Por Mario Flecha

Reproducimos este cuento de Mario Flecha que evoca, entre otros, a Cervantes y Augusto Monterroso pero cuyo contexto es el Londres de los inmigrantes recién llegados durante la desastrosa Guerra de Iraq y los operativos antiterroristas de Scotland Yard. De si es fábula fantástica o crónica real, ustedes deciden


La locura es el privilegio de los sanos

Esta es la historia de Javier Ang, hombre de mala suerte que se fue a Europa unos días antes que comenzara el otoño en Recife. Se fue escapando de la incertidumbre de vivir al borde de la pobreza.

El 20 de Marzo de 2003, Javier Ang aterrizó en Londres. Había llegado con los puños cerrados apretando entre los dedos el sueño de una vida mejor.

Viajó desde el aeropuerto de Gatwick a la estación de trenes de Victoria, aferrándose a su valija. Se alojó en una de las pensiones de los alrededores de Pimlico

El recepcionista lo atendió con indiferencia, le pidió su documento:- Pasaporte. Javier lo buscó en los bolsillos del saco y se lo dio. Mientras esperaba, se distrajo mirando la pantalla de TV que estaba al lado de la pantalla de la computadora. Reconoció el olor rancio a humedad que se escapaba de las alfombras. De pronto apareció en la televisión George W. Bush diciendo con la solemnidad que requiere el cinismo, —Now that conflict has come, the only way to limit its duration is to apply decisive force. And I assure you, this will not be a campaign of half measures, and we will accept no outcome but victory.

El recepcionista, mirando el documento brasileño, le dijo en portugués:—Llega en un mal momento, Bush está anunciando la primera guerra de este siglo. – ¿Qué más dijo Mr. Bush?

—Que el conflicto con Iraq ha comenzado y la manera de limitarlo es aplicando una fuerza decisiva, y el único resultado aceptable es la victoria.Vaya al primer piso al cuarto número 17.

Tomó las llaves y subió por la escalera encontrándose en un pasillo angosto, iluminado por una luz difusa que le impedía ver. Se divirtió tanteando con las manos sobre las paredes hasta que descubrió los moldes del marco de una puerta y confirmó el número acariciándolo.

La habitación era un cuarto sórdido, donde persistía el olor rancio de la planta baja. Sintió miedo de estar tan lejos y solo. Cerró las cortinas dejando la oscuridad de la noche afuera y se fue a dormir.

Javier Ang consiguió un trabajo de electricista en la primera semana de su llegada a Londres. Pasaron dos años antes que pudiese manejarse con soltura en inglés. Fue entonces cuando aprovechó la oportunidad de ejercer su profesión de maestro.

Alquilaba un cuarto en una casa en el barrio de Newington Green, lugar colonizado por los chipriotas, que se refugiaron en Londres desde 1974, huyendo del conflicto armado que dividió la isla en dos países.

No tardó mucho en hacerse amigo de un grupo de marginados quienes habían organizado una asociación política denominada MOLE. Le habían regalado un perro conocido por todos como “El Picasso”,

Se reunían en el Bar Acoustic. Ellos lo llamaban El Comunista, evocando a el ex dueño, el poeta turcochipriota Assif Malik, un marxista con agilidad mental y pereza física, que lo vendió porque se aburría. La idea de pasarse la vida entre café y medialunas le hacía doler los múltiples rincones de su alma. El cambio de nombre fue porque aludía a sonidos y los ruidos lo ponían nervioso, también aborrecía el color naranja de la puerta de entrada y ventanas.

Jamil, alias “El suspicaz”, fue el primero en llegar. Se sentó a esperar bajo el sol inesperado de Londres. Después Martha y Peter, quienes acercando las sillas a la mesa fueron cerrando el círculo. Jamil había desarrollado un odio cauteloso contra ellos. Le molestaban esas miradas de entendimiento tácito que lo dejaban fuera de sus vidas mientras las voces de la pareja se confundían en un eco continuo y sus manos se buscaban entrelazándose.

