Por Miravel Ladino

Lo que sucede en Irán es la continuación de un proceso que se inició en 1979. Mientras el mundo entero se regocijaba con la caída del Shah y el arribo del «Lider Supremo» las mujeres iraníes eran las únicas protestando por las nuevas imposiciones de Ayatollah Komheini. Este, sin ningún otro tipo de oposición, pudó implantar una teocracia en uno de los países más occidentalizados de Oriente Medio


Muy probablemente la culpa es de Abraham, ese patriarca y profeta judío mencionado extensivamente en la Bíblia y el Corán. Él es el fundador por antonomasia de las tres principales religiones monoteístas: judaismo, cristianismo e islamismo (a Abraham solo se le adelantó el zoroastrismo). Pero lo cierto es que la misoginia precede a la llegada del monoteísmo por lo menos en 700 años. En los primeros escritos del mundo helénico esa misoginia era ya conspicua y para la muestra está el granjero-poeta Hesíodo y su Teogonía donde habla de la creación de los dioses y cuenta la historia de Prometeo y de Pandora -aquí no es una caja sino una jarra- a quién Hesíodo acusa de ser la causante de mil horrores.

No es difícil trazar un paralelo entre Prometeo y Pandora y nuestra primada pareja del Antiguo Testamento: Adán y Eva. Eso nos demuestra que la discriminación de la mujer, al menos en Occidente -aunque tampoco es que en el mundo contemplativo de Oriente la condición de la mujer haya sido o aún sea mucho mejor- empezó a ser expresada sin ningúm tipo de miramientos desde los textos helénico más antiguos. Supongo que, como mujer, nunca es tarde para darle las gracias al siglo XI y a la llegada de los primeros trovadores.

El proceso de marginalización del «sexo débil» comenzó con la desparición de las deidades femeninas de la antigüedad, luego con el amordazamiento político de la mujer, dejándola igual o poco mejor que los esclavos, y luego la consolidó la creación y expansión de las religiones monoteístas. Así, el judaísmo y subsecuentemente la cristiandad y el islamismo simplemente se encargaron de preservar un status quo. Para cuando Cleopatra viajó a Roma en 45 B.C., nuestra suerte estaba ya sellada. Ha sido una batalla de por lo menos tres milenios que aún sigue vigente en muchas partes del mundo. Irán es tan solo su puesta en escena más reciente.

Jorge Luis Borges afirmaba que Jesucristo hablaba en parábolas y metáforas para no hacerse personalmente responsible de lo que decía. Esa sátira borgiana también podemos leerla de otra manera : todo texto sagrado está para ser interpretado ya que no puede ser usado literalmente. Es por ello que no nos debería extrañar qué el término Hijab tal y como aparece en el Corán no tenga que ver directamente con una prenda para que mujeres se cubran el cabello. De hecho su acepción es harto más ambigüa: es una referencia al «velo» que separaba la vida pública de la privada en tiempos del profeta. Es cierto que sí hay varias referencias a la modestia en la vestimenta tanto de los hombres como de las mujeres, pero en ninguna parte se menciona que el hijab sea específicamente una manta o un velo que las musulmanas tengan que llevar para cubrir su cabello.

Según Samuel Johnson, crítico literario, poeta, ensayista, bebedor de cerveza, lexicógrafo y autor del primer y monumental diccionario de la lengua inglesa: “El patriotismo es el último refugio de los canallas.” Hay que evocar a Johnson porque a través de su máxima podemos equiparar el dogmatismo e intransigencia de la religión con una forma bastante contempóranea de lo que puede en verdad significar ser miembro de una patría o tribu hoy en día. Y quién no lo vea así, quizá tan solo le baste pensar en Arabia Saudita o en el Partido Republicano de Estados Unidos. El problema es que existe un miedo ya atávico de la izquierda cuando se trata de criticar a cualquier religión que no sea el cristianismo. Toda crítica que no sea autocrítica es por ende xenofoba.

El velo designado por el hijab en el Santo Corán no se refiere, como ya vimos, al manto supuestamente obligatorio que las musulmanes deben llevar sino que de por sí es una metáfora que denota esa ignorancia de corazón que impide que los hombres busquen y consigan la sumisión a Dios y la unión con él. La presencia de ese hijab veda la cognición de la realidad interior. «Dios ha sellado sus corazones y oídos: un velo cubre sus corazones y tendrán un castigo terrible.» Santo Corán 2-7. El profeta Mohamed hasta llegó a cuantificar el número de velos que nos separan de Alá. «Hay más de 70 mil velos de luz y oscuridad que separan al buscador del Amado.» Los velos de oscuridad se refiere a los de la ignorancia creados por nuestra propias limitaciones, mientras que los de los velos de luz se refieren a las étapas en el viaje que debemos emprender para alcanzar nuestro autoconocimiento: Seyr va Souluk

La pureza de la mujer es una de las constantes de todo credo religioso, particularmente de aquellos observados por el monoteísmo. No así, en religiones politeístas como el hinduismo esa necesidad de la tribu de preservar su futuro mediante el control de la sexualidad de la mujer se ha hecho es a través de la separación de castas, una forma de división de clase mucho más antigua que la expuesta por Marx. Sin embargo, la supuesta obligación de la mujer islámica por cubrirse -en algunos casos en su totalidad- apunta directamente a una inculpación de los hombres: Tú mujer, es mejor que te cubras y te protejas de la mirada no invitada del hombre ya que nunca vas a poder estar segura de que su autocontrol sea más fuerte y duradero que su indeseable animalidad. Por ello el velo es en realidad una afrenta al hombre.

Esta última ola de protestas, que desde hace semanas dejó de ser meramente capilar, comenzó el pasado 16 de septiembre cuando Mahsa Amini, una joven de 22 años, falleció en un hospital de Teherán en «circunstancias sospechosas» luego de que fuese arrestada por «La policía de Moral Religiosa» por no llevar el hijab. Al parecer son las protestas más tumultuosas en Irán desde 2009. En el momento de escribir estas líneas, más de 240 personas han muerto a causa de los disturbios, incluyendo 27 menores de edad. Entre las protestas se pueden ver mujeres, muchas de ellas jóvenes, sin hijab y algunas cortándose el cabello en público. Aunque las protestas están ya generalizadas, en más de una forma estas han pasado a ser simbólica y politicamente una revuelta -es demasiado tentador empezar a llamarla revolución- liderada por mujeres.
Todo gobierno represivo requiere del temor como herramienta para mantenerse en el poder. ¿Será que lo que estamos viendo en las ciudades iraníes es más que una revuelta? ¿Qué habrá de suceder con las mujeres de ese país ahora que han perdido el miedo y cuando una de ellas olvidó su velo y por ello perdió su vida?


Miravel Ladino es madre de familia y profesora de música en una escuela secundaria de Nottingham. Escribe sobre música y literatura infantil para esta y otras revistas.