Por Elena Chávez Goycochea


Empieza octubre y esto, para los neoyorquinos, representa el fin del verano y el inicio de la temporada de lluvias que acompañan al otoño. La ansiedad de saber que se acaba la época más tibia del año provoca la concentración, casi histérica, de los más bizarros eventos culturales: bailes en plazas públicas, festivales musicales a todo volumen, carnavales, parrilladas, desnudos y desfiles. En medio de toda esta explosión cultural, existe un evento que transcurre sigilosamente cada año entre la calle 66 y la avenida Broadway, dentro de las salas del Lincoln Center, un evento reservado, más bien, para quienes aman la soledad de una sala oscura, la inmensidad de una pantalla brillante, la comodidad de una butaca lejos del bullicio. Me refiero al Festival de Cine de Nueva York (NYFF por sus siglas en inglés), que este 2015 celebra cincuenta y tres años, con la misma cautela y sobriedad con que inició hace más de medio siglo.

«Lo interesante de este festival es que su nivel es comparable al Festival de Cannes, pero sin todo ese glamour pomposo de alfombras rojas, prensa farandulera y premios innecesarios», me comenta una directora de cine peruana que ha vivido muchos años en Manhattan. Efectivamente, la finalidad de este festival es exhibir un variado menú (o line-up) de instalaciones experimentales, películas, cortometrajes y documentales cuyos invitados pueden ser los más consagrados directores de cine, como también jóvenes realizadores con clara proyección internacional. El panorama es interesante y, sin duda, la mejor promesa de este festival es abrirnos los ojos a nuevos hallazgos y joyas cinematográficas.

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Todo inicia el 25 de setiembre y dura 17 días consecutivos. Lo primero que percibo es que aquí solo importa el cine y sentirse como en casa. En distintas ocasiones veo caminar, entre charla y charla, a los grandes directores que presentarán, en distintos momentos, sus películas en la cartelera principal (o main slate): ahí pasean Steven Spielberg, Michael Moore, Paul Thomas Anderson, Hou Hsian-Hsien, Jia Zhangke y muchos más con genuina naturalidad. Todo parece indicar que la ciudad—y los organizadores del festival—los reciben con generosidad, como si se tratara de viejos amigos: abrazos, sacudones de manos, palmaditas en la espalda entre ellos. Jodi Johnson, parte del staff y quien me abrió generosamente las puertas del festival, me pregunta si ya tengo mis tickets, que me apure y compre un café. Todos sacudimos nuestros paraguas antes de entrar.

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Michael Moore tras la proyección de «Where to Invade Next?»

Uno de lo más polémicos, como es de esperar, es Michael Moore, quien entra después de la proyección de Where to Invade Next?, su nuevo documental, y nos agradece por estar ahí, presentes, pese a ser un día frío y lluvioso. Su largometraje ha creado un ambiente tenso. Algunos se han marchado ni bien terminó la proyección; otros estallaron en aplausos. De todos modos, Moore responde preguntas y comenta que el documental es una oportunidad para pensar en un Estados Unidos desde otro referente geopolítico: Europa. Un tercer grupo, en el que me incluyo, queda con la sensación de que aun tomando Europa, Moore nos muestra un continente sumamente idealizado, donde parecería que no existen los conflictos, por ejemplo, los recientes problemas no resueltos de la multiculturalidad. De todos modos, los que aplauden saben que están de acuerdo en un punto crucial que aborda el director: la libre posesión de armas y las excesivas sumas de dinero destinadas a las Fuerzas Armadas estadounidenses.

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Hou Hsiao-Hsien

Quien, después, deja a todos asombrados o, al menos atónitos, es Hou Hsiao-Hsien, director de The Assassin. Haciendo honor a su tendencia personal por mostrar amplios panoramas exteriores, bellos paisajes orientales y una fotografía espectacular, esta vez el director taiwanés le añadió a todo ello la intensidad del rojo que derrama la sangre de una silenciosa asesina, Nie Yinniang (Shu Qi). Es interesante, para quienes estamos acostumbrados a vivir en el paradigma occidental, que esta vez sea una mujer quien ocupe el papel principal en una cinta de artes marciales. Mezcla de movilidad e inmovilidad —pues justo cuando parece que nada sucede en la trama es cuando todo sucede rápidamente— The Assassin se consagra como una joya cinematográfica difícil de ignorar. No menos amable que Moore, responde las preguntas en mandarín, con un intérprete al lado. «Sí, es una película sumamente cara—15 millones de dólares—y posiblemente mi película más comercial hasta ahora», aclara seco, pero en un chino suavísimo el director de 68 años. La película representará a Taiwán en los premios Oscar y ya cuenta con el premio Cannes a mejor dirección.

Otra rareza fue Cemetery of Splendour, del director tailandés Apichatpong Weerasethakul. Silencios cortantes, sueños surreales, misticismo tailandés, humor negro y relatos míticos son los ingredientes principales de esta cinta que sumerge al espectador en un mundo de alucinaciones, enfermedad y agonía. En Cemetery of Splendour conviven dos narrativas: el presente teñido por la desolación de las guerras civiles, de donde se supone que provienen los soldados que han caído bajo una epidemia de sueño en un hospital abandonado, y la historia de un pasado remoto, cuando la comunidad comulgaba con los dioses, una época dorada a la cual, en sueños, los soldados dejan sus cuerpos para regresar a luchar. Sin duda, una cinta que nos asombra por la sutileza con que ambas narrativas se entrecruzan y nos interpelan constantemente.