Se quedaron en silencio esperando a Javier Ang. Jamil estaba intrigado, quería averiguar el país de origen de Javier, tal vez lo ayudaría a comprenderlo. Javier le explicaba que era Paraguayo con el problema de haber nacido a miles de kilómetros de Asunción, en el hospital Argerich del barrio de la Boca en Buenos Aires y su idioma natal era portugués.

Él siempre era el último. Su conversación era incoherente con un acento indescriptible. Luego de hablar se quedaba tranquilo con el aire ausente de quien sabe que tendría que estar en otro lugar.


“Limitaciones lingüísticas de los animales”, es el término que han usado los Marines en Iraq para explicar el motivo de la poca disciplina de los perros adquiridos.

Jamil estaba acostumbrado a esa manera maldita de hacerle perder el tiempo. Llegó al bar con un inmenso ramo de tulipanes. Peter le preguntó qué estaba festejando. Sonrío burlonamente, como cada vez que se sentía satisfecho de sí mismo. 

—Resolví la manera de financiarnos.

—¿Cómo, ganaste la lotería?

—No, leí en la página de internet del diario El Mundo de España lo siguiente. Lo copié porque me pareció interesante –dijo sacando un papel todo arrugado del bolsillo:

“Limitaciones lingüísticas de los animales”, es el término que han usado los Marines en Iraq para explicar el motivo de la poca disciplina de los perros adquiridos. Entre ladrido y ladrido de fondo, los expertos israelíes ironizan: “Quizás los soldados norteamericanos deban aprender hebreo”. Lo comenté con mi tío, el Pelado, y tuvo una idea brillante para hacer un negocio.

—¿Cuál es el gran negocio?

—Perros que hablan. Yo les enseño y una vez que aprendieron se los mando a mi tío a Italia, él hace un documental con la videocámara y lo vende a la cadena de televisión italiana.

Imagínense un programa donde unos perros sentados sobre sus patas traseras alrededor de esas mesas televisivas conversen civilizadamente.

—¿Sobre el infinito con un filósofo italiano?

—¿En qué idioma? – Inglés, tendremos que traducirlo al italiano con subtítulos. Peter, molesto, le dijo 

—Con tu inglés se les va entender poco.

—¿Quién le va a enseñar a los perros a hablar?

—Ya dije que yo, para algo soy maestro de colegio primario, estoy acostumbrado a perder el tiempo.


¿Tienen que ser perros de raza pura o te parece que cualquier perro puede hablar?

—Un perro es un perro. Yo tengo al Picasso a quien ya estoy educando pero necesito otro más. Tienen que ser por lo menos dos sino el diálogo es imposible. Miren pendejos, ustedes serán malabaristas con las palabras para describir utopías, pero no entienden que sin acción no hay ideas. Mejor, en vez de perder mi tiempo convenciendo a un par de inteligentes, me voy a buscar un perro.

—¿Le vas a enseñar a cantar también?

—Me pregunto por qué serán tan negativos. Mi tío se gasta una fortuna en llamadas telefónicas, horas pensando y ustedes sentados en El Comunista. Se toman un café con leche creyendo que es suficiente para producir los cambios necesarios para concretar los objetivos del MOLE. Necesitan hombres de acción, que no les tiemblen los pelos del culo, como yo.

— Javier, estás agresivo. El movimiento necesita de gente con nervios de acero, no loquitos exaltados. Hoy nos reunimos para hablar de Iraq y no de perros charlatanes. Queremos analizar los motivos de la guerra en Iraq.

Sabían que estos encuentros nacían muertos como casi todo lo que hacían porque para los sicópatas que los gobernaban no existían.

—Yo consigo los perros y les activo el hipocampo –insistió Javier–

—¿Qué?

