Por Eduardo Silveyra

Justo a seis décadas de su muerte, desde Argentina nos llega esta nota conmemorativa sobre uno de los escritores más adinerados, prolíficos y heterodoxos de las letras rioplatenses  


El más prolífico de los escritores uruguayos, Enrique Amorim, tuvo una vida plagada de excentricidades políticas y sexuales, que lo llevaron a afiliarse al Partido Comunista, a mantener una relación amorosa puesta en duda con Federico García Lorca y a sostener dos matrimonios  al mismo tiempo. Vivió como el estanciero y millonario que era, pero desbordó también de generosidades. A 60 años de su muerte, su imagen podría ser la de un ícono queer rioplatense.

1900 es el año de nacimiento de Amorim, escritor nacido en Salto oriental, lugar donde 23 años antes había nacido Horacio Quiroga. Apenas once meses lo separaban del nacimiento de Jorge Luis Borges, al cual no solo lo unió una amistad fundada en los años de la infancia, sino también un parentesco, pues el suegro de  Enrique Amorim, Francisco Haedo Suárez era primo hermano de Leonor Acevedo Suárez, madre de Borges. Jorge Luis o Georgie, solía pasar sus vacaciones en la estancia o en la casona de los Haedo y los Amorim en el residencial barrio de El Prado montevideano, lindero al del Paso del Molino. Lugar recurrente de encuentros de compadritos, cuchilleros y carreros, trenzados en duelos criollos y presentes en poemas y cuentos del universo oriental de Borges. Esa amistad, se expandió por los territorios de la literatura y Borges le dedica a su amigo su primer cuento, Hombre de la esquina rosada, dedicatoria retribuida por Amorim al dedicarle a su pariente y colega, el relato Gaucho pobre, publicado en 1953, unos 18 años después que el primero. Los textos transitan los territorios de la ruralidad y el suburbio marginal que se desprenden de la misma, un espacio bien conocido por ambos. Una posición ideológica, sin embargo, podría haberlos distanciado, Borges era afín al Grupo Florida y Amorim integró el Grupo Boedo y más allá de ser estanciero y millonario, se afilió al Partido Comunista Uruguayo. Según nos cuenta su sobrino Pelayo Amorim Haedo: “En los años 80 tuve dos encuentros con Borges, en uno de ellos me dijo que Enrique no era un gran escritor, pero sí, un interlocutor culto y de conversación amena”. Más allá del juicio del valor literario sobre la obra de Amorim, el mismo Borges le publica en 1947 la novela policial, El asesino desvelado, en la colección El Séptimo Círculo, que dirigía junto a Bioy Casares. 


Dice el también rioplatense Onetti, que la literatura es contar mentiras como si fueran verdades

A la dulce edad de dieciséis años llegó Enrique Amorim a esta orilla del Plata, precisamente a Olivos para estudiar en un colegio elitista, donde descubrió una vocación literaria alimentada por la amistad con su coterráneo Horacio Quiroga, 23 años mayor y ya reconocido como un gran escritor rioplatense. La relación amistosa tiene visos sospechosos y sugerentes de una sexualidad por fuera de lo binario, asumida en la adultez por Enrique Amorim, ya que Quiroga era conocido en Misiones por su afición a seducir a efebos y nínfulas guaraníes, como diría el ruso Nabokov. Es posible que Quiroga no solo haya influido en el estilo literario, sino también en las determinaciones de esa sexualidad libre y transgresora, en la cual es un hombre debidamente casado en Montevideo, un bígamo con una hija en Buenos Aires y un transgresor a la sexualidad hegemónica en sus giras europeas o en el mismo Salto, donde hospeda a Federico García Lorca durante un mes y con el cual  mantuvo una correspondencia amorosa, propia de dos amantes y guardada secretamente. Lorca a instancias de Margarita Xirgu, viaja a Salto, para poder terminar de escribir Yerma, obra que no podía concluir por el ajetreo de Buenos Aires. Aunque Pelayo Amorim, desmiente la estadía salteña del poeta: “Lorca nunca estuvo en Salto, si un mes en Montevideo y se alojó en el Hotel Carrasco, donde también estaba alojado Enrique junto a su esposa. Enrique lo paseó por todos lados y le presentó a un muchacho”. Lo cierto es que ya Amorim había construido su mansión “Las Nubes”, diseñada por él mismo e inspirado en el estilo de Le Corbusier. El ajetreo de las fiestas, cenas y almuerzos ofrecidos por el expansivo anfitrión, no eran muy diferente al vivido por Lorca en sus días porteños, pero, de algún modo pudo terminar la obra en el año 1933.

