Ella es una poeta y artista plástica que ya ha engalanado las páginas de nuestra revista con varios de sus poemas e imágenes de algunas de sus obras. Decidimos hacerle unas cuantas preguntas con el fin de ahondar en los conceptos y quehaceres artísticos de su trabajo. Estamos muy agradecidos que se haya tomado el tiempo de contestarlas


Si la poesía es El oficio divino -para utilizar el título del poemario con que ganaste el Premio Nacional de Poesía Joven del Instituto Colombiano de Cultura en 1992- entonces ¿cómo definirías el arte conceptual?

Para mí todo el arte es conceptual, siempre hay una relación entre pensamiento, proceso de definición de un proyecto y materialización. El arte no surge por generación espontánea y a lo largo de todo el siglo XX asistimos a una serie de hechos históricos, como dos guerras mundiales, problemáticas sociales y desarrollos técnicos y científicos que han cuestionado el canon del arte moderno, y desmitifican la búsqueda de lo sublime y lo eterno que realizaron los artistas del pasado. 

Siempre he pensado que en este cambio de paradigma donde la obra de arte asume su estatuto de mortalidad, es fundamental el trabajo de Marcel Duchamp y su concepción del arte como un proceso de tomar decisiones. Por ello, el arte no es solo un objeto que se materializa y se exhibe, sino un contexto donde tiene significación o emerge como acontecimiento. El arte es ante todo un generador de sentido o si el artista lo decide, de ruptura y sinsentido.

También es muy significativa la palabra como grafía, como escritura y expresión estética en muchas iconografías del pasado, y en el arte contemporáneo, ya sea en un soporte bidimensional o en el espacio público, y esto es algo muy ligado al arte conceptual.  Asimismo, el análisis de lo que Rosalind Krauss desarrolló en la década de 1970, como “La escultura en el campo expandido”, nos sitúa en un territorio de interrelaciones. Entonces definir los límites y las diferenciaciones exactas de cada género o lenguaje artístico, no es algo tan claro en esta época.

En mi caso, el titular un libro de poesía como Oficio Divino, es darle relevancia a la palabra Oficio, un saber que remite a actividades diarias de subsistencia, y al mismo tiempo es buscar abrir esta dimensión a un ámbito ambivalente de exploración de lo sagrado. Creo que muchos autores que leí cuando era estudiante de antropología, como Mircea Eliade, me hicieron amar las religiones y sus símbolos,  y ver en ellas, en sus oraciones, arquitecturas y rituales, un nexo muy profundo con la poesía y las artes.

¿Qué tan poético es tu arte y qué tan manual es tu poesía? 

Es una pregunta difícil, y uno quisiera tener una interlocución y que otras personas analizaran estos lenguajes y la manera en que los he materializado. 

En mi caso, creo que no hay una manera de clasificar y diferenciar el arte y la poesía en definiciones excluyentes que marquen una separación. Como artista he trabajado en algunas obras con la dimensión plástica de la palabra, tanto en su expresión gráfica como sonora, y como escritora me he nutrido de mis búsquedas como artista, de mi interés por la naturaleza, el paisaje y lo urbano, y también he sido curadora y he escrito sobre la obra de otros artistas, principalmente artistas antioqueños. Uno de los artistas que recuerdo con gran admiración es Adolfo Bernal quien fue poeta y diseñador, y llevó su relación con la palabra a intervenciones muy significativas en el espacio público, que marcaron la historia de Medellín entre 1978 y 2008, año en que falleció. Uno de mis textos sobre Bernal fue publicado en el Premio Nacional de Crítica Ministerio de Cultura de Colombia-Universidad de los Andes (2013) y su título es Señales y palabras.

«A veces el arte y la literatura no son suficientes, a veces las metáforas se tiran al aire y no se sabe dónde caen…»

Toda obra de artista está de una u otra manera puntuada por grandes o pequeñas obsesiones. Algunos las llaman «preocupaciones» o «temas recurrentes». Si aceptas esa afirmación, ¿cuáles dirías tú que son tus obsesiones? 

     

Cada artista y cada escritor tiene unas obsesiones fundamentales, ya sea una palabra, un paisaje, un acontecimiento. En mis primeros años, cuando decidí ser escritora y artista todo esto era esencial al momento de escribir, o de materializar una idea en un lenguaje artístico.

Puedo decir que cada uno de mis libros tiene una búsqueda diferente, me interesa crear un contexto de relación entre los poemas que se reúnen y que de alguna manera tienen un antes, un durante y un después. En el libro Oficio Divino de 1992, quise entregarme a unas preguntas sobre lo sagrado donde encontré la propia mortalidad. En Vosotras de 1993, reflexioné sobre los arquetipos femeninos a partir de personajes históricos o imaginarios. En La cicatriz del nacimiento publicado en 2000, indagué en mi biografía personal, en mi relación con el amor, la vida y la muerte. En Naturalezas de 2006 materialicé mi mirada sobre la tierra, el agua, el fuego, no solo en lo rural sino como presencia en lo urbano, y he continuado con estas exploraciones en mis libros inéditos posteriores donde la palabra como fundación e identidad es el eje de todo ahondamiento.   

