Por Mario Flecha

No es secreto que algo que une al fascismo y a la extrema izquierda es la intorelancia visceral que ambos sienten por la homosexualidad. Para aquel es una aberración de la moralidad cristiana ya que no reproduce la familia; mientras que para esta es una expresión más de la inherente decadencia capitalista y por ende se le tilda de anti-revolucionaria. Les ofrecemos una nota sobre un artísta chileno cuya abierta homosexualidad lo obligó a asumir posiciones políticas en contra tanto de la dictadura pinochetista como del comunismo santiagueño

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En un viaje a Chile hace 20 años, mis amigos de Santiago me dieron un catálogo de una muestra colectiva de artistas visuales del Museo de Arte Contemporáneo.La muestra tenía como título La Mirada Oculta, 1994. Fui pasando las páginas del libro lentamente. Las imágenes de cada artista y los textos de los curadores se sucedían mientras yo buscaba sin saber exactamente qué. Esperando que alguna de las fotos despertase mí curiosidad.

Estuve hojeandolo hasta que la foto/instalación de Las Dos Fridas de Pedro Lemebel y Francisco Casa llamaron mi atención, sentados uno al lado del otro, transvestidos, dibujaron sobre sus torsos desnudos un corazón en cada uno de ellos, conectados por la unión de sus manos mientras que sus rostros maquillados parodiaban a la famosa pintora Mexicana Frida Khalo.

Años después cayo a mis manos un libro de crónicas, Adiós Mariquita Linda, al ver la foto de la tapa reconocí a uno de los personajes de Las Dos Fridas que había visto en mi viaje a Santiago hacia dos décadas. Le estuve dando vueltas entre mis manos, mirando la tapa y contratapa. Aprendí que el autor era Pedro Lemebel y tras de especular si debía leerlo o no, decidí que lo mejor seria comenzar a leer la última crónica.


Pedro Lemebel escritor.

El Regreso de la Finada

Y quizás pudo ocurrir el día de mi cumpleaños, en mi casa, después de tomarme 20 copas a la salud de mis perdidos 20 años, de brindis en brindis con las maricas amigas, porque estaban casi todas: la Moliendo Café, la Gaucha Geisha, la África Sound, la Liquid Paper, La Lucía Sombra, la Pato Engaña, la Puré de Mojón, las infaltables termitas del pico y otras coladas que no recuerdo.

Cuando entre tantas locas que me festejaban con falsos cariños, cruzando por una puerta me encuentro a la Pavez, más joven y reina que nunca, un año después de morir a causa del sida, por aquí cerca del barrio de Lastarria. Y parecía que en la fiesta a nadie le sorprendía tanto, porque las colizas pechadoras se hacían las tontas comiendo y tomando como si nada, como si el mundo se fuera a acabar.  Ella cantó con su vozarrón de arrabal,

¿Y vos que hacís, aquí niña?, ¿si estaí en el cementerio? Es la sorpresa que le teníamos preparada, señora Lemebel, dijeron todas a coro, ya que no hay torta le trajimos a su amiga tortillera. Y ahí me quebré, allí no púde más, y la miraba y miraba de lejos girando con su vestido rojo travesti, a ella, la Pavecita paseándose y tocándose la tetas ofreciendo: ¿no se sirven un canapecito? No hay ninguna me decía es la Pavez en persona, la misma loca gigantona con sus manos también grandes que las disimulaba tan bien con pequeños gestos, la misma voz ronca con ese afelpado de lengua diciéndome ¿y que mirái tanto niña? ¿Nunca haí visto un maricón?

Resucitado nunca, le alegue con la copa en la mano. Lo que pasa dijo dando un paso adelante como si estuviera en el escenario, es que madama Lemebel se curó les tengo que decir, más bien déjenme contarles…recitaba teatrera con una mano en el pecho, igual que esa noche que nos amanecimos payaseando con Mario Bellatín el escritor mexicano.

Era ella sin ninguna duda, como en sus mejores tiempos, dicharachera y fumona aspirando su gran pito que fabricaba pegando tres papeles al hilo. Me quedo de la canasta familiar del UP, pues linda, agregaba mojando el triple cuetazo que luego echaba a correr, para que no se note la pobreza, chiquillas, para que los momios no sigan pelando a Allende, gritaba espantando a los gatos con su vitrola parlotera. Era la misma Pavez de regreso, pero no puede ser , yo la ví embalsamada bajo el vidrio del ataúd en la carpa del Gran Circo Teatro. Es decir casi ni se distinguía su cara, porque el vidrio se había empañado con el vapor de las matas de marihuana que las locas funerarias le echaron dentro. Y no crean que voy a venir siempre, maricones feos, nos grito sulfurosa con las manos en la cadera. Esto es una excepción, un cariño para esta vieja zorra en su septuagésimo natalicio, para ella la escritora, la Leme, la Lamebién, dicen los chiquillos de la plaza. Y se reía con esa risa de cristal que erotizaba al Barrio La Vega. Entonces me puse a llorar como un niño, y ella se me acerco tierna, enjugando mi llanto con su pollera colorada.

