Mateo Duarte del Castillo

No Quarter de Led Zeppelin era la canción que sonaba cuando encontraron el cadaver del Flaco. Había dejado de responder mensajes y nadie lo extrañó en los siguientes tres días hasta que alguien tumbó la puerta y encontró el cadáver. Esa canción era como él y este cuento lo explica


En un pueblo del altiplano cundiboyacense, en una habitación de un hotel de casi 400 años llamado El Mesopotamia, vivió y pasó sus últimos años un amigo mío de toda la vida: Juancho “El Flaco”. El cuarto tenía una única ventana que nunca se abría, cubierta por un trapo negro, paredes gruesas y muy antiguas recogían el calor exterior y hacían del ambiente interno (si no se ventilaba) un bochorno pegajoso, un poco malsano.

Adentro el piso tenía manchas de sangre seca por los golpes contra el piso que se ocasionaba al tropezar borracho y estaba tapizado de sobres de refresco en polvo y botellas vacías de alcohol antiséptico. Había un fuerte olor a moho revuelto con alcohol fermentado. En un viejo computador portátil sonaba No Quarter (Sin cuartel), de Led Zeppelin 

Close the door, put out the light 

You know they won’t be home tonight 

Walking side by side with death 

The Devil mocks their every step 

(Cierra la puerta, apaga la luz / tú sabes que no estarán en casa esta noche / Caminando al lado de la muerte, el demonio se les burla de cada uno de sus pasos).

Era el 20 de febrero del 2022, el flaco dejó de responder mensajes de WhatsApp, estaba prácticamente desmayado de la borrachera, broncóaspiro (el vómito afectó las vías respiratorias) y murió.

Nadie lo extrañó en los siguientes tres días (tú sabes que no estarán en casa esta noche): el olor que salía de la habitación fue el aviso de que algo andaba mal, tumbaron la puerta y encontraron el cadáver en avanzado estado de descomposición.

Había muerto esa cabeza loca con su mezcla única de conceptos: Satanismo de los ochentas, neonazismo, pinochetismo, la teoría de La Matrix casi como religión y como negación ante esta realidad (le dio tan duro esa película que pedía que no lo llamaran por su nombre sino como Neo) y muchísimo rock vieja guardia, en especial Black Sabbath.

Esa banda fue la que nos hizo amigos hace treinta y pucho de años, (la cuenta exacta la tenía él). Como era siete años mayor, ya tocaba guitarra y yo apenas estaba empezando a sacarle algunas notas al instrumento, me enseñó lo básico y formamos una banda de covers de Metallica, Pink Floyd y Sabbath;  nos presentamos en un colegio y en uno que otro parque del norte de Bogotá. El trago y la bareta ya aparecían como condimento de las fiestas post-conciertos.

Tuvo varios hijos con diferentes mujeres, trató de formarse una familia (me consta), pero siempre le ganó la adictiva sensación del ardor en la garganta y el estómago cuando baja el trago por el cuerpo, su inicial euforia y su posterior mareo. De todas se separó y fue padre ausente.

Nunca supo que era cobrar un cheque por trabajar, la renta del hotel que administraba su familia le bastaba para algo de mercado y el resto era para trago, cuando sentía que ya estaba muy beodo compraba algo de perico para nivelarse, pero nunca fue drogadicto. Si hubiera tenido dos adicciones al tiempo no habría llegado ni a los 45 años.

Tengo recuerdos agridulces de esos años, los buenos, cuando me mostraba los magazines piratas de Chapinero Gaitanista de Karl Troller y Eduardo Arias y los libros de comics de Inodoro Pereyra del gran Fontanarrosa. Los no tan buenos cuando llegaba a ese punto de desvarío de la borrachera donde se ponía agresivo, pesado y fascista. Pensándolo ahora, tal vez por eso no lo extrañaron durante esos tres días “Ah, debe estar jincho en el hotel y ese man se pone inmamable, ya aparecerá”.

Hubo coqueteos con la muerte antes, un intento de suicidio con pastillas en su juventud, nos gustaban las baladas depresivas en especial una de Alice in Chains que tocamos cientos de veces: Nutshell: If I can´t be my own…I feel better dead. (Si no puedo ser yo mismo, mejor me siento muerto).

Dejamos de hablarnos en 2017 por como dicen los abogados que manejan divorcios: “diferencias irreconciliables”. La última vez que lo vi estaba abstemio. En ese tiempo varios amigos en común fueron a visitarlo y me contaron que le dieron a su manejo… ¡¡ el bar del hotel !!  Aún me pregunto por qué la familia hizo eso, ¿qué esperaban que sucediera? Era como soltarle a Duque un local de Mc Donald´s solo porque lo veían hacer ejercicio y comer ensaladas. Allá ellos, concluí.

Estuve en su funeral y supe que la pandemia había obligado cerrar el hotel y ahí empezó el declive duro del Flaco, empezó a tomar Chamber (Alcohol antiséptico con frutiño), casi no comía, descuidó terriblemente su higiene y presentación personal y se autoaisló. Me dolió mucho escuchar eso,  pero en el fondo no me extrañó.

Vivió Sin cuartel, sin reglas, como un rockstar, pero sin llegar a serlo…. por eso Flaco citando a Trent Reznor de Nine Inch Neils

God is dead and no one cares

if there is a hell I’ll see you there 

(Dios está muerto y a nadie le importa, si hay un infierno, allá te veré) y agrego yo: Neo si estás en el infierno… saludos a Pinochet.


Mateo Duarte del Castillo es artículista, escribe sobre música y ha trabajo en cine y medios audiovisuales. Reside en Bogotá, Colombia y esta es su primera – y esperamos que no sea la última- contribución para Perro Negro

Para aquellos que gusten de coincidencias, baste recordarles que «El Flaco» Juancho murió de la misma manera que falleció el percusionista de Led Zeppelin en septiembre de 1980: asfixiado tras inhalar su propio vómito.