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Cemetery of Splendour

En la misma línea de grandes proyecciones orientales, se encuentra la entrañable Mountains May Depart, del director chino Jia Zhangke, una muestra de la grandeza del cine independiente chino, que nos habla de seres humanos que aman, sueñan y sufren con una naturalidad difícil de encontrar en otras industrias cinematográficas (mucho menos la hollywoodense).

Dentro del mail slate, se encontraron también películas comerciales, como la reciente entrega Bridge of Spies, de Steven Spielberg; y la esperada Steve Jobs, de Danny Boyle, que curiosamente ha sorprendido a muchos, pues se esfuerza en mostrar a un Jobs padre que, pese a haber conseguido el éxito con su multimillonaria empresa, fracasa en sus relaciones familiares, especialmente con su hija.

Habría que destacar otras dos películas que saltarán pronto a las salas comerciales del circuito internacional: Carol, de Todd Haynes y Experimenter, de Michael Almereyda. La primera es una brillante adaptación de la novela de la estadounidense Patricia Highsmith. Sin duda es una cinta que aborda la relación entre dos mujeres desde una mirada sensible; sus interpretaciones principales las llevan Cate Blanchett como Carol, una madre de familia, y Rooney Mara, una joven fotógrafa. A Mara el papel le ha valido el premio a mejor actriz en los premios Cannes. Experimenter, por su parte, nos conduce al mundo bohemio e intelectual de los Estados Unidos de los años 60s, cuando el científico Stanley Milgram (Peter Sarsgaard) llevó a cabo un estudio científico social sobre los mecanismos con que opera la obediencia y el servilismo, un experimento que habría podido lógicamente predecir ciertas atrocidades que la obediencia acrítica le deparaba el mundo. Esta cinta es impactante, pues constantemente nos cuestiona sobre nuestras (peligrosas) tendencias conformistas.

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El line-up del 53° New York Film Festival contiene más de 50 proyecciones que resultaría imposible abarcar por completo; sin embargo, habría que mencionar por lo menos tres proyecciones más que destacan fuera del Main Slate. La primera es el lanzamiento del documental Junun, de Paul Thomas Anderson. Se trata de su primer documental y para los seguidores resulta un descubrimiento y una gran sorpresa, pues demuestra que P. T. Anderson puede salir, sin dificultad, del género ficción. El tema central de Junun es el encuentro entre grandes músicos de oriente y occidente en Rajasthan, ciudad de la India, a donde el director viaja, cámara en mano. En esta aventura participan dos amigos del director: Jonny Greenwood y Nigel Godrich, primera guitarra y productor de la banda británica Radiohead, respectivamente, junto al cantautor israelí Shye Ben Tzur. Los acompañan otros grandes artistas que llevan la música a otro nivel. Los protagonistas, sin embargo, no son tanto los músicos (aunque sí, básicamente ahí reside la decisión del director por encontrar culturas diferentes), sino más bien mostrar la idea de la música como una lengua universal, desterritorializada. Una exploración interesante que todo seguidor de P.T. Anderson debería ver para ampliar la visión sobre su obra.

La segunda sorpresa, reservada en la sección de “eventos especiales”, es la directora griega Athina Rachel Tsagari, quien este año, además, se encuentra en Nueva York como creadora residente auspiciada por la Film Society del Lincoln Center. Tsagari ha sorprendido con Chevalier,  una comedia que explora los rasgos más bizarros del comportamiento masculino a partir de la historia de seis hombres a bordo de un yate. Ellos compiten, en medio de un juego que luego se convierte en algo más serio, por una cuestión de honor y hombría. La cinta se ha llevado los aplausos más divertidos del público y nos ha permitido conocer a una directora a quien hay que seguirle el rastro. Como dato final, habría que mencionar que ha sido la co-productora de Richard Linklater, en la cinta Before Midnight (2013), donde además tuvo un pequeño papel como Ariadni.

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«Las mil y una noches» de Miguel Gomes.

El director portugués Miguel Gomes, por su parte, no solo sorprendió, sino que nos dejó exhaustos y felices con una entrega desplegada en tres episodios, en una mezcla de ficción-documental-político que ha titulado Las mil y una noches. Volumen 1. El inquieto; Las mil y una noches. Volumen 2. El desolado; Las mil y una noches. Volumen 3. El encantado. El director explica que las historias se valen de “una forma ficticia para mostrar hechos reales”. Adaptando la narración a la voz de Sherezade, las historias despliegan las problemáticas sociales y políticas que atraviesa Portugal, entre ellas el desempleo y las medidas de austeridad en tiempos de crisis. En un juego constante (pero no menos serio), los personajes que hacen aparición incluyen a un gallo parlante y una avista muy astuta.

Sin duda, el Festival de Cine de Nueva York, en su edición número 53, le ha hecho honor al aura que la acompaña: un acontecimiento internacional que congrega a los más variados directores, cuya diversidad de orígenes y tendencias estéticas y políticas enriquecen a todo aquel que se arriesgue a tomar 17 días de “intensidad y altura”.