Tenís el mismo olor a potro salvaje, le dije entre lágrimas.  Me abrazo y nos reímos llorando. Es que en el infierno el agua es muy cara hija, lleve un bidón cuando le llegue el pasaje, me contesto antes de evaporarse en los albores del sueño. Al despertar en mi cama llovía torrencialmente y los truenos relampagueaban en la ventana los sargazos de este último verano. Era ella pensé, escuchando somnolienta los metales oxidados de su inolvidable reír.

                                             Una madrugada de marzo, 2005

Adiós Mariquita linda es una ventana por la cual nos asomamos para ver el mundo de Pedro Lemebel, creador de personajes entrañables en las márgenes de la sociedad.

Nos cuenta que tuvo un sueño de la fiesta que organizó para su cumpleaños.

Sus amigos maricones o locas de nombres pintorescos y boquitas pintadas giran alrededor del ruido de las carcajadas, el alcohol y la marihuana. Los apodos de sus amigas reunidas para su cumpleaños revelan un mundo en que los nombres son reemplazados por seudónimos extravagantes indicativos del carácter de la persona.

Me quede pensando en la Gaucho Geisha. ´Tendría una máscara de polvos blancos? se pasearía con pasos ligeros evitando enredarse con el kimono y llevaría en su mano izquierda un par de boleadoras para justificar su nombre?

El bullicio del festín se interrumpe cuando llega La Pavez que hacia un año había fallecido de la muerte rosa.

Pedro va de la celebración ruidosa a las fantasías emocionales con alucinaciones oníricas. Mientras se pasea repartiendo canapés La Pavez regresa al reino de los vivos con un mensaje de esperanza —que Madame Lemebel está curado— nos dice.


Pedro niño.

Desde su niñez en el lodazal del Zanjón de la Aguada. Pedro recuerda:

—Y tal vez alguien nos dijo que existía el Zanjón y para no vivir a la intemperie, llegamos a esas playas inmundas donde los niños corrían junto a los perros persiguiendo guareries . Y la cosa fue tan simple, tan rápida que por unos pesos nos vendieron una muralla ni siquiera un metro de terreno solo era un muro de adobe que mi abuela había comprado en ese lugar— escribe. Después de una década de vivir en el Zanjón la familia se muda a un conjunto de departamentos sociales.

Pedro adolescente

Se gradúa en la Universidad de Chile y da clases de artes plásticas. Por su carácter barrocamente homosexual y marxista, es expulsado del Liceo.

Durante varios años participa en un curso de literatura en la Sociedad Chilena de escritores. Irónicamente el nos describe que su incentivo era —porque había café, galletas y a veces vino gratis y chicos lindos.

A Pedro Mardones Lemebel no le interesaba la literatura como medio expresivo prefería las Intervenciones de arte porque pensaba que el impacto visual era instantáneo y tenía una mayor resonancia en la gente.

Manifiesto


Las yeguas del apocalipsis

En 1986, publica su primer libro Incontables, una colección de 13 textos de cuentos mínimos donde se percibe el germen de su posterior aventura literaria. Vestido con tacones altos y con la hoz y el martillo dibujada en su rostro se presentó al lanzamiento de su libro donde recito el Manifiesto: Desde mi diferencia.

En los Incontables, único libro de cuentos de Lemebel, su prosa desafía la autoridad moral de los intelectuales burgueses destruyendo los mitos con un lenguaje directo y por momentos brutal.

En el cuento  navideño de esté libro Una noche buena para Santa, nos relata como el bueno de Santa luego de repartir los juguetes alrededor del mundo vuelve al Polo Norte, donde siente urgencias sexuales irreprimibles, al ser despreciado por una prostituta, termina alrededor de una huérfana de 14 años de aspecto triste que suele aceptar dinero de pedófilos.

Un año después pasa del anonimato literario a un dúo de Acciones de arte, funda con su amigo y poeta Francisco Casas Las yeguas del apocalipsis, sus Intervenciones escandalizan a la izquierda y a la derecha de la política andina. Es entonces que decide cambiar su nombre, a Pedro Lemebel adoptando el apellido materno como símbolo de su condición femenina.

