Por Juan Toledo

Siguiendo con nuestra intención de promover escritores representativos de las culturas indoamericanas, reseñamos un poemario que muy acertadamente sirve de puente entre la cosmogonía mapuche y la tradición literaria latinoamericana y occidental


Una posible lectura de Pierre Menard, autor del Quijote es la de que en el futuro -como lo fue el futuro poscervantino de Menard- la literatura de los días venideros no va a estar determinada por sus escritores sino por los mismos lectores. En el futuro, los libros que leeremos son aquellos que nosotros los lectores queramos leer y que los escritores, en un acto de simbiosis literaria, producirán. Para aquellos incrédulos de tal afirmación, basta con que miren el tipo de novelas y literatura que actualmente se produce en Latinoamérica. La narrativa de hoy día desde México hasta Argentina es la de las voces que hasta ahora no han sido justamente  representadas o mejor aún, que han sido tergiversadas; como siempre se tergiversa la voz de aquel que carece de voz. Hablamos de mujeres, minorías étnicas y por supuesto también de las culturas y tradiciones indoamericanas. 

No es nada gratuito entonces que en la segunda y más reciente edición de Granta y Los mejores narradores jóvenes en español, de los 25 autores menores de 35 años seleccionados, haya 11 mujeres y que por primera vez se incluyan escritores de Guinea Ecuatorial, afrocaribeños y también novelistas indoamericanos como la glamorosa autora ecuatoriana Mónica Ojeda. Esta explosión de diversidad y polifonía narrativa es posible gracias a la presencia de cientos de pequeñas casas editoriales independientes que hacen posible la publicación de autores y obras que de otra manera serían imposible de leer. Tal es el caso de Lom Ediciones que en 2017 publicó, en una edición de mil ejemplares, Nometulafken. Al otro lado del mar del chileno César Cabello.

Cabello es poeta, escritor, editor y uno de los más reconocidos autores araucanos o mapuches en el mundo hispanohablante. En 2020 fue galardonado con el Primer Premio Internacional de Poesía del New York Poetry Press por su obra Idolatría del huésped. Su Nometulafken puede leerse como un puente entre la cosmología, la mitología mapuche, sus nombres y vocablos en mapudungún -su lengua- y los temas recurrentes no solo en la literatura latinoamericana sino también universal. ¿Y cuáles son esos temas? El primero y más evidente es la de la transición metafísica entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Es un concepto clásico helénico. El de los ríos de Las Hades, entre ellos el Cocito (o río de las lamentaciones) que para la los griegos constituía el límite entre la tierra y el mundo de los muertos, en el poema de Cabello se convierte en El Río de las Lágrimas. Y mientras en la cosmogonía griega tenemos al balsero Caronte y las almas “en pena” quienes al no poderle pagar por cruzar el Cocito deben tristemente deambular por sus orillas por al menos un siglo, algo muy similar leemos en Nometulafken, con el balsero como la voz narrativa central del poema presentándonos -no de manera disimilar a lo que hace Dante en su Inferno– a los Püllüs (espíritus) que no pueden trascender, cruzar a Nometula o el otro lado del río y por ello deben deambular en pena por un tiempo considerable. 

Hay también evocaciones de otro mito helénico, el del minotauro: Habito en una región de sombras / como el toro encarcelado en el laberinto. De igual manera hay ecos de Cesar Vallejo y las multitudes que se acercan a contemplar al muerto 

Todos se acercaron 
a contemplar al muerto, tendido sobre las sábanas de su corta existencia. 

Y de Rulfo y su Pedro Páramo al haber un diálogo directo entre muertos y vivos

¿Ya estás listo?  
[…]  
del polvo emergen las tinieblas  
que avanzan con la procesión  
[…] 
Estamos muertos. Lo sé. 

También está presente la idea rulfiana sobre quién habrá de cuidar a los muertos como lo dice el comienzo del poema Eltun (Cementerio): ¿Qué haremos con nuestros antepasados?  / El río no soporta más cadáveres 

La comparación con el gran autor mexicano es particularmente útil para resaltar lo que en verdad puede ser el segundo y más relevante tema en este poema: la marginalización. En toda cultura parece haber dos formas de injusticia imperecederas: la muerte y la enfermedad. No así, es posible argüir que se puede hacer una lectura política de estas cosmogonías. Verbigracia en Alwe –que en mapudungún representa el concepto de “ánima o alma inmadura que todavía no llega a consolidarse en Am o alma definitiva”- leemos

Lo sellado, lo que está a cubierto,  
como un niño detrás de los escudos,  
pugna por salir. 

Pero, ¿qué es lo que está o ha estado a cubierto? ¿No es este libro una alegoría poética cuya obsesión con la muerte es en sí misma una metáfora de la ignominia y el oprobio histórico de un pueblo indoamericano y de su marginalización histórica y cultural? ¿No es el Alwe un llamado al reconocimiento y validación de una cultura que merece ser celebrada más en el aquí que en el más allá?  El poema parece ser un llamado casi celebratorio de la muerte. Y aunque el concepto de la muerte fuera de la tradición judeo-cristiana es muy diferente, hemos de advertir que sólo celebramos la muerte cuando la vida ya deja de tener un sentido individual y/o colectivo.  

 De mi boca cae el feto de un ángel, 
 empujado por la noche al infierno de las heridas.  ...
 ¿Estoy listo? ¿El paso del tiempo 
 será un sentimiento remoto? 
 ¿El encuentro con la muerte 
 me hará aún más joven?  

Contrastemos Alwe con los dos primeros versos de Tormentos 

Quiénes son esos que me condenaron, 
pusieron cadenas en mis pies y en mi garganta. 
Propiciaron mi odio contra la humanidad. 
Fui azotado, 
obligado a cultivar un oscuro vergel 
de árboles caídos y frutos malolientes 
como los testículos de un cerdo.  

Estas son las líneas más explícitamente políticas y de indignación de Nometulafken. No obstante, Cabello deja bien claro que esa indignación no se debe traducir en violencia. De hecho un par de poemas después nos advierte esto

Levanta uno a uno los remos,   
no para alzarte contra los poderosos,  
porque la violencia no está en las reiteraciones,  sino en aquello que no vulneras  
y aceptas como solución a tu castigo       

La aceptación de ese dolor hace que El Río de Las Lágrimas aumente su caudal y que el corazón, en palabras del propio balsero sea hogar de las arañas / y del tiempo acumulado en tres palabras / secreto y orfandad. Y tal vez sean esas tres palabras las que definen el espíritu secreto de este libro y de la visión bella pero elegíaca que él ofrece de la cultura mapuche. No obstante, lo que sí se debe celebrar es la calidad poética de sus versos pero más aún, y es este sin duda su más grande acierto, de que este libro represente para muchos lectores el espíritu de ese niño que nos ayuda a dar un vistazo a una cultura que en gran parte continúa siendo desconocida y sellada para muchos de nosotros. Es en ese sentido que César Cabello es el balsero que nos está ayudando a alcanzar la Nometula con este poemario y mucha de su obra actual y eso ya representa un paso hacia el día en que las narrativas mapuches también tengan su propio Pierre Menard.


César Cabello (Santiago de Chile, 1976). Es periodista, escritor y editor. Ha publicado entre otros títulos Las edades del laberinto (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2008), Industrias CHILE S.A. (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2011),  El País Nocturno y Enemigo (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2013), Lumpen (Santiago, Tacto Editorial, 2016), Nometulafken, al otro lado del mar (Santiago, Lom Ediciones, 2017) y  Cuaderno obrero (Edición personal, 2018).