Escrito por Alexandra Martens

 

La guía se reduce a un revelador enunciado: “Necesitas ser práctico”. Para cumplir con aquella premisa, los insumos son fáciles de conseguir (por ahora): Agua, comida enlatada, linternas, botas, zapatillas, un Smartphone bien cargado, jabón, aspirinas[1]. El objetivo: sobrevivir al Apocalipsis, una catástrofe anunciada desde el inicio de todo. Esta es apenas una de las infinitas listas que se esparcen en Google bajo el mismo supuesto. ¿Será, entonces, que estamos cerca al fin de los tiempos?

Tal y como sucede con la muerte, el fin de la humanidad es una fecha tan esperada como sobrecogedora. Por ello, se le ha visto llegar varias veces bajo diversos nombres: véase la llegada del nuevo milenio y la espera del fin de la humanidad (2000), la profecía del Calendario Maya (2012) o el impacto de un asteroide en Puerto Rico un 23 de setiembre (2015). El hombre ha demostrado ser más fuerte de lo que parece, ya que a todos estos ‘fines del mundo’ ha sobrevivido incólume.

En respuesta a estos falsos presagios, un grupo de científicos de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, ha propuesto un método de predicción más acertado y ha diseñado un reloj del futuro. Se llama Doomsday Clock, traducido al castellano como Reloj del Juicio Final o Reloj del Apocalipsis. El objetivo es claro: este trata de vaticinar la hora en que la humanidad deshabitará la Tierra.

Diseñado en forma de reloj analógico, en este se representa, de manera simbólica, el fin de la humanidad tras la llegada de la medianoche. El primer Doomsday Clock, creado en 1947, indicaba que faltaban siete minutos para las doce: el peligro, se reconocía, era inminente, pues ya habían estallado las bombas de Hiroshima y Nagazaki en Japón y se temía la detonación de otra, tras las tensiones de la posguerra. En su concepción original, el reloj ponía especial hincapié en la amenaza de la extinción humana tras una posible guerra nuclear; sin embargo, desde el 2007, incluye en sus índices de medición los efectos del calentamiento global, el desarrollo de tecnologías inteligentes, la ciberguerra y el bioterrorismo.

El reloj aparece, desde su concepción, en cada edición del Boletín de los Científicos Atómicos, una publicación académica bimensual fundada por algunos de los miembros del Manhattan Project, quienes estuvieron directamente involucrados en el desarrollo de las primeras armas nucleares del mundo, bajo el contexto de la Segunda Guerra Mundial.  En la actualidad, el Bulletin of the Atomic Scientists es una organización sin fines de lucro, cuyas publicaciones van dirigidas al público en general y se centran en temas relacionados a la amenazas que acechan a la supervivencia del hombre, tras la construcción de armas nucleares, el cambio climático, entre otros. La hora del Reloj del Juicio Final se modifica de acuerdo con el peligro percibido por los científicos de este grupo.

Fin del mundo con nombres y apellidos

El Bulletin of the Atomic Scientists incluye, entre sus miembros, a 16 premios Nobel. Entre ellos: Roald Hoffman, Masatoshi Koshiba, Frank Wilczek y, hasta antes de fallecer, pertenecía también a esta organización Stephen Hawking, quien sostenía que la Tierra iba a desaparecer para convertirse en una enorme bola de fuego. El británico decía que la única solución para evitar la desaparición de la especie humana era que esta se trasladara a otro planeta, ya que la Tierra no tiene salvación, pues se va a sobrecargar y el elevado consumo de energía la destruirá. Todo pasará en el año 2600, aseguraba[2].

Así como Hawking, otros se han aventurado a predecir la llegada de la voluble fecha. Amante de la teología y la alquimia, el astrónomo Isaac Newton (conocido por la ley de gravitación universal) predijo que el mundo se acabará en el año 2060. El inglés realizó el cálculo a partir del libro de Daniel, situado en el Antiguo Testamento, en la Biblia: según afirmaba, debían pasar 1260 años después de la refundación del Sacro Imperio Romano, efectuada por Carlomagno en el año 800. De esta manera, el fin de los tiempos sería en el año 2060 de nuestra era[3].

Otros, más modernos y menos espirituales, creen que el epílogo de nuestro tiempo será propiciado por el agotamiento de los recursos naturales del planeta. Un estudio publicado en la revista Sustainability en el 2015[4], llevado a cabo por investigadores de la Universidad Anglia Ruskin de Inglaterra, llegó a la conclusión de que el mundo terminará en el año 2100. Los científicos se basaron en un software que evalúa la rapidez con que los recursos del planeta se agotan. Si esto ocurriese, remataron los ingleses, la Tierra será inhabitable. El hombre, se desprende, sería su principal verdugo.