Los imagino en las noches de Santiago después del toque de queda, caminando subrepticiamente por las calles solitarias entre risas y alcohol, esquivando los fantasmas del miedo, adivinando las sombras que se acercaban a ellos para luego desaparecer. Tratando de silenciar el choque de los tacos altos contra los adoquines, mientras se les dibujaba una sonrisa sobre sus labios pintados a la búsqueda de algún encuentro fortuito donde gozar de la ansiedad y el sexo.

Pedro y Francisco conversaban una noche sobre cuantas carreras para homosexuales hay en la Universidad de Chile. ¿Cuántos médicos homosexuales? ¿Cuántos abogados homosexuales? ¿Cuántos ingenieros homosexuales? Ninguno, fue la respuesta. Los homosexuales solo podemos ser peluqueros.

Indignados decidieron crear la verdadera Universidad Para Todos. Refundaremos la facultad se dijeron con la seriedad que suele tener la locura. Para la intervención ambos se montaron desnudos a una yegua dirigiéndose a trote lento a reorganizar la universidad que en ese momento estaba ocupada por los estudiantes en huelga. De esta acción surgió el nombre que los haría conocidos dentro de la contra-cultura chilena.

Francisco Casas nos cuenta “Nosotros les llamábamos ‘Acciones de arte‘, pero no teníamos idea de lo que era. Empezamos borrachos, haciendo tonteras en un bar. Después esos trabajos se institucionalizaron y comenzaron a tener sentido”.

Mientras que en Argentina las madres de los desaparecidos marchaban con un pañuelo blanco cubriéndoles la cabeza en la Plaza de Mayo, en Santiago las madres de los detenidos y desaparecidos por la dictadura militar protestaban bailando La cueca sola denunciando la ausencia de los familiares varones.

Pedro y Francisco organizaron en la sede de la Comisión Chilena de los Derechos Humanos una intervención simbolizando el sufrimiento humano que viene padeciendo América desde la colonización y a la sangre derramada de los detenidos y torturados por la dictadura de Pinochet.

Extendieron un mapa de América del Sur sobre el suelo, encima del mapa desparramaron vidrios de botellas de Coca Cola rotas. Al ritmo de la Cueca con pantalones negros, descalzos y semidesnudos con parlantes atados a sus torsos bailaron al ritmo de sus corazones encima de las astillas de vidrio, lacerándose las plantas de los pies, dejando un chorreo de sangre sobre el mapa.

Lemebel se llamaba así mismo una loca o un marica pobre y viejo. Su mayor obsesión era construir su identidad revolucionaria desde la perspectiva de un individuo marginal al mismo tiempo que reivindicaba su compasión por los seres humanos. Se oponía a la moral establecida, se sublevaba a la dictadura de Pinochet, pero también a los activistas de la Resistencia Marxista Chilena.

No me hablen del proletariado porque ser pobre y marica es peor— decía acusando a la izquierda de condenar la homosexualidad como un vicio burgués.

El humor es escencial en la prosa de Lemebel. Los murmullos que circulan en los rincones ocultos de los barrios bajos de Santiago, las crónicas sobre conversaciones, esperanzas y deseos de sus amigos maricones, su empatía con los rechazados con esas voces y silencios de los colectivos marginados, de los pobres y perseguidos. Esas son las voces que el reivindica en su literatura.



Bibliografía lemebeliana

Incontables, (Cuentos). Santiago, 1986

La esquina es mi corazón. Loco afán. Crónicas del sidario (Crónicas). Santiago, LOM, 1996.

De perlas y cicatrices (Crónicas). Santiago, LOM, 1998.

Tengo miedo torero (Novela). Santiago, Editorial Planeta, 2001. (traducida como My Tender Matador, Grove Press. New York)

La esquina es mi corazón (Crónicas). Santiago, Seix Barral, 2001.

Zanjón de la Aguada. Santiago: Seix Barral, 2003.

Adiós, mariquita linda. Buenos Aires, Editorial Suramericana, 2004

Serenata cafiola. Santiago, Editorial Planeta, 2008

Háblame de amores. Barcelona, Editorial Seix Barral, 2012

Tengo miedo torero (Guión), 2015. (Traducido como My tender Matador para la película de la novela homónima)

Mi amiga Gladys. Santiago, Editorial Planeta, 2016

Poco hombre. (Crónicas escogidas). Santiago, Ediciones Universidad, 2016