De manera paralela, como artista plástica he trabajado desde 1989 con la naturaleza, el paisaje, el territorio, la historia local, las marcas y las huellas colectivas de lo urbano. A partir de 1992 empecé a realizar obras con comunidades, específicamente Los caminos que hemos hecho caminando en la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín, en 1995 materialicé Ser ángel por un día con 100 niños trabajadores de Bogotá, y en 1999 abordé las problemáticas sociales del país, por mi relación con la comunidad de Sabanalarga, Antioquia, donde hice trabajos de campo antropológicos de 1989 a 1991 y posteriormente en 1998. Esta población sufrió a partir de 1997 la problemática del desplazamiento forzado. La confrontación de diversos grupos armados en la región y los intereses sobre la construcción de la represa Ituango-Pescadero, son causa de ello.

Finalmente, también he trabajado con colectivos artísticos: El Grupo Urbe y el Grupo Grafito, conformados en el año 1999 y cuyas actividades se realizaron hasta el año 2002. El primero tuvo como objetivo trabajar con los ríos y quebradas cubiertos y contaminados de las ciudades de Medellín y Armenia. El segundo, extendió los conceptos y procedimientos del grabado al concebir la ciudad como una matriz de impresiones a escala 1:1.  

«El arte no surge por generación espontánea y a lo largo de todo el siglo XX asistimos a una serie de hechos históricos, como dos guerras mundiales, problemáticas sociales y desarrollos técnicos y científicos que han cuestionado el canon del arte moderno, y desmitifican la búsqueda de lo sublime y lo eterno que realizaron los artistas del pasado.»

En el ámbito artístico, eres muy singular porque no podemos pensar en ninguna otra persona en quien una poesía refinada y de ideas converja con un trabajo plástico serio y sostenido. ¿Qué fue primero, el arte o la poesía? 

Muchas gracias por esa valoración de mi trabajo. Primero fue la literatura, en mi adolescencia mis amigos me prestaban libros de autores maravillosos como Kahlil Gibran, Hermann Hesse, Albert Camus, entre otros. A mí me interesaba mucho la prosa, conocí la poesía cuando empecé a estudiar en la universidad, antes cuando estaba en el colegio, la relación impuesta con la poesía en las clases era de una versificación rimada, lo cual más que crear nuevos lectores, los alejaba, al menos eso me pasó a mí.   

Con las artes plásticas mi relación fue más lenta, en los colegios donde estudié nunca recibí una clase de historia del arte, tampoco en mi casa había libros sobre arte y mis amigos tampoco tenían. Lo único que pude ver fue la reproducción de pinturas que tenía la biblia que había en mi casa, un libro editado en un papel muy bello y delicado, y donde aparecían narraciones e imágenes de la historia del arte que ejemplificaban la historia escrita.

En mi niñez y adolescencia, por muchos años tuve una relación con el dibujo, algo para lo que solo necesitaba un lápiz y un papel. Cuando tenía 13 años, mi tía Marta Vélez quien estudió dibujo y pintura en Bellas Artes, me llevó a la IV Bienal de Arte de Medellín realizada en 1981, que fue la última de las bienales que antes hacía Coltejer, y también al Museo de Zea, posteriormente llamado Museo de Antioquia. Yo miraba todo, pero por ejemplo en la Bienal se dio una gran preeminencia del arte óptico, y para mi eran cosas muy asombrosas.

Yo conocí verdaderamente lo que es el arte en el siglo XX cuando empecé a estudiar artes plásticas en la Universidad Nacional de Colombia en Medellín en 1986, un espacio donde tuve una gran libertad creativa y un gran apoyo a mi trabajo, aunque en ese momento sólo era una estudiante. Paralelamente, estudiaba antropología en la Universidad de Antioquia. Creo que con el tiempo todo se ha interrelacionado.

En tu poesía parece haber una preocupación por el mundo natural y físico -en el sentido estricto de la palabra- que habitamos, mientras que en tus obras de arte hay una preocupación por el espacio como concepto geográfico o antropológico. ¿Estarías de acuerdo con que quizá ahí, en el mundo natural y el espacio urbano que ocupamos, hay un punto de convergencia entre tus dos disciplinas? 

La esencia de toda mi búsqueda es la poética que está presente en el mundo y que es descifrada por los artistas, los escritores, directores de cine, dramaturgos, bailarines…  En cuanto a las artes plásticas y la literatura, existen entre ellas múltiples posibilidades de relación e interpretación, pero también son lenguajes distintos y autónomos. Ambos son la materialización de una investigación, la concreción de una reflexión que abre dimensiones diferentes a los procesos de percepción y de conocimiento. Y más que oponerse se complementan, se entrecruzan, y muchos artistas escriben y hay escritores con nexos muy singulares con las artes plásticas.  