Dice el también rioplatense Onetti, que la literatura es contar mentiras como si fueran verdadesSi nos atenemos a ese axioma como una definición de logro de una verdadera obra literaria, entonces, a Enrique Amorim se lo podría definir como un buen escritor. En su novela Las Quintaderas, se relata la vida de dos prostitutas que viajaban de pueblo en pueblo y estacionaban la carreta en la cual viajaban a la vera de algún arroyo cercano a los cascos de las estancias, donde los fines de semana atendían a los peones rurales. La historia fue asumida como verídica por la peonada, que en las tardes de domingo, esperaba ansiosa la aparición de la carreta, engalanados con las pilchas domingueras y bañados y perfumados con agua colonia. La novela trascendió las fronteras y fue plagiada por un francés ignoto, quien también dio por cierta esa trashumancia de prostitución itinerante, pero fue demandado por Amorim en Francia, que logró despertar interés por la novela original y la misma fue traducida y editada en París. Pelayo Amorim, nos dice: “Es posible que algo de verdad haya en la narración y que las cosas sucedieran alguna vez en Salto, pero, esa ficción luego se transformó en un fenómeno casi real por casi toda la campaña del noroeste uruguayo”. Esta particularidad no deja de causar cierto asombro al producir un fenómeno social, en una época donde los mismos solo se circunscribían a revoluciones sociales reales y concretas, Hablamos del año 1924. 

Un hombre tan ocupado en hacerse un lugar en la posteridad, dejó pocas disciplinas literarias o vinculadas al arte donde dejar su sello. La novela en distintos géneros, la poesía, el ensayo, el cuento y el teatro formaron parte de la febril producción de Amorim, a la cual también hay que agregar su trabajo como guionista en una docena de películas dirigidas entre otros por Mario Soffici, Carlos Borcosque e interpretadas muchas de ellas por figuras de la época como Ángel Magaña, Libertad Lamarque, Enrique Muiño, María Duval, Carlos Cores, Pepe Arias y Delia Garces. Su actividad como guionista la inició en el año 1938 con la película de temática social Kilometro 111 y se vio interrumpida en el año 1944 después de estrenar la comedia de enredos, Cuando la primavera se equivoca, esta interrupción se debió a los problemas que comenzó a tener con el gobierno peronista, debida a su amistad con Héctor Agosti, secretario general del Partido Comunista Argentino y por ser el también comunista y opositor al gobierno popular. En el marco de la Guerra Fría, los partidos comunistas de América se alinearon con el estalinismo soviético y todo movimiento nacional de liberación surgido en estas latitudes fue catalogado de fascista. A lo cual hay que agregar que la embajada británica en Montevideo era el centro de operaciones antiperonistas y que de esas operaciones participaban el Partido Colorado y el mismo Partido Comunista Uruguayo. De todos modos, una vez derrocado Perón, Enrique Amorim volvió a participar como guionista del melodrama Yo quiero vivir contigo, en 1960, meses antes de su muerte. El cine no le fue un lugar ajeno, en su residencia “Las Nubes”, filmó en blanco y negro a cada uno de sus visitantes ilustres, apareciendo en ese documental sin sonido, Pablo Neruda, Nicolás Guillen, Jorge Luis Borges, Rafael Alberti, Margarita Xirgu y el mismísimo García Lorca, siendo este el único material fílmico que existe del poeta granadino.

Esta es una galería fílmica hecha por el propio Enrique Amorim entre 1928 y 1959 -un año antes de su muerte- con artistas, escritores, personas del común y lugares sin identificar

Los viajes frecuentes a Europa y esa vida parisina que lo llevaba a instalarse durante 5 meses al año en París, cosa que repitió durante 8 temporadas, no solía caer muy bien en la dirigencia del Partido Comunista Uruguayo, pero el malestar desaparecía cuando el millonario y estanciero Amorim realizaba un aporte suntuoso para las arcas y finanzas partidarias o, a instancias de Agosti, organizaba una reunión secreta en la residencia salteña, con Pablo Neruda y el brasileño Carlos Prestes, para coordinar políticas entre los partidos comunistas de la región. La casa fue allanada por las autoridades policiales de su Salto natal, pero ni Prestes, ni Neruda fueron encontrados, lo cual no privó a Amorim de publicar una nota en el diario local con un título provocador: Neruda está en mi casa. Donde hablaba del espíritu libertario del poeta. Muerto a los pocos días de haber cumplido los 60 años, su viuda Esther Haedo continuó contribuyendo a las finanzas partidarias. Pelayo Amorim, nos dice: “Si bien ella no era comunista, era apenas afiliada al Partido Socialista del Uruguay, durante los 36 años que lo sobrevivió a Enrique siguió aportando al Partido Comunista, una vez que murió mi padre, yo le administré la estancia “La Carreta” durante 20 años y mensualmente separaba una suma contributiva, no sin cierto enojo de mi parte, ya que para rebelarme contra los mandatos familiares no fui de izquierda como toda la familia. Y con Esther tuve una doble relación, pues era hermana de mi abuelo, tía de mi madre y a su vez, era la esposa del hermano mayor de mi padre, Enrique. La tía le presentó a su sobrina, al hermano menor de su marido. Tía y sobrina casadas con dos hermanos, por eso nosotros fuimos sus sobrinos predilectos, y muy favorecidos en su testamento”. 

