Una reseña de Juan Toledo a «Beings», antología de cuentos peruanos publicada recientemente en Londres.

Fotografía: Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán y Julio Ramón Ribeyro. 


¿Existen en realidad literaturas nacionales? Pregunta harto difícil de contestar. Según Octavio Paz, en toda obra literaria lo único que hay es un color local, no más que un matiz de especificidad cultural y, por ende, geográfico. No así, Beings. Contemporary Peruvian Short Stories, una antología de cuentos peruanos traducidos al inglés, recientemente publicada en Londres, apunta si no a una literatura que pudiéramos llamar “nacional”, al menos sí a una serie de obsesiones donde el amor, la raza, el exilio y la marginalidad son parte de una entretenida receta literaria que bien podrían ser los ingredientes de la inasible identidad peruana actual.

Beings reúne ocho escritores que abarcan desde la producción de la narrativa breve peruana desde 1950 hasta nuestros días. Hay autores de la talla del gran Julio Ramón Ribeyro y su amigo, y corresponsal, Luis Loayza —ambos de la denominada “Generación del 50”— hasta escritores mucho más recientes como Jorge Eduardo Benavides o Gunter Silva Passuni; este último el más joven de todos y residente en Londres desde hace varios años.

Si hay un tema que permea casi todas estas historias es el de la miscegenación, es decir, el encuentro y mezcla de diferentes razas que el urbanismo y la modernidad impusieron sobre sociedades que hasta mediados del siglo pasado eran rurales y con clases medias bastante precarias e incipientes. Curiosamente, no figura ninguna escritora; todos los autores escogidos son hombres y, más aún, el deseo amoroso y sexual que tanto exhala esta antología no tiene como punta narrativa a las cholas peruanas, sino a las extranjeras, las caucásicas o las mujeres de clase media alta emocional y sexualmente independientes —lo que, traducido en muchas partes de Latinoamérica, significa “mujeres blancas.”

Los ocho cuentos pueden leerse como los estragos psicológicos y personales que las embestidas de la modernidad infligieron en la población joven a quien le tocó vivir esos cambios. El resultado son historias llenas de nostalgia pero también de un humor estoico y una risa sardónica, la risa de quien precisamente ha salido perdedor o se ha quedado atrás.

Los dos relatos más extensos son los de Fernando Ampuero y Luis Loayza, “Malos modales” y “Tardes frías” respectivamente. El primero plantea una exploración de los ritos de la iniciación sexual de la adolescencia en la Lima de los años 60, cuyo centro narrativo es una misteriosa e inasible joven caucásica este-europea. Es un cuento veraniego, febril, colmado de patetismo, humor y nostalgia.  “Tardes frías”, en comparación, es el retrato de las expectativas de clase y género de un profesor universitario y su relación “ilícita” con una estudiante de clase alta. Narrado en tercera persona, nos dibuja las pequeñas e inevitables metamorfosis de poder y atracción entre un hombre mayor y una mujer mucho más joven, mientras que nos recuerda las falsas aspiraciones y pretensiones de una clase media profesional no afluente.

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Por otra parte, en “Alienación” Julio Ramón Ribeyro —uno de los grandes cuentistas latinoamericanos del siglo pasado— nos deleita con las autoimpuestas y jocosas penurias de un zambo limeño llamado Roberto que, por despecho amoroso y al estilo de Michael Jackson —pero con muchos menos recursos— deseó convertirse en un rubio de Filadelfia; luego, se transformó en Bobby y, finalmente, en Bob, antes de entregarse a una causa que no era nada suya. Es una historia muy actual, cargada de enajenación racial que quizá es la peor de todas.

Otro relato cargado —esta vez de erotismo y tensión sexual— es “No tiene que ser de así”, de Jorge Eduardo Benavides. Es uno de los cuentos más cortos, pero, sin duda, contado de manera magistral y cinematográfica. Benavides nos invita a ver la sinuosidad de la curiosidad y el deseo sexual entre dos parejas de casados atrapados una noche, por la lluvia, en un hotel de Oviedo.

Otros dos escritores de la década de los 80, como Benavides, son Guillermo Niño de Guzmán y Alonso Cueto. Se trata de un decenio que, al parecer, impuso la brevedad narrativa como norma. Niño de Guzmán presenta el reencuentro fortuito, breve y casi irreal de dos excompañeros de universidad en “No más que una sombra”. Cueto, por su parte, nos ofrece con “El artista del amor” una parodia de amor y mundanalidad en la figura de un “Don Juan” de oficina quien, con su patética adicción romántica, busca escapar a una vida solitaria, sinsentido y puerilmente utilitaria.

Los otros dos autores antologados son Ricardo Sumalavia y Gunter Silva Passuni. “La ofrenda”, de Sumalavia, es una cautivante historia de misterio y celos con un final impredeciblemente violento y casi inescrutable. Gunter Silva, por último, aparece con el único relato cuyos personajes no son peruanos ni la trama se desarrolla en Lima o en Perú, “Nostálgico”. Se trata de un cuento que nos abre la ventana al submundo de los trabajadores ilegales de la limpieza en Londres. Santiago es un colombiano que limpia ventanas, pero que empaña de una pasada su vida y su relación con Rosa a causa de un favor sexual que él accede a hacerle a la esposa de un cruel funcionario de Scotland Yard. Con un final abierto pero inequívoco, Gunter Silva nos deja entrever las vicisitudes y la vulnerabilidad de la pobreza en el exilio, así como también la inmisericordia del diario vivir de los indocumentados.

Beings es fruto de la labor de la catedrática de la Universidad de Milán, Elisa Cairati, quien reunió los ocho cuentos, y de Anna Heath, quien los ha vertido al inglés de manera confiable y leíble. Es un libro que, quizá como el mismo Perú, no debe ser juzgado por su portada o apariencia, sino por su contenido único y original.  Ojalá más de estos seres se reproduzcan pronto.

Escuche aquí el programa radial Artefacto sobre esta antología.