Siguiendo esta línea, la Organización Mundial para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), ha estimado que, en el año 2025, dos de cada tres personas no tendrán acceso al agua si “los patrones de consumo actuales continúan” (la FAO ha puesto énfasis en el derroche de agua en la agricultura, en el cambio climático, en la pérdida y desperdicio de alimentos)[5]. Además, agregan, en el año 2030, se viviría un periodo de “hambre cero”, que desencadenaría en aquel fin inesperado que ha sido evocado desde el principio de todo.

¿Es una gran farsa el calentamiento global?

A pesar de las advertencias y las predicciones y las evidencias tangibles (véase el derretimiento de glaciares, la migración de animales hacia espacios más fríos habitables para sus necesidades[6] y de las temperaturas disonantes de estos últimos años, cuyo pico se encuentra en la elevación de 0,8 ºC de la temperatura media de la Tierra durante el último siglo y casi el doble en algunas zonas del Ártico[7]), hay quienes creen que el calentamiento global es una farsa propiciada por motivos políticos y financieros.

En el 2007, salió a la luz el documental británico The Great Global Warming Swindle (La gran farsa del calentamiento global, en español) que exponía al fenómeno como una mentira desde el punto de vista científico, afirmando, entre otras cosas, que el dióxido de carbono no es el causante de las altas temperaturas del planeta; que las emisiones humanas de este nunca podrían ser la causa del calentamiento global por ser estas muy bajas, a comparación de otros elementos de la Naturaleza, como las plantas y los volcanes; y que la Tierra ya ha pasado por fenómenos similares de altas temperaturas, como el que se vivió del siglo X al XIV en Europa, conocido como ‘Periodo cálido medieval’, y ha sobrevivido.

El documental recibió numerosas críticas (más negativas que positivas), sin embargo, hay quienes sostienen fielmente su veracidad. Por ejemplo, científicos de la Academia de Ciencias Chinas han asegurado que las temperaturas del mar en China Meridional durante los siglos V y XV fueron mucho más altas que las vividas actualmente: el ‘Periodo cálido medieval’ fue un fenómeno mundial, sostienen. “Estas evidencias se basan en datos reales que demuestran que la temperatura actual está dentro de un rango natural de otros cambios ocurridos en el pasado”, afirman[8].

La broma infinita de Donald Trump

“En el Este, podría ser la Nochevieja MÁS FRÍA que se haya registrado. Tal vez podríamos usar parte de este calentamiento global que hace que únicamente nuestro país estuviera a punto de pagar TRILLONES DE DÓLARES para protegerse. ¡Abríguense!” (Twitter @realDonaldTrump, 28 de diciembre de 2017)

Para Donald Trump, el calentamiento global es un chiste sin gracia. Por ese motivo, retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París (pacto global para combatir el cambio climático, cuyo compromiso es conservar la temperatura media mundial debajo de los 2ºC) y ha afirmado que el “engaño” del calentamiento global es un concepto inventado por China para perjudicar a la manufactura estadounidense.

Curiosamente, es también el presidente estadounidense, a través de sus furibundas reacciones en Twitter, quien generó que el Reloj del Apocalipsis moviera su minutero: el reloj se adelantó de dos minutos y medio a apenas dos minutos para la medianoche en enero de 2018. Este movimiento iguala al del año 1953, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban en una guerra fría que mantenía nervioso a todo un planeta, pues se temía la inminente detonación de una nefasta bomba atómica.

“En la discusión de este año, los asuntos nucleares tomaron el centro del escenario una vez más”, dijo Rachel Bronson, directora del comité del Boletín de Científicos Atómicos, durante la conferencia de prensa que anunciaba el adelanto del reloj. La tensión nuclear entre Estados Unidos y Corea del Norte, para los científicos del Boletín, nos acercaría a la extinción de todo y de todos. ¿Podría, entonces, la acción de dos hombres acabar con la humanidad?

En The Wall Street Journal, Donald Trump declaró: “probablemente tengo una buena relación con Kim Jong-un [jefe de Estado de Corea del Norte]”[9] y hasta se ha hablado de una próxima reunión entre ambos en mayo o en junio de este año. Los rumores aseguran que hasta podría discutirse, en dicho encuentro, el posible desmantelamiento del arsenal nuclear norcoreano. “La retórica hiperbólica y las acciones provocadoras de las dos partes han aumentado la posibilidad de una guerra nuclear por accidente o por un error de cálculo”, aseguraba Bronson en enero de este año.

A pesar de ser el motivo de mayor peso –por el momento–, otros factores se tomaron en cuenta para adelantar la cuenta regresiva del reloj profeta. Estos fueron: los niveles del dióxido de carbono atmosférico, el alza del nivel del mar, el número de armas nucleares en el mundo, la seguridad del material nuclear (incidentes, robos, entre otros), el deshielo del mar ártico, el alza del nivel de agua de los océanos y las diferencias de temperatura global[10].

Tras una infinidad de vaticinios, estimaciones y relojes, ¿será, entonces, que estamos cerca al fin de los tiempos? En nuestras acciones se esconde la respuesta.