Igualmente, en mi experiencia creativa, estos lenguajes son atravesados por mi visión del mundo como antropóloga, por vivir en un país como Colombia y en una ciudad como Medellín, un territorio constituido históricamente por pulsiones de vida y muerte.

En tus años como artista y poeta, ¿Cuál de los dos oficios ha cambiado más, personal y artísticamente? 

Los dos han cambiado a lo largo del tiempo. Estoy en un momento de mi vida donde me tomo pausas, guardo silencio, miro todo desde las periferias. Ya no expongo tanto mis obras en salas de arte, ya no participo en muchos eventos. Tengo varios libros inéditos que no he publicado y no sé qué va a pasar con ellos.

Creo que hay una institucionalidad cultural que es muy compleja, también hay una farándula artística y literaria que no necesariamente ejemplifica una calidad de los trabajos que se legitiman mediáticamente.

Para mí es muy importante tener conciencia como ser humano, mi país ha atravesado muchas crisis sociales, económicas y políticas, y en este momento hay una esperanza de renovación, de superación de la pobreza, de acceso a la educación para muchas personas marginadas. He conocido a artistas y a escritores que viven como en una burbuja, con muchas obsesiones por sus reconocimientos personales, por seguir extendiendo las páginas de su currículo mientras nuestra sociedad carga décadas de violencia, inequidad y corrupción. A veces el arte y la literatura no son suficientes, a veces las metáforas se tiran al aire y no se sabe dónde caen…

La última pregunta es por partida doble. ¿Nos puedes explicar un poco el concepto de poiesis? Y ¿Se puede vivir del arte y la poesía hoy en Colombia o en Latinoamérica?

Sobre la poiesis, la concibo como el devenir del ser, el sentido de la existencia donde encontramos a partir de muchas búsquedas el poder de crear y de intentar transformar el mundo. Por ello, siempre me remito al simbolismo de las religiones,  a los libros sagrados donde se narra una cosmogonía y la palabra funda, crea y elimina los límites entre la enunciación y el universo, entre el verbo que se dice y la acción que se realiza. 

En todo ello, persiste la conciencia de sí en relación con los otros, el éxtasis de luchar contra lo inefable, de pervivir en medio del silencio o el grito, de sentir las pulsiones que conducen a la vida o a la muerte, de ver en la metamorfosis la identidad de la existencia.   

En cuanto a la otra pregunta, habría que precisar cómo se concibe el poder vivir de la poesía o el arte en Colombia… Si planteamos una dimensión económica, pues las posibilidades son muy exiguas, y aunque existen premios y becas, no cubren todo el proceso de sustento de un escritor o de un artista, y actualmente son muchas las personas que deciden tener un trabajo poético o plástico. En cuanto a los artistas, sostener la producción de un trabajo a lo largo del tiempo, es económicamente muy costoso, según el tipo de obra que se haga.  Hay galerías que representan a muchos de ellos y venden sus obras, pero ese no es mi caso. También hay editoriales que publican, difunden y comercializan el trabajo de muchos escritores, pero no pertenezco a ninguna. 

 

Por otro lado, si el sentido de la vida es amar lo que se hace, la poesía y el arte brindan incontables momentos de felicidad, no solo cuando se escribe sino cuando se leen a autores que son muy significativos para la historia de la literatura o se ve la obra de diversos artistas. La poesía y el arte dan la posibilidad de expresarse, reflexionar y comunicarse, de tener una voz que se erige celebrando la belleza y los misterios intangibles del mundo, o se manifiesta como testimonio de nuestra mortalidad ante los avatares de la lucha diaria y efímera por la subsistencia. 


Gloria Posada (Medellín, 1967) es antropóloga de la Universidad de Antioquia y maestra en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Diploma de Estudios Avanzados doctorado de Patrimonio Histórico y Natural de la Universidad de Huelva, España. Ha publicado los poemarios Oficio Divino (1992), Vosotras (1993), La cicatriz del nacimiento (2000), Naturalezas (2006), Bajo el cielo – Antología poética 2011-1985” (2013) y su última antología Aire en luz (2017).

Imágenes en orden de aparición. Foto principal, Meridiano (1991), Relaciones de territorio, comunicación y alimentación, de las hormigas con respecto a un círculo trazado en su entorno. Material: grasa vegetal. Diámetro: 3 cms. Duración: 12 horas aprox. Intervención en el espacio doméstico, En el artículo: portada del poemario Naturalezas, 2006; Bajo los árboles (1994-1995), intervención con una brecha y cal, de la sombra de dos árboles proyectada a las dos de la tarde. Registro fotográfico de la sombra a lo largo del día e instalación en cajas de luz. 2.50 x 2.50 mts. Oquedad (1 a 3pm, 15 de septiembre 2014), recorrido con una cuchara perforada, desde el Capitolio Nacional de Colombia en la Plaza de Bolívar de Bogotá –Carrera 7, Cl. 10– hasta el Museo Nacional de Colombia –Cra. 7, Cl. 28–, antiguo panóptico que albergó 5.000 presos políticos durante La Guerra de los Mil Días.