Por Nicolás Román Borré

François Truffaut y Jean-Luc Godard fueron los dos realizadores más influyentes del llamado Novelle Vague del cine francés de la posguerra. Pero mientras este es ya un nonagenario retirado aquel siempre sospechó que su vida iba a ser un tanto corta. Su plan fue hacer treinta películas y retirarse a escribir libros. Hizo veinticinco y murió de un tumor cerebral a los 52 años

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«Las películas son más armoniosas que la vida.
No hay trancones en los films, no hay tiempos muertos,
los films avanzan como los trenes, ¿comprendes?
como los trenes en la noche.»
François Truffaut (1)


«François de pronto está muerto.
Yo de pronto estoy vivo.
¿No hay diferencia, verdad?»
Jean-Luc Godard (2)


La muerte no era una flor extraña para Truffaut, él la había conocido cuando ella le arrebató a su padre espiritual André Bazin en la aurora del rodaje de Los 400 golpes. Por tanto, el hombre que escribiera la lúcida reflexión del séptimo arte ¿Qué es el cine?, y promotor intelectual de la Nouvelle Vague, falleció sin conocer el éxito del realizador francés más querido de todos los tiempos.

Además, la parca estuvo presente con sutileza -como bien lo destacó el crítico y sacerdote colombiano Luis Alberto Álvarez- en toda la filmografía  de François Truffaut, especialmente en El cuarto verde (3). Cinta magníficamente fotografiada por Néstor Almendros y que a juicio de algunos especialistas marca la cumbre artística de Truffaut, debido al exquisito tono poético, el humanismo desarrollado con verosimilitud por los personajes y el lirismo musical de Jaubert (4).

Durante el proceso de escritura y particularmente en el período de rodaje de su último trabajo: «Confidencialmente tuya», una insólita prisa se apoderó de Truffaut, así lo afirman Jean Aurel, Suzanne Schiffman y recientemente  Carole Le Berre. Todo parece indicar que él sospechaba que sus días estaban indefectiblemente contados, o como si jugara ajedrez con un señor ignoto que  vestía siempre de negro en alguna época medieval, tal vez, en la referencia  cinéfila y metafísica del Bergman de El séptimo sello.

De todas formas la muerte lo llamó muy temprano, especialmente si uno compara la injusticia de dejar sobre el planeta algunos directores francamente impronunciables, que le han hecho un daño terrible a la historia  de las imágenes en movimiento.

Comprometidos a mitigar los dolores de su ausencia, los franceses le rindieron homenaje a ese hombre que amaba a las mujeres, con la restauración integral y exhibición de Les quatre cents coups, la publicación de una treintena de libros sobre la actividad fílmica de Truffaut y todos  los films en formato DVD cuando se conmemoraron los veinte años de su desaparición.

Pero en aras de hacerle verdadera justicia a un espíritu como François Truffaut, es necesario dejar de lado la idealización del mito, sacarlo necesariamente del concepto de víctima infantil, para comprenderlo en su real valor y personal evolución. En primer lugar, hay que juzgar que la adolescencia de Truffaut fue difícil porque el mismo lo quiso al irse de casa, por cometer unos pequeños ilícitos que lo llevaron al Centro de Observación para Menores en Villejuif, al mentir todo el tiempo y por fugarse del correccional.

Claro que los anteriores datos personales recuerdan con firmeza el argumento  de los cuatrocientos, pero Truffaut afirmó (después que su familia rompió relaciones con él y para calmar las cosas) que era solo un producto de ficción con algunos elementos vivenciales. Sin embargo años más tarde dijo sobre el particular: «La parte autobiográfica de mis films, realmente no la puedo declarar, no la puedo señalar, ni la puedo separar, porque no soy  totalmente consciente y porque soy algo hipócrita y me oculto tras estos  films, procuro no hablar en primera persona. El resultado, por tanto, no es claro.»

Después de una terrible decepción sentimental y abochornado por haber vendido todos los libros de su mejor amigo (5), el joven François, que contaba en ese tiempo con 18 años, decide alistarse al ejército -fatal error-, allá se dio cuenta de los horrores de la milicia y que no tenía talento para el oficio. Pensó entonces desentenderse un poco del asunto, pero lamentablemente no era Villejuif, fue encarcelado, tildado de desertor y solo por la intervención e influencia de su mentor es liberado en calidad  de deshonra.

Terminada la reclusión forzada, Bazin lo llevó a su casa, donde vivió dos años al seno de un hogar que le ofrecía largas jornadas de charlas cinematográficas. André Bazin le corrigió sus primeras críticas que fueron publicadas en Cahiers du Cinéma y Arts, de igual forma, le consiguió trabajo  en el departamento de cine del Ministerio de Agricultura y lo introduce de  lleno en el mundo audiovisual europeo.

«El cine es el arte de lo real y su materia prima son los trazos que la realidad visual deja en el celuloide»
André Bazin

En la redacción de Cahiers du Cinéma -liderada por Bazin- covergieron felizmente un grupo de jóvenes, críticos y directores, que defendían la noción de autor, respaldaban la teoría de la «caméra-stylo» de Alexandre Astruc e iniciaron el desarrollo de una cierta concepción del séptimo arte,  exaltando en sus páginas las producciones de realizadores como: Jean Renoir,  Orson Welles, Robert Bresson, Max Ophüls, Carl Theodor Dreyer, Friedrich  Wilhelm Murnau, Roberto Rossellini y William Wyler.

Las ideas filosóficas de André Malraux, Henri Bergson, Emanuel Mounier y Jean-Paul Sartre, se integraron al fragor del movimiento y en el segundo lustro de la década del cincuenta, las primeras obras de Eric Rohmer y Claude Chabrol vieron la luz, mientras Jacques Rivette rodaba París nos pertenece. Dichos acontecimientos, estimularon a François Truffaut, quien debutó con los cortometrajes Una visita y Les Mistons, pero contrario a  lo previsto, esos trabajos rayaron en la mediocridad.