—Ya ven, ustedes tienen mucha teoría dándoles vueltas en la cabeza, pero ni jota de cómo está compuesto el cerebro humano. El hipocampo es la parte de la masa encefálica cuya función es la del aprendizaje y la memoria, participa en convertir a la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo.

—Sos el Ingenioso Hidalgo de Newington Green.

—Darwin comparaba los sonidos de los cantos de las aves con el lenguaje humano. Debo conseguir que los sonidos que los perros hacen se transformen en palabras articuladas.

Javier se levantó, los miró con desprecio y se fué.

—Siempre la misma historia. Viene con boludeces, las escupe y se va –dijo Peter, sosteniendole la mano a Martha. 

Decidieron seguirlo y al llegar a Clissold Park se acercaron a él y caminaron a su lado, pretendiendo ayudarlo en la búsqueda del perro adecuado. Martha observó que los perros callejeros fracasarían en cualquier concurso de belleza y ésto es una gran desventaja para ser presentado en televisión, porque en la televisión solo actúan gente linda, limpia, con olor a fragancias exóticas. Al llegar a las jaulas de los pájaros en el medio del parque, vieron a un Setter irlandés de color rojo y movimientos nerviosos. Se miraron con complicidad.


…leer es un entretenimiento burgués, facilitado por gente sucia que entre el alcohol, un poco de sexo y alguna que otra droga, vivían la vida garabateando ilusiones sobre papeles para distraer a la gente de los dolores y explotaciones cotidianas.

—Debemos expropiarlo para permitirnos financiar la revolución.

— ¿Quién le explica a la dueña que debe darnos el perro para ser entrenado a hablar?

—Mejor será robarselo.

—¿Cómo?

—Piensen en alguna película o alguna novela cosa de que podamos imitar el plan. Nadie roba perros en la literatura, pensó Jamil mientras se rascaba la cabeza. Estaba por preguntar a los otros cuando recordó que según el MOLE, leer es un entretenimiento burgués, facilitado por gente sucia que entre el alcohol, un poco de sexo y alguna que otra droga, vivían la vida garabateando ilusiones sobre papeles para distraer a la gente de los dolores y explotaciones cotidianas. Ella los miró adivinando que estaban admirando a su perro.

Javier dijo —¿Qué pasaría si yo voy corriendo y tropezando me caigo encima de ellos? Seguro que entre estar parada a caerse sentada sobre el suelo, preferirá soltar la correa dándonos la oportunidad a salir corriendo con el perro.

—Tiene sus peligros, él puede atacarte o algún comedido defenderla. Sería mejor hacerse amigo de ella.

—Lindo perro –dijo Javier–.

Ella lo miró con desconfianza

—Tiene buena voz.

—¿Quién, yo? Preguntó ella desconcertada.

—No, el perro. Ella estiró la correa del perro en la dirección opuesta a donde estaba el grupo del MOLE y se perdió entre los árboles.

Desalentados, fueron caminando hacia Hackney cuando vieron a un anciano desalineado con las piernas colgadas entre las rejas de un balcón de mala muerte. A sus pies, tres perros de colores indefinidos estaban sentados. Los tres tenían las orejas paradas y los hocicos dirigidos hacia el viejo. Javier se acercó sigilosamente, no queriendo interrumpir y tratando de escuchar qué decía el hombre mientras los otros se quedaron paralizados por la coincidencia.

El viejo se dirigió a los perros y les dijo,—Hola. Colocándose la mano abierta detrás de la oreja espero que alguno de los perros repita. Ellos lo miraban en silencio.

—¿Usted les está enseñando a hablar? 

—Sí –contestó el viejo desganadamente–.

—¿Consiguió que alguno de ellos converse?

—Sí claro, El Picasso que era muy inteligente, no solo aprendió a hablar sino que caminaba con las dos patas traseras sobre una soga. El viejo estiró las piernas y aplaudió, los perros se levantaron y comenzaron a caminar en círculos esperando órdenes.

