Por Paloma Cuevas R

Este tercer relato erótico nos llega desde México y su punto de partida, por decirlo de alguna manera, es la canción homónina del conocido cantautor español Luis Eduardo Aute


Tendida, con los muslos como alas abiertas,
dispuestas al vuelo… me incitas, me invitas a viajar 
por lácteas vías y negros agujeros 
levemente desvelados por tú mano que juega
por pudores y sudores enjugando
entre pétalos de carne, el estigma
de tu flor más desnuda,
Mojándolo todo...

                                                            Luis Eduardo Auté

Escuchar veinte veces la bendita canción de Luis Eduardo, y tratar de ponerme en el mood adecuado, sin dejar de temblar mientras me voy quitando la ropa, eso de ir a una cita sin haber tomado un bañito relajante no es algo que me guste, una copa de vino tinto que de repente va vaciándose mientras voy por toda la mínima extensión de la casa, cantando y tarareando la canción; convenciéndome de que sentir de nuevo no está tan mal…

Ya sin ropa, comienza de nuevo y dice: “Tendida, con los muslos como alas abiertas”, me recuesto e imito la posición de la mariposa, con los muslos a punto de iniciar el vuelo, mi mano viaja desde mi rostro despacito, he decidido adorarme esta tarde antes de tomar el baño que me dejará lista para mirarte esta tarde otra vez…

Quiero reconocerme y sabrosearme, ¿estará mal acaso? Son ya dos años sin permitir pene-tración alguna, sin aceptar caricia de alguien que no sean mi hijos, ya casi no soy mujer, soy una planta, completamente asexual y en muchos sentidos cuasi domesticada… pero hubo un tiempo en que mis piernas estaban dispuestas al vuelo, en que ponerlas alrededor de una cintura, de un cuello, de una almohada era el éxtasis total, en que estaba dispuesta a sentir… fue hace tiempo…

Comenzar a sentir mi piel, de nuevo, es suave, es sedosa, fresquecita, y mis senos responden bien, no son inmensos, son pequeños la medida perfecta para la boca de no cualquier cualquiera…

Sentir cómo los vellos de los brazos se erizan al toque de mis manos, al roce de mis uñas…

Mi sexo se humedece, lo siento lubricar y me emociona, sigo viva… convertirse en planta no es opción, a mí no me conforma el calor del sol, saber que dentro de mi ser hay un volcancito que aún responde a un roce, a una palabra, a un recuerdo.

Tocarme y sentir mis pliegues, suaves, el sudor frío comienza a recorrer mi columna vertebral, encontrar el centro de mi universo y saber que hoy es el día, hoy te quiero sentir, quiero besarte vertical y horizontalmente, quiero darme a ti y que mi cuerpo te reciba, saber que entras en mí y sentirme aquí, dejarme ir en ti, y que te vengas en mí.

La canción vuelve a comenzar y la voz de Auté dice: “me incitas, me  invitas a viajar  por lácteas vías y negros agujeros levemente desvelados por tú mano que juega…” y mi mano juega con mi clítoris, que para este momento reboza de placer y se llena de mi humedad imaginándote entrar y descubrirme así, sé que no sucederá, mi casa está y estará siempre vedada para ti, pero imaginarte vuelve este juego en algo aún más intenso…

Imagino escuchar de tu boca una expresión de asombro, de censura y verte desnudándote para unirte a mí… dejarme terminar y comenzar, otra  vez…

“pudores y sudores enjugando entre pétalos de carne, el estigma de tu flor más desnuda…” dice ahora la canción y para este momento yo ya estoy arqueada en mi propio placer… Mojándolo todo... ahora sólo me queda recibir el agua de la ducha y saber que mi piel está lista para que esta noche pueda ser la noche en que el celibato termine, hoy quiero estar, hoy quiero vivir, hoy quiero saber cómo vibra mi piel bajo el abrazo de tu cuerpo, a qué huele mi orgasmo al terminar jadeando junto a ti…

Paloma Cuevas es escritora, columnista, entrevistadora, activista de Derchos Humanos y gestora cultural. Recientemente ha publicado el poemario Mujer en voz alta y es también fundadora del Proyectoítaca que sirve de plataforma política y cultural. Este relato apareció por primera vez en la Revista Ganando Espacios