Incluso hoy día, algunos de sus largos son valorados como errores creativos, entre ellos: Dispárenle al pianista (6), La piel suave y Una joven linda como yo, circunstancia que no es desconocida por Truffaut e incluso  que él admite «Los años pasan, yo hago películas buenas o malas, pero todas libremente elegidas. Y estoy obligado a darme cuenta, que solamente el tema  afectivo me interesa». (7)

Sin embargo, en 1959 el destino le deparó mejores caminos durante la exhibición de su ópera prima Los 400 golpes, cautivando al público y a la crítica internacional congregada en el Festival de Cannes. Desde ese momento, Truffaut talló en los anales de la historia, su nombre con letras de oro, y sus cintas: Les quatre cents coups, Jules y Jim, Fahrenheit  451, La noche americana y El cuarto verde se encuentran situadas en la cúspide del arte universal.


Lo que es realmente maravilloso en François Truffaut y que fascina a quienes  nos sentimos -de una u otra manera- identificados con él, es su infinito  amor por el cine, la ardua militancia cinéfila y la defensa de la Cinemateca  Francesa. Es recordado, en la manera como devoraba película tras película,  por fundar el cineclub «El círculo cinémade» y gracias a la pasión sin  límites que plasmó en sus diez libros e innumerables artículos. La  admiración por él se acrecienta aún más, cuando introduce en sus trabajos  citas de amigos, escitores y cineastas que lo inspiraron (8), por leer  Honoré de Balzac, Víctor Hugo y Johann Wolfgang Goethe, a los doce años y sobre todo al delirio de los mágicos instantes que nos obsequió con cariño en sus cintas.

Al final del primer largometraje de Truffaut, el adolescente Antoine Doinel  es acompañado por las notas musicales de Jean Constantin, mientras es captado en una hermosa secuencia que concluye con el primer plano congelado del rostro de Jean-Pierre Léaud. Así el protagonista se enfrenta ante la inmensidad del océano y de la vida, lejos queda entonces el joven delincuente, aparece de súbito el auténtico pero frágil niño que busca afecto desesperadamente. En consecuencia, es el mismo François que se nos  revela humano, aquel parisino a quien le gustaba las tajaditas de plátano y la leche condensada, un Truffaut nostálgico, falible, grandioso y tímido.

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1 – La nuit américaine – 1973. Co-escrita con Jean-Louis Richard y Suzanne  Schiffman.
2 – Cita de Godard para la presentación del libro «François Truffaut, Correspondance» editado por 5 Continents y Hatier en abril de 1988. Es un monumental texto que contiene 500 cartas compiladas por Gilles Jacob y Claude de Givray.
3 – La chambre verte – 1978. Basada en The altar of the dead, Friends of friends y The beast in the jungle de Henry James.
4 – Maurice Jaubert, compositor francés que murió en 1940. Egresado como jurista de la Sorbone a la temprana edad de 19 años. Devino en músico y era una de las personas que Truffaut admiraba profundamente. Aunque nunca se  conocieron, sus partituras se encuentran en varios films de este último.  Podemos apreciar la foto de Jaubert colocada en el santuario de velas en la  cinta El cuarto verde.
5 – Robert Lachenay, era más que un hermano. Durante muchos años le prestó dinero, libros y revistas sobre cine, además lo visitó asiduamente en el período correccional de Villejuif.
6 – Luis Alberto Álvarez tiene una posición totalmente diferente sobre esta  película. A tal punto, que en la revista Kinetoscopio del Centro Americano  de Medellín, la cataloga dentro de las mejores. Él escribe: «Cuando François  Truffaut debutó en 1959 con Les quatre cents coups, los críticos del mundo  alabaron el estilo semi-documental de una historia que describía una  adolescencia perturbada y melancólica. Esos mismos críticos se sintieron  profundamente confusos al encontrarse, al año siguiente, con la segunda obra  del autor, Dispárenle al pianista. Esta mezcla de película de gangsters, comedia de slapstick y romance dulce-amargo fue una de las obras claves de la Nueva Ola Francesa, pero se necesitó tiempo para acostumbrar a la crítica  y al público a una película que se escapaba tan abiertamente ante las  expectativas dramáticas tradicionales y que mezclaba tan libremente los elementos genéricos. Considerada en nuestros días como un clásico moderno,  Dispárenle al pianista es un perfecto ejemplo de película adelantada a su  tiempo.»
7 – Cita de: L’Avant-Scène Cinéma, número167. Editado en enero de 1976.
8 – Los 400 golpes – 1959, está dedicada a André Bazin y es un abierto culto de Cero en conducta – 1933, de Jean Vigo y Alemania, año cero – 1947, de Roberto Rosellini; Su productora Les films du Carrosse lleva el nombre de la película de Jean Renoir La carrosse d’or – 1953; En La noche  americana – 1973, y Fahrenheit 451 – 1966, se aprecian libros sobre  Ingmar Bergman, Luis Buñuel, Ray Bradbury, Robert Bresson y Ernest Lubitsch  -por citar algunos nombres-; Besos robados – 1968, está dedicada a Henry  Langlois, cineclubista y fundador de la Cinemateca Francesa; Confidencialmente tuya – 1983, es realizada integralmente al estilo cinematográfico de Alfred Hitchcock.

Nicolás Román Borré ha sido Abogado e investigador de la problematica animal, cineclubista, gestor de muestras de cine. Actualmente es coordinador de la sala de cine arte y ensayo Le Gyptis en Marsella, Francia