La editorial española Alcalá, dueña de los derechos de autor de Enrique Amorim, le encargó la escritura de un libro en el año 2011 al escritor peruano, Santiago Roncagliolo -quien se presenta como un sicario de la industria editorial- con el fin de despertar curiosidad sobre la obra muerta del uruguayo. Si la vida de Amorim ya tenía ribetes fabulosos, parece ser que Roncagliolo los acrecentó al convertirlo en el amante de García Lorca, si bien sus familiares y algunos allegados niegan la homosexualidad del mismo, el intercambio epistolar existió y la existencia de una foto y un registro fílmico de Lorca en “Las Nubes” también, lo cual echaría por tierra tales negaciones. Henry Miller, nos dice en uno de los relatos de Primavera Negra, que solo aspira a convertir su vida en un hecho legible, es decir, convertirse en leyenda, ese parece ser también el fin perseguido por Enrique Amorim a lo largo de su vida. En 1952 viaja a Europa y desaparece durante meses, sus amigos se muestran preocupados, el secuestro y posterior muerte a manos de grupos derechistas, podría ser la suerte corrida por Amorim, quien en Francia es catalogado como agente del comunismo internacional y es expulsado del país. Pero nada de eso ha ocurrido y Amorim reaparece  al bajar de un barco zarpado de la misma Francia en el puerto de Montevideo y desde allí se dirige a Salto casi sin descanso, llevando entre su equipaje una urna funeraria. La premura en llegar tiene una motivación, realizar la construcción del primer monumento erigido en el mundo, dedicado a Federico García Lorca. La obra es realizada por el arquitecto e intendente salteño, Armando Barbieri, casi a la vera del Río Uruguay, a 12 metros sobre el nivel de las aguas e inaugurada a fines de diciembre de 1956, unos cuatro meses después de cumplirse los 20 años del asesinato de Lorca. La construcción es bastante simple, consta de un muro de piedras donde están grabados los versos que Antonio Machado dedicara al poeta nacido en Fuente Vaqueros. En la inauguración que tomó el hálito de una ceremonia fúnebre, asistieron los actores de la Comedia Nacional del Uruguay, China Zorrilla, Enrique Guarnero y la celebrada Margarita Xirgu, quien fue tomada por parte del público asistente como viuda del poeta y recibía pésames y salutaciones acongojadas, por parte del paisanaje condolido. El paso de ceremonia memorativa a espectáculo funerario, se debió a que Amorim cavó una fosa donde enterró la urna con igual forma a las que guardan restos óseos y después de echar la última palada de tierra sobre el montículo, dijo: “Aquí, en un modesto pliegue del suelo, que me tendrá preso para siempre, está Federico…”.



Es posible que Quiroga no solo haya influido en el estilo literario, sino también en las determinaciones de esa sexualidad libre y transgresora

El inglés Ian Gibson, es el más documentado y respetado de los biógrafos de Lorca a desmentido las elucubraciones de Roncagliolo que, sitúan a Amorim, sobornando a un grupo de falangistas corruptos, quienes desentierran los huesos de Lorca para entregárselos al uruguayo, lo cierto es, que en la fosa común donde se suponía que debieran estar enterrados los restos del poeta, los mismos después de las excavaciones ordenadas por la justicia española, no aparecieron. Lo cual le da cierto viso de credibilidad a la operación de rescate llevada adelante por Amorim, en las tinieblas de la España franquista y que, como ya lo dijera alguien, en el país donde no nació Gardel, es posible que esté enterrado García Lorca. 

Algunos gestos simbólicos podrían avalar tal conjetura, cada 18 de agosto, aniversario de la muerte del poeta, la viuda de Amorim, Esther Haedo, viajaba a Salto a depositar un ramo de flores a los pies del monumento y una ofrenda floral en el monolito de la supuesta tumba. Y sí algo más debiera agregarse para acrecentar la duda,  es interrogarse acerca del motivo por el cual su hija Liliana, quemó el pasaporte donde estaba registrado ese viaje enigmático. Lo cierto es, que el lugar donde se emplaza el monumento, hoy muestra signos de abandono y en sus alrededores penumbrosos, suelen encontrarse preservativos usados por amantes furtivos. Un rastro preciso de los amores clandestinos y a hurtadillas,  que no disgustarían de seguro, ni a Federico ni a Enrique. 

