?”, dirá el director que se preguntó a sí mismo al referirse contemporáneamente al hombre a quien una portada del semanario Time calificó como el “Gran Manipulador”, y a la “pesadilla interminable” —esto último, en sus propias palabras — del trumpismo. En un rato, cuando llegue el turno para las preguntas de una audiencia heterogénea en la que se adivinan muy pocos simpatizantes de Bannon, Morris reiterará su comentario del inicio del coloquio. Con su socarronería de judío neoyorkino, el también productor y colaborador del alemán Werner Herzog argumentará que su película, contrariamente a la interpretación de sus detractores, ha pretendido ser algo muy distinto a una farsa para el lucimiento de Bannon. Según el autor de la miniserie documental Wormwood, que reconstruye los manejos para tapar ensayos con muertes fatales con LSD y otras drogas que la CIA efectuó en los 50s con sus agentes como conejillos de Indias, American Dharma es una treta nada obvia para que Bannon se retrate él solo en su torpeza intelectual y su megalomanía crédula e ilusa. Las mismas que le han llevado a creer a Bannon que, efectivamente, como connota el título de la película, es un personaje cuya peripecia de vida obedece a un destino moral que tiene que cumplir. Su “dharma americano”. 

“Ésta es una película sobre el autoengaño”, aclarará Morris. “He hecho ya una cuantas películas sobre el asunto”. ■ 


Sergio Sotelo es un periodista vasco radicado en Boston que dice conocer pocas adrenalinas tan potentes como la de salir a reportear con un cuaderno de notas y un pilot que escriba fino para, a la vuelta de sus callejeos, darse el gusto de contar las cosas que ha visto y las que ha creído escuchar.