—¿Qué método usa para educarlos? –le preguntó Javier entusiasmado–.

—El de Judy Moore.

—¿Judy Moore?

—Sí, ella dice que lo primero que hay que hacer es aprender que necesidades tiene el perro y después escuchar lo que ellos dicen. Por eso elijo perros con predisposición a hablar. Jamás hay que castigarlos porque esto les produce gran ansiedad y un perro ansioso no puede hablar.

Aplaudió y los perros se sentaron, ocupando las mismas posiciones de antes. Javier no dudó un segundo en intentar atraer al viejo para el proyecto revolucionario del MOLE. Si lo conseguía se ahorraría el esfuerzo de educar a los perros.

—¿Le gustaría participar?

—¿En qué? –preguntó el hombre con curiosidad.

—En cambiar el mundo.

—No te parece que ya soy viejo para tales banalidades.

—Eso no impide que contribuya con el MOLE.

—¿El MOLE?

—El Movimiento de Liberación Extraterrestre.

—Hummm, ¿Y eso? –dijo el viejo sin saber si reírse o echar- los–.

—Somos un grupo de izquierda con tendencias socialistas. Creemos en la imposibilidad de persuadir a los neoliberales, capitalistas, demócratas, dictadores, por lo tanto la única manera de avanzar hacia una sociedad igualitaria es una invasión de seres extraterrestres y nosotros debemos preparar a la comunidad global a aceptarlos sin ofrecer resistencia a la invasión.

—Vaya tarea, ¿los yanquis y sus amigos aceptaran ser desplazados? –murmuró el viejo–.

—No les gustará nada, pero entienda que estos seres vienen de una civilización y cultura poscapitalista, posdemocrática, vienen con una experiencia socialista. Sus armas tendrán los últimos avances tecnológicos, de una sofisticación imposible de imaginar, los arsenales de armas nucleares no servirán de nada. No les quedaría ninguna opción. Como los caballos que llevaron los españoles para conquistar América.

—Sí.

—Bueno, entonces no debo preocuparme, sólo tengo que esperar que nos invadan.

—No es tan fácil. Nosotros tratamos de persuadir a los pueblos para que estén preparados para este acontecimiento.

—¿Y?- Necesitamos financiar el proyecto.

—Es muy peligroso, tengan cuidado porque cuando los políticos tienen miedo, son los grupos como el de ustedes los que sufren y este gobierno está asustado.

Ayer eran los comunistas, hoy los yihadistas y mañana por ahí les toca a ustedes. El anciano los miró desilusionado y con un gesto terminó la conversación. Se fueron caminando sin saber qué hacer.

A Jamil, alias “El suspicaz”, no le gustó el viejo, había algo inexplicable, demasiadas coincidencias. Javier había aparecido con la historia de perros parlantes… esas piernas colgadas del balcón…. ese “tengan cuidado”.

Javier Ang volvió a su casa feliz porque la idea de los perros es posible, si el viejo lo hizo, yo también podré, pensaba y sin embargo había algo que no podía comprender. El olor rancio que lo había perseguido durante toda su estadía en Londres se hacía ahora más penetrante. Huele a muerte pensó. Mientras se acostaba prendió la radio. Semidormido escuchó las noticias.

—Fue desmantelada una célula terrorista de un grupo hasta hoy desconocido, el M.O.L.E.

Javier Ang se despertó por el ruido violento que hizo la puerta al ser derribada por las fuerzas especiales del cuerpo de la policía antiterrorista. La efectividad con que actuaron le impidió salir de la cama, cayendo abatido por una lluvia de balas. El Picasso también fue ejecutado cuando intentó defenderse.

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Ilustración: Olivia Juana Flecha

Mario Flecha es escritor, crítico de arte y ex editor de la revista Untitled y fundador de la Bienal de Jafre. Es uno de los colaboradores habituales de nuestra revista. Visita aquí su página electrónica