Cierta tarde montevideana, mi madre militante comunista, junto a los libros de Julio Verne y Emilio Salgari que me compraba todos los meses, trajo también uno llamado Tangarupá, escrito por Enrique Amorim. La sonoridad de la palabra guaraní, atrajo mi atención y lo abrí para leer el prólogo, me lo quitó enseguida de las manos y me dijo: “Lo escribió un compañero del partido, pero tiene cuentos que todavía no son para tu edad”. Que dijera, “lo escribió un compañero del partido”, sonó en mis oídos como algo con una incierta familiaridad, quizás el autor, se podría aparecer una tarde de esas a buscar el diario partidario El Popular, tomarse unos mates debajo de la parra y después de saborear unos amargos irse agradecido. Una de esas noches, a hurtadillas me llevé ocultó el libro a mi cuarto y comencé a leerlo, de esa lectura secreta, solo recuerdo un pasaje, donde unos tipos calentaban un planchuela de hierro y mientras hacían sonar sus instrumentos, ponían encima de la misma a unos patitos que se quemaban las patas, los animalitos parecían bailar al ritmo de una música estrafalaria, el público, tan mísero como los animadores de ese espectáculo salvaje, depositaban unas monedas en una lata, para que los supuestos artistas subsistieran en esa miserabilidad. El relato me resultó más triste que los narrados por Edmundo de Amicis en su lacrimógeno libro Corazón y abandoné pronto la lectura. Por un momento, debo interrumpir la escritura de esta nota para atender una llamada al celular, es mi madre, quiere saber cómo estoy, qué hago, le respondo que escribo una nota sobre Enrique Amorim, entonces me dice: “Cuando me muera te podés llevar el libro Tangarupá y los que vos quieras que tengo en mi biblioteca”. Después de terminar el dialogo, recuerdo que Pelayo Amorim, me debe la respuesta a una pregunta, reviso el wathsapp para ver si la misma fue respondida y comienzo a transcribir el texto enviado desde una estancia en Río Negro, heredada de Esther Haedo: “Esther no podía tener hijos, parece que tenía brucelosis crónica, no lo puedo confirmar. Por eso aceptó a la hija de Enrique por fuera del matrimonio. Se llamaba Liliana Amorim y Enrique les puso un negocio de lencería llamado “Margotte” a ella y a su madre Blanca, en la galería del Hotel Alvear, un lugar bien finoli. Liliana se trataba con Esther y mucha gente no lo entendía, Enrique en su testamento le dejó “Las Nubes” y todo lo que había adentro, entre eso, 11 cuadros muy valiosos de Picasso, Barradas, Figari, Portinari, Xul Solar, Di Cavalcanti y varios más. En definitiva heredó más que sus sobrinos Haedo, con la venta repartida de la estancia “La Carreta”. En 1973 el estado uruguayo compró “Las Nubes” para hacer un centro cultural y museo que está en actividad”. Las herencias suelen ser dispares y no por eso ninguna se vuelve desechable, con Pelayo Amorim, coincidimos como alumnos en el mismo colegio secundario de Montevideo -el Instituto Bauzá- a fines de los 60 y principios de los años 70, no fuimos condiscípulos por una diferencia de un año, pero sí compartimos un espacio de la educación pública uruguaya, donde los hijos de los ricos, se educaban junto a los hijos de los trabajadores. En ese sentido, más allá de las diferencias que puedan separarnos, ambos somos herederos de un pasado forjado con cierto romanticismo y tragedia, por tipos como Lorca y Enrique Amorim, con su fabulosa vida. Esa es una de las paradojas posibles, la otra, está más relacionada con el presente de aislamiento y pandemia, en la cual los deudos no pueden enterrar a sus seres amados, entonces la leyenda de Amorim cierta o no, cobra un sentido desafiante, es el hombre que realiza un viaje peligroso donde pone su vida en juego, para darle el descanso de la sepultura a uno de los objetos del su amor, de su eros, tal como lo hiciera la Antígona de Sófocles y al cual también, las nuevas sexualidades, podrían rescatar del olvido como un ícono queer del pasado.  


Eduardo Silveyra es un escritor uruguayo que reside en Argentina desde la decada de los 70. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en medios de Argentina, Brasil, Uruguay y tambien de este lado del Atlántico. Entre sus títulos se cuentan los poemarios Ave Fénix ,1989; Poemas de pez amarillo, 2004 y las novelas Esta puta memoria, 2009 y El baile de la yegua, 2017. Este es su primer artículo para nuestra revista