La academia de las musas (José Luis Guerin, 2015) se desarrolla, primero, en un salón de clases en donde un profesor universitario dicta una cátedra de poesía italiana. La discusión gira en torno al papel de las musas en la literatura y su auditorio, mayoritariamente femenino, escucha atento lo que este dice, interviniendo luego con comentarios que atizan el debate. El devaneo intelectual lo lidera el profesor y la intervención de tres alumnas, que conforme vaya avanzando la película irán adoptando un rol cada vez más protagónico. Guerin registra esta situación desde una perspectiva casi documental, en donde la cátedra, la conversación académica, trasciende los claustros universitarios para dar lugar a escenas (al interior de un auto, en un café, la sala del profesor, habitaciones de hotel)  en donde las conversaciones tienen un correlato real, es decir, aquello que es dicho y discutido en clase (la definición y relevancia de las musas, así como su función), se vuelve parte de la vida misma de los personajes, convirtiéndose ellos en una representación contemporánea del antiguo poeta y las musas. Esta transición se da de forma natural y va incrementando el dramatismo, en apariencia inexistente, de lo narrado. Ahí están las alumnas, que apuestan por las convenciones literarias decimonónicas, frente a otra que elige el verso libre y es, tácitamente, expulsada de esta “academia de las musas”; aquella otra que asume con totalidad el papel de musa y una tercera, que a pesar de su compromiso con el concepto, se resiste a convertirse en una. Luego el profesor, el elemento articulador de toda la historia, se convierte en el “poeta” que escribe sonetos y predica, tal cual se dice en un pasaje de la película, el amor, o al menos algo que dentro de la construcción literaria es llamado así. Este conjunto de personajes forman parte de la “academia de las musas”, un pretexto plagado de pensamiento crítico para hablar del deseo en el mundo actual.