Por Juan Toledo
Tras su muerte reciente, celebramos el trabajo del artista que fue fundamental en la creación iconográfica de un movimiento que inicialmente fue musical, pero que muy pronto logró trascender mucho más allá de sus preceptos originales. Hablamos, por supuesto, de Jamie Reid y del punk.

Iconoclasta
El punk logró muchas cosas. No solo cambió la estética y el canon musical ya establecidos dentro de lo que hasta esa entonces era el monolito de la música rock. El punk politizó las letras de canciones que estaban dominadas por el mundo de las sagas del Señor de los anillos de J.R.R Tolkien con hobbits, hadas, duendes y escaleras al cielo. A ese escapismo musicalmente fascinante, pero políticamente insulso, el punk y, particularmente, The Sex Pistols le inyectaron una buena dosis de realidad que cambió a punta de mofa, estridencia y cuatro acordes musicales, la forma y los temas que de ahí en adelante el mundo musical adoptaría, con la excepción de las bandas californianas de la década de los ochenta. Esas bandas fueron luego decapitadas de un solo tajo por Nirvana, los primos hermanos de The Sex Pistols.
Democratizador
Cuando a Jamie Reid le preguntaron cómo había creado su icónica imagen de la Reina Isabel II, justamente antes su aniversario de plata; Reid respondió que básicamente a falta de dinero, lo que él había hecho era un ensamblaje con la dosis exacta de indignación más una vulgaridad llena de honestidad. Reid compuso un collage agrio, rechinante, pero igualmente impactante, con lo que tenía a mano. El resultado fue no solo la creación de la filosofía del «hazlo tú mismo» sino también el comienzo de la democratización de la producción cultural. Ya no necesitabas ser un virtuoso de la guitarra para fundar una banda, lo que realmente requerías era tener ganas, mucha actitud, un par de acordes y algo que decir. Esa democratización más tarde se ampliaría a todo tipo de expresiones artísticas, particularmente con el advenimiento del internet. Sea como fuere, el punk enturbió las cristalinas aguas culturales de esta verde y placentera isla. Enlodó la imagen complaciente que Inglaterra tenía de sí misma con una descarga cándida y brutal proveniente de la clase obrera. Al menos esa es la explicación preferida de John Lydon, el líder y cantante de The Sex Pistols.


Panfletista
Muchos años después de que toda esa energía nihilista de The Sex Pistols hubiese ardido y desaparecido tan rápidamente como lo hacen un par de gramos de heroína sobre una cuchara caliente, Reid continuó manteniendo sus calculados ataques contra las diferentes formas hegemónicas de poder que dominan nuestras vidas. Sus imágenes son breves manifiestos, cuasi anarquistas (más de eso adelante) donde el mensaje es frecuentemente una invitación a romper con la inercia de nuestra propia indolencia e inactividad. Esas imágenes tienen una cualidad casi pedagógica y están temática y estéticamente tan alejadas de cualquier ideología como sea realmente posible. En ellas Reid nos alerta que tanto el capitalismo de Occidente como el socialismo practicado por naciones como China o Rusia son iguales de rapaces e ignominiosos. Resistencia y desobediencia parecen ser una de las pocas formas de salvación posibles.
Ecologista
Reid era ya un artista reconocido a comienzos de la década de los 70 cuando, en 1977, su imagen de la monarca británica con los ojos y la boca cubiertos por textos cívicamente sacrílegos irrumpió en el mundo. Muchos historiadores de arte asociaron esa efigie pop con elementos del dadaísmo, el movimiento que hace precisamente un siglo antes buscaba contrariar la idea de lo que el arte es. Pero el caso es que Reid nunca fue anarquista per se, él en realidad fue un anti-artista. De ahí que muy pronto empezó a incorporar temas de índole ecológica. Growth not Greed (Crecimiento y no avaricia) anuncia uno de sus carteles donde una indígena del Amazonas extiende sus brazos ante un cordón de policías anti-protestas brasileros. De la palabra Greed se conforman los símbolos de las principales monedas globales. La pancarta en su conjunto evoca el espíritu del movimiento hippie del verano de 1967.


Artista Pop
El arte de Jamie Reid es el arte producido por el hermanastro que Andy Warhol desheredó. Lo suyo es sin lugar a dudas pastiche, pero en contraste con la vacuidad del arte pop de Warhol el arte de Reid encapsuló el sentimiento de enajenación de esa juventud en un continente que antes de la caída del muro de Berlín tenía cabezas nucleares apuntando a ambos lados de esa pared en una Alemania todavía dividida. Sus mensajes nunca carecieron de mordacidad o de un humor beligerante. Posiblemente no sea un despropósito aseverar que Reid es el sucesor comprometido de artistas británicos como Nigel Henderson y Richard Hamilton (no Warhol ni Lichtenstein) y el predecesor de ese otro artista contemporáneo que el público adora y que los artistas conceptuales detestan: Banksy.
Animal Político
Habrá quienes dirán que su estilo cambió muy poco o nada pero en el medio que Reid escogió, artista gráfico de collages, eso no constituye un desacierto. Con Reid, el arte que produjo y en el momento en que lo produjo representa la esencia de él. Reid fue un activista, un animal gráfico y político. y su activismo fue un compromiso de toda una vida. Él, más que Malcom McLaren, Vivien Westwood o el mismo John Lydon, ha ayudado a mantener el ánimo y deseo de protesta que dio origen al punk. Un movimiento que se inició en Nueva York pero que necesitó de la contextualización británica para que no fuese una mera moda pasajera.


Desobediente
Un anarquista no es, por definición, un pacifista. En varias de las obras de Reid se lee la frase Peace is tough (La paz es dura). En una de sus pancartas está la foto de John Wayne retocado con pintalabios y un sombrero con el círculo universal de la paz sobre él. Toda una emboscada a su virilidad bélica. Hasta el final de sus días, Reid fue un pacifista beligerante, no un anarquista. Tanto Trump como Putin, esos dos populistas impopulares fueron objeto de sus últimos escarnios. Y en el caso de Putin él lo cubre con una balaclava a lo Pussy Riot para madrearlo por la guerra que ha iniciado. Y si lo notan bien, de la misma manera que con el vaquero John Wayne es retocado con lápiz labial, Putin tiene los párpados colereados y sus labios pintados. Si el arte de Reid parece ser espontáneo y hasta craso, es porque su energía creativa nos advierte una y otra vez de la necesidad de ser intelectualmente independientes, ferozmente críticos y de estar dispuestos a desobedecer y disentir. De no ser así, ojalá haya un Dios que nos salve.